'Colo' Wolkowyski: "Lo que pasó en la final del Mundobasket 2002 todavía lo tengo adentro"
El que fuera pívot de la mejor selección argentina de la historia repasa con LD su enorme anecdotario a las puertas de la Copa del Mundo.
Su apellido no engaña. Su mote, tampoco. Rubén 'Colo' Wolkowyski es nieto de uno de tantos polacos que llegaron a Argentina mediado el siglo XX. De ahí, por su cabello pelirrojo, que el llamaran 'Colorado'. Llegó al baloncesto sin buscarlo, por un hallazgo casual en su pueblo, donde casi nadie lanzaba una pelota a una cesta, pero acabó jugando como profesional en 16 equipos diferentes de hasta 9 países, y siendo uno de los pioneros argentinos en la NBA. Miembro de la 'Generación Dorada' del baloncesto en su país, con la que fue campeón olímpico en 2004 y testigo de una de las finales más polémicas de la historia de los mundiales, en Indianápolis 2002, atiende a Libertad Digital desde su actual residencia en Málaga, abriendo el baúl de una carrera repleta de anécdotas que le permiten ser voz autorizada para valorar las opciones de Argentina en la inminente Copa del Mundo y su visión del baloncesto actual.
¿Qué le trae a España?
Estoy trabajando en el club de formación Linces de San Pedro, algo que me apasiona. Aunque amo Argentina, me siento más cómodo en España, donde he venido muchas veces de vacaciones. También mis suegros viven en Málaga y eso ayuda. Cuando uno llega a una etapa se da cuenta de que debe disfrutar de lo que le hace bien. He estado en muchos lugares gracias al baloncesto, porque amaba lo que hacía, pero hoy puedo elegir y elijo estar en España.
Efectivamente, si hay alguien que defina a un trotamundos del baloncesto es usted, con lo bueno y malo que eso tiene. ¿Se desubica uno en la vida?
Te lleva un tiempo en el que no sabes de dónde eres o qué vas a hacer. Gracias a Dios mi familia me acompañó a todas partes, y eso me hacía más fáciles las cosas, porque tienes a tu gente cerca. Pero era difícil el cambiar continuamente. Siempre tomé algo bueno de donde fui. De su cultura, de sus hábitos. Disfruté los países.
Llama la atención que donde más tiempo estuviera fuera tres años en Moscú, siendo argentino.
Casi eché raíces, me podía haber quedado más tiempo, pero creo que tras tres años el ciclo se había cumplido y no quería acomodarme. Rusia es un país enorme, muy lindo, pero muy difícil de vivir por lo que conlleva el clima. El primer año me costó un poco, pero luego tuve la suerte de cruzarme en un restaurante con el Cónsul argentino, que me conocía. A partir de ahí empezamos a conocer más gente que una vez a la semana se juntaba para comer un asado o una empanada argentina… Hay cosas que te hacen la vida más fácil en lugares así y eso me ayudó.
¿Es cierto que hasta los quince años no había tocado un balón?
Sí. Jugaba al voleibol. Un día volvía del colegio en mi pueblo, Chaco, al norte de Argentina, donde todo se hace a pie, nadie usa el coche. Hay un lugar muy conocido, llamado ‘El impenetrable’, por la selva. Yo vivía ahí y un profesor de Villa Ángela, a 300 kilómetros, me vio por la calle. Me preguntó qué edad tenía. Le dije que 14 a punto que 15. Y me dijo que si quería probar el baloncesto. Yo no sabía ni cómo era un balón. Me dio un teléfono para llamar. Salí corriendo a casa y le dije a mis padres que me iba solo a jugar al baloncesto. Llamé y al día siguiente me vinieron a buscar, porque gente alta de esa edad no se conseguía. Y la verdad es que aprendí rápido y en un año ya estaba jugando en selecciones argentinas.
¿Cómo fue ese año para un cambio tan radical?
Para eso hay que entrenar mucho. Todos los chicos tienen la capacidad de aprender, pero no todos tienen la capacidad de entrenar mucho. Yo entrenaba seis horas y estudiaba. Pero era otra época. Hoy hay móvil, tablet, PlayStation… Yo no tenía nada. Para llamar a casa tenía un teléfono de esos de meter el dedo y darle a la rueda. Llamaba cada dos semanas a casa. Era otra época e invertías más tiempo en entrenar. Lo que hay hoy es bueno pero no le hace bien a los niños.
