La retirada le llegó maduro y preparando el futuro, pero por sorpresa tras poder costarle la salud. Germán Gabriel (16 de noviembre de 1980) nació en Caracas por necesidades del guión familiar, pero a los dos años ya estaba en Málaga, donde creció junto a Los Guindos, la gran fábrica del baloncesto en la Costa del Sol. Referente indiscutible de los ‘Juniors de Oro’, llevó a cabo una de las más sólidas carreras del baloncesto español en las dos últimas décadas basándose en un juego de espaldas hoy en peligro de extinción, pero no exento de una gran muñeca de larga distancia. Tras una aventura americana fallida quien sabe si por la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense, hoy es el Director Técnico de cantera del Unicaja. Germán ha vuelto a los orígenes, y desde allí abre la puerta de su despacho a Libertad Digital.
¿Cómo es su nueva vida?
Muy vinculada al baloncesto, como siempre. Cuando me ofrecen este puesto de trabajo es para imprimir mi personalidad a la estructura del club, apuntalando el proyecto de cantera que siempre ha sido importante para Unicaja.
¿Y cómo está la cantera de Unicaja?
Bien. Nuestro objetivo es formar jugadores más allá del baloncesto. Nuestra labor debe ser captar el mayor talento posible a nivel andaluz, y desarrollar a los jugadores hasta donde les dé el baloncesto. Creo que algo de lo que hay que empezar a dejar de lado es decir que queremos formar jugadores para el equipo de Liga Endesa, porque eso es muy difícil. Lo que queremos es desarrollar jugadores que tengan un sello, una forma de jugar, y que cuando la gente lo vea jugar, sea de donde sea, sepa que ha salido de Unicaja.
Precisamente, este verano Joan Plaza me decía en una entrevista que en Málaga hay casi obsesión con tener malagueños en el primer equipo. El recuerdo de Germán Gabriel, Berni Rodríguez y Carlos Cabezas sigue ahí.
Es normal pensar así, pero aunque nuestro objetivo no sea únicamente pensar en el equipo, este año ya han debutado Pablo Sánchez y Morgan Stilma. Es una situación real que los jugadores acaban llegando, pero lo difícil no es eso. Lo difícil no es que debutáramos tres jugadores, sino que aunque yo me fui al año siguiente, Berni Rodríguez y Carlos Cabezas siguieron muchos años en el primer equipo.
Sobre Morgan Stilma, ¿Es el que está más preparado para dar el salto?
Tiene los pies en el suelo, y la familia y su entorno le ayudan muchísimo. No tiene pájaros en la cabeza y quiere trabajar. Y eso es muy importante.
Ver partidos de cantera en España es ver equipos repletos de extranjeros. ¿Hay motivos para ser pesimista?
Estamos en una globalización que cada vez va a más. Las barreras no existen y cada vez vienen más jugadores de fuera. Pero el baloncesto español sigue ahí. El verano pasado se ganó una plata sub 16 recibiendo una canasta en el último segundo. La presencia del jugador español siempre está ahí. A partir de ahí, en el baloncesto profesional habrá mejores y peores momentos, pero hay una realidad: ahí está Quino Colom en Turquía, Pablo Aguilar en Italia, e incluso veteranos como Xavi Rey en Portugal o David Doblas en Japón. El tema es que en España el deseo siempre ha sido triunfar en el país. En ese sentido serbios o croatas nos llevan ventaja a la hora de salir fuera.
¿Le consta que se estén falsificando edades en categorías de formación?
No puedo valorar eso, porque los casos que me han llegado presentan la documentación reglamentaria. Es verdad que se están viendo jugadores que físicamente parecen mucho más desarrollados, pero al final tienen los papeles ahí. Nosotros intentamos presentar proyectos más reales y acordes a nuestra filosofía, basándonos en el baloncesto andaluz y jugadores de fuera que nos puedan ayudar a crecer aún más.
Usted era un maestro jugado de espaldas al aro. En este baloncesto obsesionado con el triple, ¿Se está perdiendo ese juego, especialmente en categorías de formación?
El baloncesto evoluciona. Si yo ahora intentara jugar ese baloncesto sería más complicado. Pero sí hay esa presencia de jugadores de poste bajo, aunque quizá no tan enfocados como yo lo hacía. El baloncesto ahora va más a lo físico, un claro ejemplo es Mathias Lessort en Unicaja, que a un juego de más nivel técnico-táctico.
También está apostando Unicaja muy fuerte por el baloncesto femenino.
Dentro de nuestra presencia como club teníamos claro que abogábamos por la igualdad y participación de todos. Por eso decidimos retomarlo tras unos cuantos años. La apuesta es total, la Fundación está volcada de lleno en ello y el objetivo este año es ascender a Liga Femenina 2, porque queremos seguir creciendo.
