L D (EFE) La final de esta Liga Mundial 2003 será la primera que enfrente a serbo-montenegrinos y a brasileños. Para la selección “canarinha” es la tercera final consecutiva y aspira también a conseguir su tercer título. Los campeones olímpicos, por su parte, disputarán su primera final en este torneo. La emoción y la calidad estarán garantizadas en una final digna de un gran campeonato.
Primera semifinal: Serbia y Montenegro 3 – Italia 0
En los dos últimos años, los enfrentamientos entre italianos y balcánicos han tenido resultados equilibrados, con victorias para uno y otro equipo. Pero éste era un partido especial, sobre todo para los italianos. En otras semifinales, en las de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, cambió el rumbo de la historia del voleibol. Una selección como la italiana llegaba como la más laureada en las últimas décadas, mientras que la entonces Yugoslavia era una selección desconocida en el panorama mundial.
Los jugadores que por aquel entonces entrenaba Andrea Anastasi, sufrieron una de sus derrotas más humillantes (0-3) ante un adversario que, a la postre se convertiría en campeón olímpico. Aquella herida sigue abierta en el corazón de los italianos y ansiaban cerrarla en la capital de España. Pero sus rivales les tenían reservada una sorpresa de última hora.
Cuando comenzaron a situarse en la cancha los titulares serbomontenegrinos, algunos rostros de sus adversarios palidecieron. Enfrente estaban los mismos siete hombres que les arrasaron en Sydney. Los mismos, porque la sorpresa del día fue la presencia de Vladimir, el mayor de los hermanos Gbric que, hasta ahora, no había disputado ni un minuto. La semifinal de la Liga Mundial 2003 fue un calco casi perfecto de la de Sydney 2000. Los campeones olímpicos y europeos desarbolaron a un rival que disfrutó de alguna oportunidad sólo cuando los balcánicos se lo permitían. Fue un paseo triunfal de una selección serbomontenegrina mucho más equilibrada desde que Vukovic se hizo cargo de la dirección técnica.
Segunda semifinal: República Checa 0 – Brasil 3
El equipo sudamericano, artífice de las páginas más brillantes de este deporte, sigue alimentando su brillante palmarés. En Madrid no tuvo rival. El conjunto checo ya era feliz antes de intentar usurpar el terreno de los brasileños. Ha encontrado parte del espacio que busca y de la tradición que antaño tuvo la extinta Checoslovaquia.
El conjunto de Pavel Rerabek, que pareció un gigante enfrente de España, fue un juguete en manos del bloque de Bernardo Rezende "Bernardinho", el técnico que ha sostenido la supremacía sudamericana en todos los grandes torneos en los que ha estado y que ha implantado una extrema dosis competitiva en un grupo superdotado táctica y técnicamente.
Chequia comenzó pronto a presentar un aspecto inferior. Y su técnico a sentir impotencia e impulsivos arrebatos estratégicos sin sentido. Miró al banco demasiado pronto y desdibujó sus principios. En un abrir y cerrar de ojos el bloque checo ya contaba con un set en contra. Sólo había sido capaz de anotar doce puntos (12-25). La máquina brasileña funcionaba a la perfección y sin avería alguna.
El aparente equilibrio que acompañó los compases iniciales de la segunda manga fueron el único síntoma, efímero, de cierta igualdad que ofreció el marcador (11-11). Hasta que Brasil apretó las tuercas. No pretendía un desgaste excesivo ni una duración prolongada.
Por eso Bernardinho no se saltó el guión ni ofreció concesiones a la galería. El rodillo amarillo mantuvo el compás y cerró el duelo sin sobresaltos.
Primera semifinal: Serbia y Montenegro 3 – Italia 0
En los dos últimos años, los enfrentamientos entre italianos y balcánicos han tenido resultados equilibrados, con victorias para uno y otro equipo. Pero éste era un partido especial, sobre todo para los italianos. En otras semifinales, en las de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, cambió el rumbo de la historia del voleibol. Una selección como la italiana llegaba como la más laureada en las últimas décadas, mientras que la entonces Yugoslavia era una selección desconocida en el panorama mundial.
Los jugadores que por aquel entonces entrenaba Andrea Anastasi, sufrieron una de sus derrotas más humillantes (0-3) ante un adversario que, a la postre se convertiría en campeón olímpico. Aquella herida sigue abierta en el corazón de los italianos y ansiaban cerrarla en la capital de España. Pero sus rivales les tenían reservada una sorpresa de última hora.
Cuando comenzaron a situarse en la cancha los titulares serbomontenegrinos, algunos rostros de sus adversarios palidecieron. Enfrente estaban los mismos siete hombres que les arrasaron en Sydney. Los mismos, porque la sorpresa del día fue la presencia de Vladimir, el mayor de los hermanos Gbric que, hasta ahora, no había disputado ni un minuto. La semifinal de la Liga Mundial 2003 fue un calco casi perfecto de la de Sydney 2000. Los campeones olímpicos y europeos desarbolaron a un rival que disfrutó de alguna oportunidad sólo cuando los balcánicos se lo permitían. Fue un paseo triunfal de una selección serbomontenegrina mucho más equilibrada desde que Vukovic se hizo cargo de la dirección técnica.
Segunda semifinal: República Checa 0 – Brasil 3
El equipo sudamericano, artífice de las páginas más brillantes de este deporte, sigue alimentando su brillante palmarés. En Madrid no tuvo rival. El conjunto checo ya era feliz antes de intentar usurpar el terreno de los brasileños. Ha encontrado parte del espacio que busca y de la tradición que antaño tuvo la extinta Checoslovaquia.
El conjunto de Pavel Rerabek, que pareció un gigante enfrente de España, fue un juguete en manos del bloque de Bernardo Rezende "Bernardinho", el técnico que ha sostenido la supremacía sudamericana en todos los grandes torneos en los que ha estado y que ha implantado una extrema dosis competitiva en un grupo superdotado táctica y técnicamente.
Chequia comenzó pronto a presentar un aspecto inferior. Y su técnico a sentir impotencia e impulsivos arrebatos estratégicos sin sentido. Miró al banco demasiado pronto y desdibujó sus principios. En un abrir y cerrar de ojos el bloque checo ya contaba con un set en contra. Sólo había sido capaz de anotar doce puntos (12-25). La máquina brasileña funcionaba a la perfección y sin avería alguna.
El aparente equilibrio que acompañó los compases iniciales de la segunda manga fueron el único síntoma, efímero, de cierta igualdad que ofreció el marcador (11-11). Hasta que Brasil apretó las tuercas. No pretendía un desgaste excesivo ni una duración prolongada.
Por eso Bernardinho no se saltó el guión ni ofreció concesiones a la galería. El rodillo amarillo mantuvo el compás y cerró el duelo sin sobresaltos.