¿Son más blandos los niños hoy?
No, pero tienen más cosas con las que entretenerse. Yo peleo para que dejen de dedicarle tiempo a eso y lo inviertan en cosas que le servirán en el futuro, porque yo he vivido eso. Es lo que trato de transmitirles para que puedan usarlo.
Hablemos de baloncesto. Un perfil como el suyo, tan pívot, hoy seguramente estaría bajo sospecha. ¿Cree que haría una carrera similar?
Seguramente entrenaría de otra forma. En mi época se trataba de defender, coger el rebote y darle el balón al base. Ni un bote te dejaban dar. Si le dabas un bote el entrenador te mandaba al banquillo. Hoy el que rebotea saca el contraataque. Claro que haría eso hoy, porque además es un juego más vistoso y me gusta. En lo que no estoy de acuerdo es en que los pívots estén siempre saliendo del poste bajo para tirar de fuera. El equipo que sigue dominando el poste bajo abre la cancha y el juego es mucho más fácil.
En mi época se trataba de defender, coger el rebote y darle el balón al base. Ni un bote te dejaban dar. Si le dabas un bote el entrenador te mandaba al banquillo
Parece que eso que dice se trabaja cada vez menos.
Porque a muchos entrenadores se les hace más fácil jugar de la otra forma, pero no entienden que se les hará más fácil ganar con un pívot bien trabajado.
En la misma noche debutaron usted y Pepe Sánchez en la NBA. Él lo hizo unos minutos antes, así que por escaso tiempo no es usted el primer argentino en la historia de la liga.
Jugábamos a la misma hora, a las siete de la tarde, pero él en el este y yo en el oeste. Pero no tiene importancia, ni entonces ni ahora. No me fijo en eso, sí en poder estar ahí. De eso se habló en Argentina, pero a mí me hace feliz por Pepe, y por estar yo con él. Era algo impensable para el país. Y que yo llegue desde Argentina directamente sin pasar por otro lado, mucho menos. A mí ni se me pasaba por la cabeza.
¿Cómo surge la posibilidad?
En la temporada 1999-2000, en plenas fiestas de navidad, había un torneo en Holanda. Nos invitaron con Estudiantes de Olavarría a jugar el torneo. Había, recuerde, cierta ansiedad entonces con el famoso ‘efecto 2000’, que si iban a fallar los ordenadores y tal. Y yo dije que no me subía a un avión. Viajábamos el 24 y volvíamos el 31. Mi mujer además estaba embarazada. Y yo dije que no iba. El entrenador era Sergio ‘Oveja’ Hernández, hoy seleccionador argentino, y vinieron a mi casa a convencerme, porque si yo no viajaba, el equipo no iba a Holanda. Yo le dije que prefería estar con mi mujer y Hernández lo entendía, pero el presidente convenció a mi mujer por el prestigio para el club. Imagínese un 24 en el avión. El piloto, la azafata y nosotros. Casi vacío el avión. Jugamos el torneo, lo ganamos y yo fui el MVP. Volvimos a Argentina y retomamos la liga, que acabamos ganando. Entonces me fui a pescar al río Paraná, durante diez días para desconectar. Y estando en el barco me suena el teléfono, con un desconocido al otro lado: "Tiene dos billetes de avión para ir al Campus de Verano de los Seattle Supersonics", dijo. Corté la llamada, porque en la selección teníamos la costumbre de que Pepe Sánchez o el 'Chapu' Nocioni te llamaban imitando a un periodista y haciendo una entrevista. Así que colgué. Me volvieron a llamar y volví a colgar. A la media hora, me llama mi suegro, diciéndome que me estaban llamando, que lo cogiera. Y todo viene porque los ojeadores de la NBA me habían visto en aquel torneo holandés. Así que si no hubiera cogido aquel avión… Las cosas pasan por algo, siempre lo digo. Cogí ese avión porque tenía que cogerlo. Y ahí empezó todo.
Y llegó a Estados Unidos.