¿El objetivo es estar muy pronto en la Liga Día?
No nos lo hemos planteado. No queremos un proyecto que aparezca, crezca rápido y luego desaparezca. Lo que queremos es crecer poco a poco como en el masculino y lo más cercano ahora es la Liga Femenina 2.
Este verano hará veinte años de los Juniors de Oro. ¿Qué va a quedar de eso en unos años?
Yo creo que ya no va a quedar casi nada. Se han hecho todos los reportajes, ¡Hasta un Informe Robinson! (risas). Ya no queda nada después de eso. Creo que ya es época pasada, y a mí me cuesta hablar de este tema. Lo disfrutamos mucho, claro, pero el baloncesto ha hecho muchísimos más logros que aquel que logramos nosotros. El legado quedará, pues eso, como un legado. Un Campeonato del Mundo, pero el baloncesto español tiene muchas más cosas.
¿Quizá no se ha reconocido lo suficiente a Charly Sáinz de Aja?
Yo creo que todo el que sabe de baloncesto sabe quién es. Igual que pase lo que pase con Pepu todo el mundo le recordará como el que ganó el Mundial de Japón. Todo el mundo en unos años sabrá que él fue quien dirigió a la primera España campeona del mundo junior, y eso es lo importante.
Uno piensa que Juan Carlos Navarro ha sido el mayor talento que ha dado nuestro baloncesto, ¿Pudo serlo Raúl López?
Para mí lo es, de hecho. Raúl el mayor talento, Juan Carlos Navarro la mejor carrera a nivel europeo y Pau Gasol la mejor carrera nivel mundial. Pero el mayor talento español para mí es Raúl López.
Pena de lesiones.
Bueno, es que eso es parte de este negocio. Su mayor logro es retirarse a los 36 años, cuando todo el mundo pensaba que tras sus lesiones no hubiera podido llegar a tanto. Es como Drazen Petrovic, qué pena, pero es lo que le tocaba vivir en el baloncesto.
¿Nacer en Venezuela le ayudó a decidirse por jugar en dos etapas allí?
Claro. En primer lugar, me ofrecieron la oportunidad de jugar una final en un momento duro después de tener muchos problemas económicos en Bilbao, con el club a punto de desaparecer. Me hacía ilusión ir a jugar a un país donde, aunque no tengo recuerdos, sí tengo vinculación con mi entorno familiar. Me apetecía ir a verlo con mis propios ojos y la primera experiencia fue muy bonita.
La segunda fue más fea.
Muy fea.
De hecho, ¿Cómo fue esa lesión?
Tuve un corte en un partido. Salte a un rebote y al caer me corté con el parqué. Me dieron dos puntos pero la cosa empezó a complicarse. Al mes no podía mover el brazo, y me hicieron unas pruebas en las que se detectó que una bacteria se había comido el 80% del tríceps y el olécranon del codo. Tuve que dejar todo lo que tenía allí para volver a España, inmerso además en una situación de impago y con una demanda mediante, todo ese lío. Y básicamente la recuperación eran nueve meses y no me vi con energía para reengancharme al baloncesto activo.
¿Le quedó alguna limitación después de una lesión tan grave?
Absolutamente nada. Estuve a punto de perder el brazo, eso sí. En Venezuela no podían darme el medicamento que necesitaba y la situación se apuró al máximo. Luego volví a España a confirmar el diagnóstico y que la infección al menos no había ido a más.
Hablemos de su carrera, ¿Qué balance haría?
Es muy fácil. Tras los Juniors de Oro el Unicaja apostó por mí, pero yo físicamente no estaba al nivel para jugar como interior, porque todo era mucho más duro. Tardé varios años en encontrar mi rol. Me fui a Bilbao donde jugué bien, luego a Girona, un club emergente con una gran apuesta económica y peleando por cosas importantes con un equipo muy competitivo. Luego volví a Málaga y sí me fui bien, incluso Pepu Hernández me convocó de invitado para la preparación de los Juegos de Pekín de 2008, aunque una semana después le destituyeron y Aíto ya no contó conmigo. Luego vino Aíto a Málaga y no jugué demasiado. Así que estuve cuatro años en equipos competitivos con un rol de jugador de equipo que quizá hoy es más valorado que entonces. Luego me fui a Estudiantes y ahí pasé a tener el rol de jugador principal pero peleando por otros objetivos.
¿Es aquel Akasvayu Girona el ejemplo de lo que nunca más debe pasar?
Correcto.
Usted salió el año antes de que el club desapareciera. ¿Se veía venir?
