Por Antonio Rodríguez
Esto también será historia. Anotar 12 canastas a lo largo de un partido, también formará parte de ella. Historia de la más desafortunada serie de lanzamientos que jamás haya visto. Un 18,8 % en tiros de campo es tan pírrico que difícilmente volveremos a verlo en un partido del tal calibre.
Siempre tuve en la memoria como mal porcentaje que la "Hoya Paranoia" de Georgetown dejó en 1984 a Kentucky en semifinales en un 3/33 en tiros de campo en la segunda mitad, para poder remontar un encuentro que perdían por 9 al descanso. O la serie de 9/10 en los segundos 20 minutos, casi inmaculada, de Villanova frente a los mismos "Hoyas", para llevarse un título sorprendente. ¿10 tiros tan solo? Habría que decir que había que sortear una defensa muy presionante y que fue el último partido sin límite de posesión de balón en la NCAA (para los neófitos, decir que eso existía hasta 1985). Pero 12 canastas en un partido completo...

No creo lo que leo por ahí de "Butler perdió a su manera". 53-41, por cierto. La manera de Butler no era la de dígitos bajos, sino la de un baloncesto generoso, con posesiones largas y multitud de pases precisos para contrarrestar su falta de físico y optimizar sus virtudes. Y lo hicieron. Pero ayer, la pelota no entraba por el aro. La madre del cordero, después de todo.
A eso se unió una desesperación previa por ver cómo Connecticut anuló las armas de Butler de raíz. No consintió canastas en uno contra uno, puesto que físicamente eran superiores. Les retaron a jugar fuera del aro (3/31 en tiros de 2) y arriesgaron en defensa a los lanzamientos exteriores, dando una vital importancia al rebote defensivo, para correr posteriormente, el "soul" de este equipo. Lo demás, fue llegando solo.
Ni tan siquiera Kemba Walker (16 puntos) tuvo que deshacerse entre gotas de sudor del esfuerzo. Fue el partido más cómodo del último mes. El partido que coronó la mentalidad ganadora por encima de favoritismos.
Brad Stevens intentaba consolar a los dos "seniors" (jugadores de último año) Matt Howard y Shawn Vanzant, inconsolables en el vestuario. Y el joven y prometedor entrenador, cuando todo se calme y vean que el segundo subcampeonato es una gesta que veremos cuando se repetirá, estará en la encrucijada: quedarse en un programa en el que trabaja cómodo, sin presiones, con su sello y total libertad, o aceptar la oferta más suculenta económicamente, en un programa, por regla general, un grande venido a menos, que busca brújula, o que se encuentra en la cola de una de las grandes conferencias de la competición. Así podrá aspirar a reclutar algunos de los mejores chavales de la nación. Algo imposible en su situación, y que fue la gran diferencia para que el partido se decantara del lado de Connecticut. Todo un reto.

La temporada universitaria ha finalizado. La temporada que viene, debido al "lockout" NBA que se avecina y a su incierta duración, quizás muchos de estos chicos decidan quedarse en el "college". El nivel de la competición aumentará, seguro. Y quizás veamos menos sorpresas. Pero nunca se sabe en esta NCAA.