Estaba muy bien entrenado, porque acabábamos de ganar la liga. Y a los diez días me dice Paul Westphal que ya habían visto lo que necesitaban, que me volviera a Argentina con mi familia y volviera en octubre a la pretemporada. Me mandaron los billetes para viajar con mi familia. Yo ingenuo no sabía nada de qué estaba pasando. Luego me dijeron que me mandaron a casa para que nadie de otro equipo me viera esos días en Estados Unidos, porque realmente ya sabían que me iban a fichar y tenían hasta el contrato preparado. Realmente llegué a la NBA y pagué algunas cosas de ingenuo, pero lo disfruté y fue algo muy lindo.
¿Cómo fue jugar para una franquicia como los añorados Seattle Supersonics?
Tuve la suerte de llegar al equipo y que el utilero fuera hijo de argentinos, de cerca de mi pueblo además. Lo pasé bien y Westphal me trató muy bien también. Me respetaron mucho y nunca me sentí extraño. Yo siempre quería ir a los sitios y aprender, eso me incentivaba.
Más allá de la anécdota de ser el primero o no, lo que está claro es que le ayudó a muchos argentinos a llegar.
Creo que era obvio que Ginóbili iba a llegar por lo que ya estaba haciendo, no creo que le haya abierto el camino. Habría llegado seguro. Antes buscaban jugadores a los 25 o 26 años, hoy ya a los 18 o 19 se los llevan, no esperan más. En esa época nos llamábamos, y sobre todos nos encontrábamos con la selección y es donde me preguntaban que cómo era aquello, que si era bueno. Y yo les decía que era algo más que bueno, algo que no podía creer. Cómo manejan todo. No es un club, es una empresa y quienes están ahí lo están por el bien del jugador. Todo lo que necesitas lo tienes al momento. Allí no existe el "a ver si mañana". Todo está pensado para mejorar e ir para arriba.
¿Vivió también las amistades interesadas que aparecen cuando uno llega a la NBA?
Sí, con algunos que se acercaron para aprovecharse. Una vez me llaman a un hotel porque había venido a buscarme alguien. Me planto en recepción y lo veo diciéndome que quería un 5% porque era el que me había llevado a la NBA. Yo no sabía ni quién era, y le dije que o se marchaba o llamaba a la seguridad del hotel. Veías jugadores, por ejemplo Gary Payton, que llevaban siempre tres o cuatro personas alrededor. Llevándole la bolsa o haciéndole cualquier favor.
Justo coincidió con el último año en activo de Pat Ewing, muy maltrecho ya de las rodillas.
¡Qué persona! Único. Un tipo con tantos años en la NBA, tan sencillo, tan increíble. Me enseñó mucho de qué era la NBA, de cómo actuar, cuándo entrenar. Físicamente estaba mal y eso me ayudó a jugar más, porque él no daba ya para más de diez minutos. Yo jugaba veinte, aquello me vino bárbaro, es así. Otro que me enseñó mucho fue Gary Payton. Una cabeza increíble. En el entrenamiento él no permitía que hubiera errores. Era peor que en un partido, no podías equivocarte nada. Y eso me encantó, porque en cada entrenamiento la exigencia era máxima y eso te hacía crecer.
Hablemos de Argentina. Ha estado usted en todos los buenos momentos de la Generación Dorada.
El mejor equipo en el que pude estar. He jugado en la NBA, en Baskonia, en CSKA. Pero la palabra equipo era aquella Argentina. Creo que todos coincidimos en ello, lo que sentimos ahí no se ha sentido en otro lado igual. Cuando vas a un equipo por un contrato, lo haces por eso, aunque te guste jugar. Pero cuando estás en tu equipo nacional juegas por pasión, y eso no tiene nada que ver. Es otra cosa que te hace vivir. Y ahí todos sentíamos lo mismo. Imagínese, todavía tenemos un grupo de whatsapp del equipo de 2004. Si pasan diez días sin vernos ya nos echamos de menos. Lo pasamos muy bien, hicimos tantas cosas… Y siempre se ponía el grupo por encima. A veces había discusiones, pero siempre para que el equipo mejorara.
Ahí había gente con mucho carácter.
En 2004 éramos doce egos, porque siempre hay egos. Pero cuando llegábamos a la selección, ella era lo primero. Eso lo hacía todo más fácil. Nadie le decía a nadie por qué tiraba o por qué hacía lo que fuera. Y mucha culpa de eso la tuvo Rubén Magnano. Él es quien hizo que el equipo estuviera así.