Sí, desde luego. Aquella burbuja… No era sólo el baloncesto. Eran inversiones que sólo Madrid, Barça y Baskonia podían hacer. Y de repente aparece un club que se pone a ese nivel, que consigue que Fran Vázquez se olvide de su elección del draft y no vaya a la NBA para jugar allí. Aguantaron lo que aguantaron y desaparecieron.
¿Le dejaron a deber dinero?
No. Afortunadamente me pagaron todo.
¿Qué le parece todo lo generado a raíz de la Copa del Rey?
Creo que poco más se puede hablar. El ejemplo más claro lo dieron Sergi Llull o Pablo Laso. No es tanto valorar el hecho sino buscar soluciones para que esto mejore.
¿Es viable una ACB sin los grandes?
Todo esto viene por el calendario de Euroliga, que es un tema que se va a tener que acabar tratando. La Liga Endesa es la competición nacional más dura comparada con otras de Euroliga. El CSKA cambia partidos, a veces los otros van a su campo a jugar en lugar de viajar ellos. Es normal que los equipos que pelean por la Euroliga exijan un cambio de sistema que creo que en algún momento se deberá de afrontar.
¿Y ese cambio irá porque los equipos de Euroliga jueguen menos en España?
Sinceramente, no tengo ni la más remota idea de por dónde irá eso. Lo que sí digo es que viví esa locura del calendario en mi etapa de jugador y algo se tiene que hacer.
Al poco de retirarse se fue a entrenar a Estados Unidos, ¿Cómo surgió aquello?
Cuando me pasó lo del brazo aparqué el baloncesto hasta recuperarme, y me fui a vivir a Madrid porque mi mujer es de allí. Además, llevaba tres años yendo a las ligas de verano de la NBA, conociendo gente, haciendo amistades. Y en ese inicio de temporada donde ya no jugaba entré en contacto con varias franquicias NBA y una de ellas, Memphis Grizzlies, me ofreció el puesto de trabajo y llegamos a un acuerdo por tres años. Llegué supuestamente con todo en regla y en el rol de entrenador asistente del equipo de liga de desarrollo. A los tres meses se caducó la visa de turista y me dijeron que no podía lograr el visado de trabajo y me tuve que volver a España.
¿Tuvo que ver la llegada al poder de Donald Trump en todo aquello?
No puedo decir que fuera él, pero justo coincide en el tiempo. No sé si todo fue más difícil… La franquicia barajaba que yo saliera y volviera a entrar, pero justo coincide con el cambio de posesión y el cierre de fronteras. En esa situación no era aconsejable volver aunque yo no estaba haciendo nada ilegal ya que básicamente estaba trabajando gratis porque mi contrato de tres años se activaba al conseguir el visado de trabajo. Pero supe que la sanción podía ser de hasta diez años y entendí que no me compensaba y volví a España.
Tras trabajar allí, ¿Cómo ve la evolución de la D League de la NBA? ¿Debe estar preocupado el baloncesto europeo?
Es un proyecto muy interesante, en el que la propia liga financia el salario de los jugadores. Los equipos solo pagan a los entrenadores y los costes de instalaciones y viajes. El negocio es de la liga. Es real que hay jugadores que saltan a la NBA, pero es algo muy difícil. Parece una línea fina, porque realmente hay casos, pero la línea realmente es abismal. Ellos siguen promocionando la liga principalmente porque hay rookies en la NBA que cobran mucho dinero y un equipo de D League puede costar unos 300.000 dólares. ¿No invertiría cualquiera ese dinero en desarrollar a jugadores con potencial? Yo recuerdo que cuando nuestro rookie venía a jugar con nosotros tenía que jugar, por ejemplo, 25 bloqueos directos, cuatro contraataques y tres postes bajos. Y había que hacer eso matemáticamente. Ellos buscan desarrollar jugadores, pero a partir de ahí, como buen producto americano, que es obvio que lo hacen muy bien, están consiguiendo una liga atractiva para la gente. ¿Sustituir a Europa? Tampoco lo creo. En Estados Unidos cada año salen 12.000 jugadores al mercado.
También fue ojeador de Phoenix Suns hasta el curso pasado. Le tocaría hacer más de un informe de Luka Doncic. ¿Tan clara tenía los Suns la elección de DeAndre Ayton?
Lo único que puedo decirle es que Ayton es de Arizona. Si lo trasladamos aquí, imagínese apostar por muy bueno que sea y muy altas sean las expectativas, contra un chico que es nacido en Arizona, de la universidad local, y en un proyecto que quiere crecer. Era complicado. Ahora es más fácil comparar visto lo visto. Pero también es cierto que en Phoenix ha habido cambios importantes recientemente, sin ir más lejos el despido del Mánager General.