L D (EFE) Cancellara ha obtenido una victoria emocionante, heroica, por delante de todos los esprinters, en una demostración prolongada de fuerza que le ponía en meta exultante por delante del alemán Erik Zabel (Milram), del italiano Danilo Napolitano (Lampre) y del belga Tom Boonen (Quick Step), todos ellos alucinados cuando vieron que el líder arrancaba a 300 metros de meta y tenía arrestos para firmar su primera etapa en línea en el Tour.
El final fue lo único destacable de una jornada tan larga como aburrida. El pelotón anuló una escapada de cuatro corredores a 500 metros de la última pancarta, la definitiva. En ese momento se disparó el esprint y apareció Cancellara con todo un mundo por delante, en una maniobra arriesgada entre voraces 'hombres bala' que le salió redonda. Así se apuntaba la segunda victoria desde el pasado sábado el ciclista suizo, quien aparte de buen contrarrelojista, es un ciclista capaz de resolver con fuerza después de casi 240 kilómetros en las piernas, como demostraba apuntándose la pasada temporada pasada la París-Roubaix, una de las pruebas de fondo por excelencia.
Fabian Cancellara terminaba el empacho de asfalto más líder y gracias a la bonificación aumenta su ventaja en la general, que ahora es de 33 segundos sobre el alemán Andreas Kloden (Astana) y de 41 respecto al británico David Millar (Saunier).
La etapa terminaba con más de hora y media de retraso, dato que es difícil superar en la historia reciente del Tour de Francia. El pelotón, sin ningún pacto, decidieron hacer kilómetros en cantidad y no de calidad. No faltaron los otros protagonistas. Esta vez la iniciativa de escaparse sin la menor expectativa de éxito correspondió a los franceses Matthieu Ladagnous (Francaise) y Nicolas Vogondy (Agritubel). Ambos se despidieron del gran grupo en el kilómetro 6 para meterse en el reino de lo imposible, en una cabalgada que estaba llamada al fracaso en cuanto los equipos de los esprinters decidieran despertarse de la siesta.
Ritmo lento y cansino en los 187 corredores que salieron de Waregem dispuestos a ahorrar fuerzas en el maratón de asfalto que les esperaba, como si se hubieran puesto de acuerdo para calcar el guión de la etapa anterior, que es el mismo de siempre en la primera semana del Tour. Un ciclismo planificado para no malgastar energías hasta los últimos diez kilómetros, que es cuando se ponen las pilas los aspirantes al triunfo por velocidad pura y dura. El dúo francés dejó al aire la intenciones del resto de compañeros que rodaban como una piña con un retraso de 13 minutos en el kilómetro 56. El espectáculo recordaba a la fiesta del último día en los Campos Elíseos, a años luz del entusiasmo que destila una marcha cicloturista.
Surgió la vida a medio centenar de kilómetros de Compiegne, la ciudad que da la salida a la París-Rouxaix, "el infierno del norte", con el ataque del galo Augé (Cofidis) y del belga Willems (Liquigas), que conectaron con Vogondy y Lagdanous. Los cuatro aunaron ánimos ante el delirio de los franceses por la posibilidad de que Vogondy se pusiera de amarillo. A 20 kilómetros del objetivo debían administrar 2:37 minutos. El CSC se puso serio en la persecución y colocó a O'Grady para estirar el grupo. El Quick Step tendió la mano, como el Predictor, el Credit y el Gerolsteiner. Era la forma de propiciar el duelo de los Boonen, McEwen, Hushovd y otros aspirantes sorpresa, como Steegmans. El sacrificio colectivo redujo a los aventureros a tan solo 500 metros de la línea final. En medio de la locura de todos contra todos y del sálvese quien pueda, se levantó el jersey amarillo del campeón del mundo contrarreloj, que firmó una victoria inolvidable.
La cuarta etapa llevará al pelotón de Villers a Cotterets, con salida y llegada inéditas en el Tour. El recorrido de 193 kilómetros ofrece cuatro pequeñas cotas de cuarta categoría que no deberían impedir otra llegada al esprint.
El final fue lo único destacable de una jornada tan larga como aburrida. El pelotón anuló una escapada de cuatro corredores a 500 metros de la última pancarta, la definitiva. En ese momento se disparó el esprint y apareció Cancellara con todo un mundo por delante, en una maniobra arriesgada entre voraces 'hombres bala' que le salió redonda. Así se apuntaba la segunda victoria desde el pasado sábado el ciclista suizo, quien aparte de buen contrarrelojista, es un ciclista capaz de resolver con fuerza después de casi 240 kilómetros en las piernas, como demostraba apuntándose la pasada temporada pasada la París-Roubaix, una de las pruebas de fondo por excelencia.
Fabian Cancellara terminaba el empacho de asfalto más líder y gracias a la bonificación aumenta su ventaja en la general, que ahora es de 33 segundos sobre el alemán Andreas Kloden (Astana) y de 41 respecto al británico David Millar (Saunier).
La etapa terminaba con más de hora y media de retraso, dato que es difícil superar en la historia reciente del Tour de Francia. El pelotón, sin ningún pacto, decidieron hacer kilómetros en cantidad y no de calidad. No faltaron los otros protagonistas. Esta vez la iniciativa de escaparse sin la menor expectativa de éxito correspondió a los franceses Matthieu Ladagnous (Francaise) y Nicolas Vogondy (Agritubel). Ambos se despidieron del gran grupo en el kilómetro 6 para meterse en el reino de lo imposible, en una cabalgada que estaba llamada al fracaso en cuanto los equipos de los esprinters decidieran despertarse de la siesta.
Ritmo lento y cansino en los 187 corredores que salieron de Waregem dispuestos a ahorrar fuerzas en el maratón de asfalto que les esperaba, como si se hubieran puesto de acuerdo para calcar el guión de la etapa anterior, que es el mismo de siempre en la primera semana del Tour. Un ciclismo planificado para no malgastar energías hasta los últimos diez kilómetros, que es cuando se ponen las pilas los aspirantes al triunfo por velocidad pura y dura. El dúo francés dejó al aire la intenciones del resto de compañeros que rodaban como una piña con un retraso de 13 minutos en el kilómetro 56. El espectáculo recordaba a la fiesta del último día en los Campos Elíseos, a años luz del entusiasmo que destila una marcha cicloturista.
Surgió la vida a medio centenar de kilómetros de Compiegne, la ciudad que da la salida a la París-Rouxaix, "el infierno del norte", con el ataque del galo Augé (Cofidis) y del belga Willems (Liquigas), que conectaron con Vogondy y Lagdanous. Los cuatro aunaron ánimos ante el delirio de los franceses por la posibilidad de que Vogondy se pusiera de amarillo. A 20 kilómetros del objetivo debían administrar 2:37 minutos. El CSC se puso serio en la persecución y colocó a O'Grady para estirar el grupo. El Quick Step tendió la mano, como el Predictor, el Credit y el Gerolsteiner. Era la forma de propiciar el duelo de los Boonen, McEwen, Hushovd y otros aspirantes sorpresa, como Steegmans. El sacrificio colectivo redujo a los aventureros a tan solo 500 metros de la línea final. En medio de la locura de todos contra todos y del sálvese quien pueda, se levantó el jersey amarillo del campeón del mundo contrarreloj, que firmó una victoria inolvidable.
La cuarta etapa llevará al pelotón de Villers a Cotterets, con salida y llegada inéditas en el Tour. El recorrido de 193 kilómetros ofrece cuatro pequeñas cotas de cuarta categoría que no deberían impedir otra llegada al esprint.