La Argentina de 2004 eran doce egos, porque siempre hay egos. Pero al llegar a la selección ella era lo primero
Los Juegos de 2004 se recuerdan mucho en España porque la selección nacional perdió un partido y quedó séptima. Lo nunca visto. ¿Les hizo un favor a ustedes Estados Unidos eliminando a los de Pesquera?
Seguramente nos habría complicado la existencia si hubiera ganado España. A ver, yo creo que Magnano entendió que la primera ronda está para clasificarse y luego es cuando tienes que ganar. Jugamos un partido contra Italia en el que nos dijo que íbamos a jugar todos, que nadie se debía lesionar y que saliéramos de ahí descansados porque luego empezaba lo real. Y así fue. La visión de Rubén de torneos anteriores, en los que habíamos ido a ganar todo, le hizo pensar así. Hay que ganar al final, y ahí ya no importa quién te cruces, tienes que ganar a todos para ser campeón.
Vayamos al Mundobasket de Indianápolis 2002. Si le digo Mercedes y Pitsilkas, ¿Qué me dice?
(Silencio prolongado) A ver… En ese momento queríamos matarlos. Esa la tengo todavía aquí adentro. Muy pocas finales juega uno en su vida. Que ellos hayan reconocido que se equivocaron es bueno, pero a nosotros no nos sirve de nada. Eso nos quitó ser campeones mundiales y esa generación se lo merecía, es lo único que le faltó. Siempre se dijo de que hubo presiones para que ellos pudieran torcer el juego…
Que Pitsilkas y Mercedes reconocieran el error de 2002 es bueno, pero a nosotros no nos sirve de nada
Se habló de la influencia de Borislav Stankovic, presidente de FIBA, a favor de Yugoslavia.
Pero si nosotros hubiéramos mantenido la ventaja de diez puntos que teníamos, no tendríamos que depender de si ellos se equivocaban o no. Tuvimos la mala suerte de la lesión de Ginóbili en la semifinal. Porque con Manu en ese partido, si les sacamos diez, les hubiéramos sacado veinte. Y se habría dicho que Argentina le ganó por veinte, o treinta a Yugoslavia. Pero nos faltó el caballito, el que nos hacía ganar siempre. El equipo estaba bien pero Manu tenía esas cosas que tiene un jugador que te hace ganar.
¿Le imaginaba jugando a los cuarenta y a ese nivel?
No… Yo jugué hasta los 41, ¡Pero en Argentina! ¡Él lo hizo en la NBA! Sí es verdad que el cuidado y bienestar que le dije del jugador en la NBA hace que el cuerpo esté mejor, además de algunas dietas que hizo él y que son realmente difíciles de hacer. Hay que ser muy fuerte de la cabeza para descartar tantas cosas que a uno le gustan por tu bien. Yo no sé si lo haría, la verdad. Siempre traté de cuidarme, de comer medio bien, pero si había un asado yo me iba al asado. Y al día siguiente tenía que entrenar. Que Manu llegara a los 40 en esa forma es por el cuidado que hay en la NBA.
Siguiente mundial, 2006. En España todavía pensamos que Nocioni va a meter el triple cuando lo vemos.
Siempre le damos al ‘Chapu’ con eso, pobre (risas). Era su tiro. Y sabíamos que el que ganaba era el campeón. Desde un mes antes sabíamos que necesitábamos ganar a España. Y allí llegamos, además con la lesión de Pau Gasol al final. Creo que cometimos un error. En el partido ante Turquía en cuartos ganamos de paliza y acabamos con los que más jugábamos en la cancha. Eso no nos servía de nada. Quizá debíamos estar descansando ahí. Hablando de la jugada decisiva, cuando Ginóbili penetra y se empareja con Garbajosa, imagínese al Manu de la época, ¡Se la habría metido para abajo con la zurda! Pero estábamos muy cansados, la preparación no había sido muy buena y había fatiga. El pase de Manu fue bueno, claro, el Chapu estaba solo, pero siempre el porcentaje bajo el aro es mayor. Y nada, pasó lo que pasó. Bien por España. Hoy al ‘Chapu’ seguimos dándole con aquello.
