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Baskonia y el ojo de la aguja

Durante muchos años, acicateada la histérica urgencia por los repetidos éxitos del trébol verde, Olympiacos se gastó euros suficientes como para organizar un cuarto rescate griego -sin quita ni nada- a fin de atraer hasta la dársena del Turkolímano a lo más granado del baloncesto continental y a rutilantes estrellas aureoladas con el sello NBA y un peinado a lo 11811 con tal de conquistar la Euroliga. Y, temporada tras temporada, en un círculo cada vez más vicioso, mientras el presupuesto engordaba a un ritmo que, en comparación, haría que John Goodman pudiese opositar a modelo de Calvin Klein, la anhelada Final Four quedaba, como en el suplicio de Tántalo, al alcance de la vista pero sin poder ser saboreada. Curiosamente en la temporada 2011/2012, cuando los hermanos Angelopoulos decidieron cerrar la faltriquera, un Olympiacos-que-ya-no-es-el-que-era, por el que nadie apostaba, que –decían- bastante había tenido con llegar, provocó la devaluación del rublo manchando de morcilla la demasiado pronta risa burlona de AK-47. Por si fuera poco lo logrado en Estambul esa versión más modesta de los rojiblancos, con un plantel parecido y contra los mismos pronósticos, repitió entorchado al año siguiente, haciendo arder Londres (¡oh, qué pena!) y dando por oficialmente comenzada la leyenda del Terminator al que nunca se termina de matar.

Traigo a colación esta historia porque me recuerda, en muchos aspectos, al Laboral Kutxa, otrora grande de España y Europa que ahora, cenicienta económica de la Final Four, vela armas ante la batalla de Berlín esperando, así se comenta, una segura sentencia de muerte contra la inabordable escuadra del maestro Obradovic. Sí, tras aquellos años indudablemente gloriosos en los que el Carácter Baskonia fue una alternativa real en todas las competiciones, también el equipo vitoriano, con la crisis económica estrangulando el público cuerno de la abundancia, se alejó en una espiral descendente de los puestos punteros al tiempo que, alimentado con un melancólico caldo cocinado únicamente con laureles ajados, se entregaba a una extraña megalomanía que le impelía a desperdiciar los cada vez más escasos recursos en sacar la guadaña a pasear cada dos por tres y no pocos gestos mesiánicos.

Hasta que llegó esta temporada y, desinfladas las vanas ilusiones de glorias pasadas, el Laboral Kutxa pareció tomar tierra y asumir su nueva situación. Con una escéptica mirada de reojo y cierto encogimiento de hombros, los aficionados alaveses contemplaron cómo, aunque la guadaña parecía haberse guardado en el cobertizo apostando por confiar algo más en el bloque, las bajas voluntarias de algunas de sus estrellas eran cubiertas por eficaces pero poco atractivos jugadores de complemento (Planinic, Blazic, Corbacho…) y que se traía, para suplir a Ibón Navarro como entrenador, a un Perasovic que, aunque histórico, cernía sobre el proyecto dos sombras de duda: la de haber salido por la puerta de atrás de Valencia, y la de parecer directamente incompatible con el juego de los bases titulares (Adams y James). Para terminar de poner el acento sobre la palabra "transición" que cualificaba la idea que se tenía de lo que iba a ser la temporada, el verano se remató con el fichaje de, según casi unánime opinión pública, un prácticamente prejubilado Ioannis Bourousis, oso polar deshidratado en el desierto del sistema lasista.

Foto: Baskonia.com

Con ese globo se despegó, y con él había que volar hasta junio. Sin que nadie lo esperase, Perasovic encontró la forma tanto de no desesperar a James y Adams, como de no desesperarse con ellos, los nuevos empezaron a poner en valor lo que es la solvencia, y la vieja guardia dio un paso al frente incluso cuando la mala suerte torcía y rompía más fibras musculares de las esperadas. Y el oso blanco, pleno de confianza en el polo, encontró el medio ambiente favorable para convertirse en el centro de gravedad del sistema planetario mostrando, en grado superlativo, lo que Bourousis siempre ha sido.

A la sombra de las rachas de otros, a la chita callando y lejos de los titulares, el globo del Baskonia fue cogiendo altura, trocando la inquebrantable y ruidosa fidelidad del Buesa Arena en entusiasmo, mientras los ajenos escépticos esperaban (esperábamos) que la primera racha de viento fuerte lo derribase, o que las costuras cediesen y acabase deshinchándose. Será en noviembre, y pasó noviembre entre victorias. Será en febrero, y pasó febrero con los azulgrana haciendo sufrir al campeón de Copa en uno de los mejores partidos del año. Será en abril, y el grupo de la muerte dio vida al Laboral Kutxa-que-ya-no-es-lo-que-era por el que nadie apostaba que, contra todo pronóstico, se ha plantado en Berlín, diciendo algunos, con lógica, que el Fenerbahçe y luego el CSKA son inabordables, bastante ha tenido con llegar ¿Les suena?

Si en la Biblia de la Euroliga parece estar escrito aquello de que "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios", quién sabe, a lo mejor mirando por el ojo de esa aguja, se ve Vitoria… ¿y por qué no? Zergatik ez?

#WhyNotBaskonia – #ArabaINBerlin

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Theobald Philips en twitter: @TheobaldPhilips

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