El Milan pone a prueba la solidez de un estilo
Durante los últimos días se han criticado detalles del estilo azulgrana que ya existían cuando el Barça se convirtió en una máquina de ganar.
Desde que llegara Guardiola, el Barça ha mostrado un nivel incontestable. Un nivel que le ha llevado a, como mínimo, entrar en el debate de los mejores equipos de la historia. 14 títulos le avalan. Pero más allá de los resultados –siempre necesarios– hay algo que ha hecho más trascendente al equipo azulgrana: su estilo de juego. Su filosofía.
Una manera de entender el fútbol basada en tocar el balón hasta desesperar al rival y aprovechar esa décima de despiste para encontrar el agujero. Un despiste letal, porque cuando uno trataba de reaccionar, el balón ya estaba en la portería. Ese juego en el que todos participan, desde el portero al nueve, en caso de que lo haya. Ese toco y me muevo para volver a tocar y volver a moverme, y volver a tocar y volver a moverme, así hasta la extenuación o, mejor dicho, hasta el gol. Hasta la victoria. Hasta la Liga o la Champions.
Un estilo férreo, indiscutible, que le valió a Guardiola para forjar la leyenda –y, todo sea dicho, a la selección española para convertirse en histórica- y que este año seguía manteniendo. Porque Tito Vilanova no es otra cosa más que un continuador del entrenador que, si bien no fue el creador del mismo, ni mucho menos, sí fue su último arquitecto, el que terminó de confeccionarlo, el que lo convirtió en perfecto.
Pero ahora, de repente, en apenas 15 días, toda esa filosofía se ha derribado como un castillo de naipes. Los problemas van mucho más allá. Lo conocido, y lo desconocido. Pero el grueso resume que la derrota sufrida en Milán y las dos consecutivas ante el Real Madrid son por el mismo obstáculo: un rival que no concede espacios por el centro, que ahoga la circulación de balón azulgrana desde su origen y no desde su fin, y que explota a la perfección las pocas debilidades del Barça en el repliegue y las muchas, e inesperadas, flaquezas del conjunto azulgrana en defensa.
Tres derrotas que han hecho mucho daño y que han puesto en entredicho el estilo del Barcelona. Mucho se ha hablado en las dos últimas semanas de que los pases de Xavi son demasiado horizontales; de que a Alves le cogen demasiado las espaldas; de que Messi está muy empeñado en jugar por el centro; de que el Barça no tiene bandas; de que Iniesta no debe jugar ahí; de que el equipo no tiene un Plan B.
No deja de ser curioso. Son todo detalles que, lejos de ser inciertos, son existentes desde que este Barça se convirtiera en una máquina de ganar. Pero ahora han bastado dos semanas para que cinco años de éxitos basados en una idea se vengan abajo. No le queda otra que reinventarse al conjunto azulgrana si quiere imponerse al Milan esta noche. Buscar una alternativa que le aporte algo desconocido al rival. Pero una alternativa que parta de la matriz: de ese cariño por el balón; de ese tocar y tocar y tocar hasta marcar; de ese gusto por el fútbol minimalista; en definitiva, de esa filosofía del fútbol Barça.
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