Estados Unidos vuelve a reinar en el boxeo. Desde el año 2007 con Shannon Brigs, no tenían un campeón de los pesos pesados. Ocho años después, Deontay Wilder ha logrado romper la barrera.
El púgil de Alabama, medalla de bronce en los Juegos de Pekín, era la gran esperanza. Y no ha defraudado. Deontay (2,01m) se llevó el cinturón del Consejo Mundial de Boxeo tras vencer a Berman Stiverne por decisión unánime (118-109, 119-108 y 120-107).
Wilder afrontaba el combate con la increíble racha de 32 victorias en 32 combates y todas ganadas por KO. Nunca le había hecho falta llegar al quinto round, algo que sí tuvo que hacer este fin de semana en el MGM de Las Vegas. Se resolvió la incógnita de cómo respondería a un combate de 12 asaltos. Wilder supo aguantar hasta el final para ganar, tras haberse impuesto claramente en los primeros asaltos.
"Significa mucho para mí. Sabíamos que podíamos llegar y aguantar los golpes, ir más allá. Lo pasé muy bien", declaró ya con el cinturón del CMB.
Wilder es otro ejemplo de superación y esfuerzo con una historia familiar delicada. Entró en el boxeo hace 10 años para pagar los tratamientos de su hija, que padecía espina bífida. No sólo ha conseguido vivir de este deporte sino que ha llegado a lo más alto, como ya hicieran en su día Tyson o Holyfield.