Cuando se anunció el rodaje de una película que continuaría la saga de Rocky, muchos se atrevieron a pronosticar un fiasco. Había una base sólida para pensar así ya que en los últimos años en Hollywood, donde hay falta de ideas, están alargando demasiadas sagas sin que tenga sentido y sólo en busca de seguir recaudando dinero a costa de los fans nostálgicos. Sin embargo, no es el caso de Creed: La Leyenda de Rocky, un regalo inesperado para los seguidores de Balboa. La crítica especializada y popular fue unánime: estaba a la altura de la saga.
El objetivo que se planteó Ryan Coogler, director sin mucha experiencia, era realmente complicado. El chicle de Rocky ya lo había estirado Stallone más de lo necesario con seis películas y a eso había que sumarle el hecho de que cualquier saga que ha tenido un éxito mundial, suele terminar en fracaso. ¿Hace falta poner ejemplos? Alien y Prometheus, Terminator, Star Wars, Indiana Jones, Superman… La mayoría pecan del mismo error: carecen de un hilo conductor suficiente como para rescatar, y manchar, leyendas cinematográficas. Sin embargo, en Creed nunca tienes esa sensación. La película no traiciona la esencia. Es más, mejora a muchas de sus antecesoras.
La historia no se centra en Rocky, sino en Adonis Johnson que, pese a su apellido, es el hijo de Apollo Creed, campeón del mundo de los pesos pesados y cuyo personaje, siempre ficticio, fue el gran contrincante de Balboa antes de convertirse en su mejor amigo. Apollo, por si no lo saben, falleció a manos del ruso Ivan Drago en un combate en el que Rocky no tiró la toalla a tiempo, un gesto que habría evitado su muerte. Pese a ello, Adonis, interpretado por Michael B. Jordan en su primera gran película, viaja a Philadelphia en busca de Rocky, al que le pide que sea su entrenador. Él ya se había olvidado del boxeo, era un mundo que intentaba dejar en el pasado pese a que la muerte de Apollo le había perseguido durante décadas. Aun así, acepta ser su entrenador.
El personaje de Silvester Stallone le da la pizca necesaria de nostalgia a la película. No le hace falta ningún recuerdo más de las otras películas que la mera figura de un Rocky envejecido. Su figura, en segundo plano, es ya un homenaje. Es la interpretación dramática que nunca le habíamos visto a Stallone y es curioso porque llega en el único guion de la saga que no ha escrito él. Se coronó en 1977 con Rocky, por el que fue nominado al Oscar como mejor actor y casi 40 años después, fue nominado por segunda vez, de nuevo por el mismo papel.
La película moderniza la saga. Es dramática y melancólica pero destila toda la energía que tenían Apollo y Rocky. Los dos combates son memorables. ¿Recuerdan que tras el estreno de 1917 no se hablaba de otra cosa que del famoso plano secuencia? Vean Creed y fíjense en los combates. Más que un plano secuencia, es casi una experiencia virtual. Es como si estuviéramos en la piel de los boxeadores. Y sí, sé que existe Creed 2, pero todavía no la he visto.