Walter Tavares y Facundo Campazzo, factores decisivos en el triunfo del Real Madrid ante el Barcelona en la Liga Endesa
La pareja formada por el base y el pívot resultó decisiva en la conquista blanca del quinto título liguero en la era Laso.
Azotaba un asfixiante calor en el Palau Blaugrana. Tanto era así que las toallas se utilizaban como improvisados abanicos en la recta final del cuarto partido de la final de la Liga Endesa entre el Real Madrid y el Barcelona Lassa. Los blancos acariciaban ya el título ante un rival que había puesto casi todas sus fichas para ganar el título en la apuesta por el físico y la intensidad, pero que, cuando le falló el talento de Heurtel, tan dominante por momentos en el resto de la serie, comenzó a hacer aguas. Con el base galo más Hanga, Claver, Singleton y Oriola comenzó Pesic el partido, acaso buscando intimidar al rival blanco. Imposible imaginar un quinteto más físico y duro de derribar. Sin embargo, en el cuarto partido de la serie estuvo muy lejos de lograrlo.
Marcó el tono desde el inicio el Real Madrid, con dos jugadores tan antagónicos como igualmente determinantes. De un lado, Facundo Campazzo desde su exiguo 1'80. Del otro, Walter 'Edy' Tavares y sus 220 centímetros. El más bajo y la torre de la final, los dos extremos merengues. El 'punto y la i' del equipo de Pablo Laso. El motor cordobés confirmaba desde el salto inicial su candidatura a MVP de la final con esa clarividencia casi única que posee y que permitió al Madrid martillear desde el perímetro en un primer cuarto de enorme acierto, con Rudy Fernández tan inspirado como omnipresente. En total, 5 de 7 triples visitantes para volar hasta el 8-19, otra montaña a derribar por un Barça probablemente mejor en músculo pero aún inferior en talento, más con Heurtel gripado por la defensa blanca.
Paralelamente a la luz que aportaba Campazzo, Tavares le dejaba claro al Barça que la fiesta en el rebote se había acabado. Los culés, con 116 rebotes en los tres primeros partidos, habían masacrado a su enemigo bajo los aros. No en vano, el Madrid apenas sumaba 83 rechaces antes del duelo a la postre decisivo. Una diferencia abismal que el caboverdiano no estaba dispuesto a seguir tolerando. El gigante africano dominó desde el inicio la pintura, y rápidamente marcó ventaja el Madrid en la estadística reboteadora. Acabó de hecho la cosa en 46 a 30 para los blancos, que aunque el acierto exterior les cayó en picado (11/29 triples final) terminaron ganando con sensación de enorme superioridad pese a haber hecho probablemente su partido menos brillante en la final. Habrá quien piense que ese fue el segundo, pero aquel final para la historia cerrado con el triple de Carroll parece suficiente aval para ponerlo por delante.
En los rechaces, sólo cogió el Barça aire en el arreón final del primer cuarto liderado por Pangos y Tomic, pero durante el resto del partido fue un monólogo blanco tan claro como la superioridad de Tavares ante el croata, que pareció empequeñecido ante la mejor versión de la torre blanca, recordando al de la final del curso pasado, cuando parecía un adulto jugando ante niños. Niños de nombre Shengelia, Poirier y Voigtmann. O Tomic en este caso. Porque cuando Tavares juega al nivel de este cuarto partido da la impresión de no tener parangón en Europa. La estadística le deja con 10 puntos, 13 rebotes (9 ofensivos, qué salvajada) y 2 tapones. Pero la sensación de abuso en la zona fue probablemente mayor, pues su influencia en el juego fue incalculable. No es lo que coge o tapona, sino todo lo que puntea, desvía o dificulta al rival. Bajo los aros es el rey de las deflections, como llaman a ese factor en la NBA.
Así que el Madrid fue por delante siempre, apenas incomodado de nuevo por otro empujón de Pangos en el tercer cuarto, empeñado el canadiense en dar la razón a Pesic en su obcecamiento por atar en corto a un Heurtel. En este caso, ciertamente, el francés le dio la razón. Hasta el 45-47 se acercó el Barça a lomos del canadiense antes de que emergiera Causeur en su particular rol de 'microondas extendido' que le lleva a estrenarse en la recta final de la primera mitad o incluso en la segunda y no volver a sentarse. Un papel que Laso llevaba semanas ensayando, que el galo ha aceptado, y que volvió a resultar decisivo. Los puntos del francés desataron la que podría ser la última gran bronca de Pesic a Heurtel, agente libre en unos días y sin oferta de renovación al que vigila el Madrid y con futuro incierto si sigue Pesic en el banco culé, como el propio serbio confirmó tras el partido. "Tengo una oferta por dos años, si hubiéramos ganado tendría dudas, pero como hemos perdido, estaré aquí el año que viene", aseguró Pesic en Movistar justo tras caer.
Declaraciones las del técnico azulgrana tan contundentes como las de Sergio Llull en el mismo medio instantes después. "A nivel personal llevo dos años de mierda", reconoció, consciente de un mal momento físico que le lleva a estar lejos de ser aquella rutilante estrella ofensiva previa a que su rodillara estallara en una tarde para olvidar en Tenerife, y que además le hace presa una y otra vez de los ataques del equipo rival. Sin un solo punto y con apenas doce minutos de Llull en cancha ganó el Madrid la liga, algo inimaginable no hace tanto. Porque Causeur no se sentó y porque volvió a aparecer Campazzo, capitán general con mando en plaza, indiscutible MVP tras cuatro partidos de máxima intensidad. 15 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias para rubricar un 'playoff' excelente, aliñado también con una gran defensa sobre Heurtel en el 'día D'. El argentino emergió en el último cuarto con triples, robos y asistencias, alguna a un Tavares que redondeó una actuación donde la única tara había sido una falta de contundencia bajo el aro olvidada en la recta final, cuando puso el sello al triunfo blanco. Cuando el pívot de Cabo Verde machacó el aro para poner el 55-67, parte del Palau empezó a desfilar y aceptó el triunfo merengue en el día que Tavares puso a los blancos por encima incluso en lo físico y en el que el talento de un Campazzoa gotado por el enorme calor y la humedad reinantes hizo el resto.
Dicen del baloncesto que es un deporte de gigantes. Así lo de demostró Edy Tavares en el duelo decisivo que otorga al Real Madrid el 35º título liguero de su historia. Pero paradójicamente en demostrar lo contrario se empeñó durante toda la serie Facundo Campazzo, el especimen más menudo de los que hubo en la pista en los cuatro partidos del epílogo de la temporada española. Y es que la quinta liga de la era Pablo Laso será ya recordada, para siempre, como el triunfo del 'punto y la i' del Real Madrid.
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