Hablemos de la Argentina actual. Scola aparte, el nivel de los pívots es preocupante.
La verdad es que hay poco trabajo en formación. Ven un chico alto a los 18 años y lo mandan a jugar, se olvidan de entrenar, que es realmente el día a día. Hoy a los 18 le hacen un contrato, se va a su casa, llega cinco minutos antes de entrenar y cuando acaba el entrenamiento se ducha y se va a su casa. Yo a los 40 me iba media hora antes y me quedaba una hora después. Y luego me iba al gimnasio. A los chicos hoy les falta en la transferencia de junior a profesional el seguir entrenando día tras día. Fíjese cómo es hoy el baloncesto, lo que ha cambiado la velocidad del juego en los últimos cinco, diez años. Hoy en tres segundos coges el rebote y ya estás tirando. Si no te da físicamente no puedes jugar. Si no tiras de tres, casi tampoco. En Argentina no tenemos jugadores que se muevan bien al poste bajo, porque no lo trabajan. Todos van al choque. Y en la Copa del Mundo van a querer jugar como en la liga argentina, a chocar, y los árbitros empezarán a pitarles faltas. Han pasado jugadores que son estrellas en Argentina y que con la selección enseguida estaban con faltas, por el diferente criterio arbitral ahí. Y luego viene la frustración, pero el error es tuyo por no mejorar cada día. Hay un chico, Caffaro, el hermano del que está con la selección, que ahora está en NCAA, que espero que no cometan el error de pensar que ya está listo para jugar. Espero que esté allí sus cuatro años trabajando para mejorar. Marcos Delía mejoró un poco viniendo a la ACB, pero siempre se le reclamó algo más de sangre. Ahora se ha ido a México, cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera, pero yo no lo haría. Quedarte en España te da más opciones de crecer. Pero cada uno hace lo que cree que es mejor para él. Igual alguien pensó eso de mí cuando me fui a Rusia, pero allí desde luego no se bajaba el nivel de baloncesto.
Viendo el escenario, se imagina uno a Scola jugando hasta los 50.
Yo creo que lo que está haciendo ya está de más. Con esa edad, puede llegar a cargar mucha responsabilidad sobre él e igual no es justo. Cuando llegue la hora de la verdad y le agarren dos jugadores de 25 años, se va a morir físicamente, porque es a él a por el que van a ir. Va a ser así. En el Panamericano de cuatro partidos tuvo que descansar uno, pero en la Copa del Mundo no podrá parar. Físicamente lo veo bien… pero es que no hay nadie que lo pueda suplantar.
Scola puede llegar a cargar mucha responsabilidad sobre él e igual no es justo
Es que la comparación con Oberto, Nocioni, usted, es complicada para los jóvenes.
Yo he trabajado con los chicos de Argentina, y siempre les decía que no se fijaran en el equipo que estuvo, sino en lo que ellos podían hacer para mejorar. Si uno se compara con un techo tan alto, llega la frustración.
España está sufriendo el mismo proceso. Hay obsesión con el ‘nuevo Gasol’ y el ‘nuevo Navarro’.
Es un error muy grande. Porque a los chicos le metemos algo en la cabeza, ¡Y ojalá sean mejor que Gasol! Pero ser mejor que Gasol y Navarro… Esa generación ha sido tan buena que no puedes trabajar buscando una generación así, sino otra que sea independiente y tenga su forma de jugar y de ganar. Campazzo… Cuando yo le vi jugar en Argentina la primera vez pensé que con esa altura no llegaría a nada. Pero el tío mejoró y mejoró y mejoró físicamente. ¡Es un animal! Como uno de esos pitbulls malos que los sueltas y nadie puede agarrarlos. Pero nos falta gente grande. Y teníamos a Nocioni, a Herrmman, Delfino… Fue una generación increíble. Esos se juntaron con Montecchia, Sconochini y yo que ya habíamos sido potenciados en Europa, con una mentalidad nueva. Todo eso se juntó y se potenció gracias a un entrenador llamado Rubén Magnano, porque otros con ese equipo no hizo lo mismo. La forma de trabajar y potenciar a un equipo siempre tiene mucho que ver con el entrenador.
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