El accidente que acabó con la generación de oro del fútbol inglés
Matt Busby creó un equipo inigualable, plagado de jóvenes talentos, al que el destino no respetó: un trágico accidente aéreo acabó con sus sueños.
Hace justo una semana se cumplieron 55 años del Desastre Aéreo de Múnich, el terrible accidente del Ambassador Elizabethan, en el que viajaba la plantilla del Manchester United al completo, que costó la vida a 23 personas entre futbolistas y cuerpo técnico de los red devils, además de algunos tripulantes del vuelo G-ALZU AS 57 que cubría la ruta Belgrado-Manchester con escala en la capital de Baviera. Aquel 6 de febrero de 1958 fue sin duda una de los peores fechas en la historia del fútbol mundial. Un trágico día que vio el fin de una de las mejores generaciones de futbolistas conocida jamás.
Sir Matt Busby era el director de aquel nuevo Manchester United. Los diablos rojos, hartos de no corresponder con títulos a la grandeza que se les suponía, acudieron a este entrenador escocés, hijo de un minero asesinado en la Primera Guerra Mundial, para recuperar el prestigio. Y bien que lo lograron: en 1952 ganaron la Liga tras 41 años de sequía. Aún así, Busby continuó su tarea de rejuvenecer la plantilla hasta que, cuatro temporadas después, alcanzó otro título con un equipo que tenía una media de edad de 21 años, con la mayoría de los futbolistas formados en la cantera del club.
Habían nacido los Busby Babes, un grupo de jugadores que volvía a hacer soñar al Manchester United y a toda Inglaterra. Una generación destinada a dominar el fútbol mundial por muchos años.
Duncan Edwards era quien encabezaba esa plantilla. Fue el primero en llegar al club, por el que fichó en 1953, con sólo 16 años, dada la obsesión de Busby de contar con él. "Si tuviera que jugarme la vida en un partido y llevar a alguien conmigo, elegiría a Duncan Edwards", ha dicho en más de una ocasión Bobby Charlton. No se puede definir mejor.
Junto a él, poco a poco, llegaron el extremo Berry, el norirlandés Jackie Blanchflower, el talentoso zurdo David Pegg, el batallador William Foulkes y el goleador Dennis Viollet, quienes se unieron al defensa internacional Roger Byrne, el capitán del equipo con 28 años. Poco después se añadieron dos grandísimos futbolistas, el irlandés Liam Billy Whelan, probablemente el más habilidoso de todos, y Bobby Charlton, quien más tarde se convertiría en toda una institución en el club y en el fútbol británico.
A ese título liguero de 1956 le sucedió otra liga en el año siguiente, así como una Community Shield. De este modo, en la temporada 1956/57, el Manchester United se convirtió en el primer equipo inglés que disputaba la Copa de Europa, creada dos años antes. Esa campaña cayó eliminado en semifinales por el Real Madrid, a la postre campeón, por un global de 5-3. Pero en la siguiente estaba dispuesto a terminar con la hegemonía del equipo blanco de Di Stéfano, Gento y Rial, en un duelo por el dominio del Viejo Continente que se presumía espectacular e igualado. De esos que marcan una época.
Y llegó la tragedia
En aquella temporada, el Manchester comenzó su andadura europea imponiéndose al Dukla de Praga en octavos de final. En cuartos recibió al Estrella Roja, del que se deshizo por 2-1 en Old Trafford, con goles de Bobby Charlton y Eddie Colman. En su visita a tierras balcánicas logró un suficiente empate a tres, pero ese partido sirvió sobre todo para enamorar a todos con su juego. Con un estilo brillante, combinando un ataque devastador y preciosista con una disciplina y entrega ejemplares, se llegó a colocar 0-3 en el marcador, y sólo la lógica relajación dio cierta vida al partido. El equipo estaba en semifinales, donde esperaba el Milan, con el Madrid en el horizonte. Pero esa espera nunca se consumó.
En el regreso de Belgrado, el vuelo G-ALZU AS 57 del Elizabethan hizo escala en el aeropuerto Riem de Múnich, donde nevaba copiosamente. Después de repostar, el avión intentó alzarse infructuosamente en dos ocasiones. El capitán James Thain abortó los dos despegues entre el nerviosismo de los 43 pasajeros. Tras el segundo intento, los jugadores descendieron del avión. "Todos los vuelos cancelados. Stop. Volamos mañana. Stop", fue el telegrama que Edwards envió a su familia en ese momento.
Sin embargo, el Elizabethan volvió a intentar el despegue, pese al temor de los futbolistas. Tampoco consiguió levantarse en esta ocasión. Se deslizó sobre la pista helada, colisionando contra el vallado del perímetro, y el ala izquierda y la cola de la nave chocaron contra una casa deshabitada, en un accidente que destrozó no sólo al Manchester United, sino a toda una nación.
Siete jugadores –Geoff Bent, Roger Byrne, Eddie Colman, Mark Jones, David Pegg, Tommy Taylor y Liam Whelan– murieron en el acto; la misma desgracia vivieron 15 pasajeros más, entre periodistas, aficionados y miembros de la tripulación.
Duncan Edwards, por su parte, fue traslado al hospital en estado crítico y no logró recuperarse. Durante quince días estuvo luchando contra la muerte, pero las múltiples heridas le impidieron ganar ese partido. Otros dos compañeros, Jackie Blanchflower y Johnny Berry, sí sobrevivieron, aunque nunca más pudieron volver a jugar a fútbol.
Algunos como Harry Gregg, que salvó a una mujer y a un niño de entre las llamas, o Billy Foulkes, Dennis Viollet y Bobby Charlton salieron indemnes. Por decirlo de alguna manera. Al igual que Matt Busby, que llegó a recibir la extremaunción en el hospital Rechts der Isar de Múnich. Finalmente se recuperó y, merced a las imágenes del Mundial de Suecia'58, volvió a recuperar la ilusión por el fútbol. Decidió recomponer el equipo, con su particular juego ofensivo, y diez años después reinó en Europa, con Denis Law, George Best y Bobby Charlton como estrellas.
Se desconoce qué hubiera ocurrido si esa excelente generación no hubiera terminado de tan triste forma. Lo que sí está claro es que ese suceso ayudó a forjar unas señas de identidad en el Manchester United que lo han llevado a ser lo que es hoy: el mejor club inglés.
Harry Gregg, entonces guardameta de los Busby Babes y superviviente de la tragedia, no pudo describir mejor lo que era aquel conjunto: "Puede que no fuéramos el mejor equipo del mundo. Puede que nunca lo llegáramos a ser. Pero sin duda fuimos los más queridos. El equipo tenía juventud, carisma y, sobre todo, humildad. La magia del Manchester pudo morir en Múnich, pero las emociones que generó aquel equipo permanecen imborrables en la memoria de los aficionados".
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