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El papel básico de Sergio Llull en la remontada del Real Madrid ante el Lenovo Tenerife en la Copa del Rey

La irrupción del menorquín evitó la debacle de un Real Madrid que zozobraba ante el gran inicio de partido tinerfeño.

La irrupción del menorquín evitó la debacle de un Real Madrid que zozobraba ante el gran inicio de partido tinerfeño.
Sergio Llull dirige un ataque del Real Madrid. | ACB Photo | ACB Photo

Era el minuto 13 de la primera semifinal de la Copa del Rey de baloncesto y el Real Madrid estaba sufriendo, a manos del Lenovo Tenerife, un zarandeo de inicio similar al padecido por el Barcelona ante el Unicaja en la previa. Los aurinegros igualaban a los de Laso en la decisiva lucha por el rebote mientras acertaban desde el perímetro de forma similar al impactante 10 de 13 con el que firmaron en cuartos de final ante el Hereda San Pablo Burgos una de las mejores primeras partes desde el triple en la historia del torneo copero.

Quedaba mucho tiempo por delante, pero el escenario no resultaba idílico para el anfitrión y vigente campeón cuando Sergio Llull, con 20-32 en el marcador, entró por primera vez en el partido tras unos minutos en los que ni Carlos Alocén ni Nico Laprovittola habían conseguido hacer carburar el motor del Real Madrid al nivel que se le presume. Poco más tarde, el panorama resultaba aún más fantasmagórico para los madrileños. El Canarias, enloquecido al ritmo que imponía el uruguayo Bruno Fitipaldo, firmaba una ventaja que empezaba a encender luces rojas en el banquillo de un Pablo Laso desesperado y castigado con una falta técnica: 22-40. El Madrid estaba completamente desbordado.

Es ahí cuando arranca una nueva exhibición del carácter impertérrito que Llull lleva exhibiendo más de una década en las canchas de baloncesto. En plena zozobra blanca, el menorquín se echó, una vez más, a su equipo a la espalda. Como si sus piernas hubieran recobrado la exuberancia de otrora, dos penetraciones marca de la casa sirvieron para tocar a rebato en los merengues para cambiar la cara antes del paso por vestuarios. Y a lomos de su eterno líder, que enseguida anotó otra canasta más, la mayor parte del Madrid respondió a la llamada. Edy Tavares recordó su capacidad de intimación, Rudy Fernández y Fabien Causeur acertaron desde el triple y Gabriel Deck comenzó a tirar de físico para parecerse al del duelo de cuartos ante Valencia Basket. Al Madrid, una vez más, le había rescatado Llull para llegar al intermedio con un marcador (40-46) que antes de empezar habrían firmado los canarios pero que, dadas las circunstancias, eran los blancos los que rubricaban con sangre en el Wizink Center.

En los catorce minutos posteriores al descanso, Pablo Laso mantuvo en cancha a Llull. Pese a que su impacto estadístico fue menor, el efecto espiritual, el mantener al resto en guardia, siguió existiendo. Como si el líder de la manada impidiera el menor atisbo de un nuevo bajón de nivel que, con el duelo tan avanzado, podía resultar letal para los suyos. El menorquín era la mejor garantía que tenía el técnico de que eso no volviera a ocurrir. Y no se sentaría hasta prácticamente la mitad del último cuarto, con ventaja local ya por 69-65.

Durante estos años de éxito, Sergio Llull ha sido el mayor salvoconducto hacia la seguridad en los momentos decisivos que ha tenido Pablo Laso. Por ello, no era difícil adivinar que le quedaría un advenimiento más a la cancha, y así resultó en los dos últimos minutos de juego, justo antes de que un triple de Aron Doornekamp supusiera el último estertor tinerfeño (81-77). Entonces, una vez más, Llull tiró de carácter y ejerció de líder. Pidió el balón para el siguiente ataque blanco. Como tantas otras veces, quería sentirlo en su mano, y decidir él qué iba a suceder poco después. Al balear se le puede achacar que su toma de decisiones en alguna ocasión no haya sido acertada, pero desde luego nadie podrá reprocharle haberse escondido cuando un partido se ha cocido de verdad. Entonces, se inventó otra genialidad para cerrar el partido, de esas que solo unos pocos pueden imaginar y, mucho menos, ejecutar con esa excelencia en tal momento. Su pase sin mirar a Trey Thompkins será recordado, con justicia, como una de las jugadas del torneo. Una ocurrencia tan maravillosa como definitiva para encarrilar el pase a la final. Una nueva muestra de uno de los caracteres más competitivos que ha dado el deporte español.

Puede resultar a veces hasta desesperante el manido argumento de que "Llull volverá a ser el que fue", tan utilizado en análisis demasiado buenistas y melancólicos. No, con 33 años cumplidos ya es evidente que nunca volveremos a ver a aquel demonio que dominaba las canchas europeas hasta que su ligamento cruzado estalló. Sin embargo, podemos disfrutar de una maravillosa readaptación para seguir siendo un jugador enormemente decisivo en momentos cruciales, aunque no pueda ser tan consistente en la excelencia.

Hablamos de un tipo con hielo en la sangre y una fe a prueba de bombas en sus posibilidades. Ese que tantos tiros decisivos ha ejecutado a lo largo de su carrera, el mismo que mató a Australia en aquella inolvidable segunda prórroga en China y el que sigue levantando al Real Madrid a las malas y cerrando partidos merced a su inacabable ambición y su cabeza portentosa para el deporte del baloncesto.

Simplemente, Sergio Llull.

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