Entre el bullicio que abandonaba el Wizink Center con la medianoche del viernes madrileño a punto de llegar, el internacional español Jaime Fernández caminaba a duras penas apoyado en una muleta. Renqueaba por el dolor físico de la rotura de fibras en su isquiotibial derecho que amenaza con dejarle fuera de las canchas durante dos meses, y quizá casi tanto por el anímico por la mala actuación de su Unicaja en la jornada inaugural. Acababa de terminar el partido del Real Madrid, poco más que un paseo ante el Movistar Estudiantes, pero la conversación más encontrada entre los transeúntes, seguramente también en el grupo de amigos que rodeaba al madrileño y su bastón, era del primer encuentro del día. El descollante juego del argentino Nicolás Laprovittola para desquiciar al Kirolbet Baskonia y propulsar al Divina Seguros Joventut a la semifinal no merecía menos. El hijo de la candidata, como le gusta llamarse al vástago de la política progresista argentina Margarita Stolbizer, había hecho que la gente sencillamente fuera testigo de la historia, por mor de una actuación descomunal, evocadora de ese baloncesto de los 80 donde los jugadores se pasaban 40 minutos en la cancha y los topes estadísticos estaban al alcance de la mano, hecho perdido hoy entre calendarios cargadísimos, rotaciones interminables y control de las cargas físicas de los protagonistas del juego.
Sus 36 puntos y 7 asistencias son, efectivamente, números que hoy día no se ven en el Viejo Continente, donde el lucimiento individual parece demasiadas veces bajo sospecha. Su 50 en la valoración, sencillamente histórico, superando el tope de la Copa del Rey, en poder hasta ayer del mítico pívot del pañuelo, Tanoka Beard, con 47 desde la edición del año 2000. Todo ello quedará en los libros, pero sólo los testigos de los hechos podrán valorar cómo el base de Morón se metió el partido en el bolsillo e hizo con él prácticamente lo que le dio la gana en casi cada acción. Desde el minuto cero puso el partido a toda pastilla, reclutando primero a los renacidos Todorovic y Harangody para una causa a la que el sorprendente canadiense Conor Morgan se unió en la segunda parte. Laprovittola y su pluscuamperfecta actuación deslumbraron a un Baskonia pequeño, sin capacidad de reacción desde el banquillo y sin el giro de tuerca necesario para noquear a un rival a priori menor, como hizo el Barcelona en la previa ante Valencia Basket. Los vascos siempre fueron a remolque y, pese a luchar hasta el final, nunca dieron la sensación de poder tapar la luz de un argentino cuya nómada carrera ha sido cuestionada durante años y que en Badalona ha encontrado a las órdenes de Carles Durán el lugar donde serlo casi todo. Cuando ambos llegaron a la Penya hace un año, el club languidecía y el descenso a la LEB Oro parecía prácticamente un hecho. Desde entonces, el balance verdinegro en victorias y derrotas es de los mejores del país, y el equipo juega con un nivel de confianza atroz como demostró anotando sus once primeros tiros a canasta y retratando a un Baskonia rendido a cada maravilla de Laprovittola. Un rendimiento magistral para demostrarle a Luca Vildoza, base baskonista y líder de la siguiente hornada argentina, que todavía tiene mucho por hacer. El joven bonaerense, un base genial, distinto, se entregó pero debió hincar la rodilla ante su compatriota, tocado por un halo casi celestial. Penetraciones, tiros lejanos, asistencias de primera categoría y, sobre todo, la sensación de controlar absolutamente cualquier aspecto en la cancha, en una actuación para el libro de oro del baloncesto español, ahí es nada.
La única duda que queda ahora es en qué estado físico llegará Laprovittola al siguiente reto, ni más ni menos que el Real Madrid y en sólo 24 horas. Cuando el argentino enfiló el camino del banquillo con el pase a semifinales ya resuelto, y mientras el Wizink Center le honraba en pie al grito de ‘¡MVP, MVP!’, Nico pareció exhausto en lo corporal y lo emocional, tras el que seguramente haya sido el mejor partido de su carrera a los 29 años, por la relevancia del mismo. Ahora le tocará afrontar a Facundo Campazzo, su compañero como base en la selección albiceleste, que ejerce con galones, creatividad y poderío físico en un Real Madrid en el que ahora mismo es santo y seña ante los problemas de Sergio Llull, que ayer volvieron a ser patentes. Los blancos, que atropellaron a Estudiantes demostrando que su interés en la competición regular de la Liga Endesa, donde cayeron con los colegiales hace unas semanas, es como poco cuestionable hasta que termine la Euroliga en mayo y llegue el 'playoff' doméstico, son a día de hoy mucho más peligrosos con Campazzo en la batuta. Ayón y Tavares, al poste, y abiertos Carroll, Randolph o un Rudy Fernández que sigue de dulce se frotan las manos con el cordobés y sus, ayer, 8 asistencias en cancha.
La vida con Llull, sin embargo, parece más complicada. El Madrid se vuelve más previsible y si los puntos del balear no llegan, puede haber problemas ante rivales de enjundia. El menorquín empezó la temporada a gran nivel, siendo el MVP de la Supercopa, pero en los dos últimos meses no está a gusto. Sus porcentajes son malos, las famosas mandarinas caen menos del árbol y su explosividad en las penetraciones no es la de antaño. Ante el Estu, tras fallar dos triples su gesto se quebró en una penetración que parecía a priori sencilla para él y que se quedó demasiado corta. Obviamente, la lesión justo antes de la Copa no le ha ayudado. Pablo Laso no va a dudar en darle toda la confianza del mundo, pues el Madrid le necesita casi como el comer, si no tanto para este fin de semana sí para el resto del curso, más aún cuando el experimento de Prepelic como tercer base ha resultado bastante pobre. Pero es un hecho palpable que no pasa por su mejor momento. Quizá por ello la grada blanca celebró sobremanera el triple acertado por el de Mahón en el tercer cuarto, ya con la clasificación más que resuelta. Para un jugador tan emocional, los espaldarazos anímicos hacen mucho y cualquier ayuda será poca para que vuelva a un nivel al que no se aproxima desde noviembre.
Pero, Llull y Campazzo aparte, el 15 de febrero ya no será nunca más el día de San Claudio La Colombière, ni San Decoroso, Santa Georgia, San Quinidio, San Severo de Valeria, San Sigfrido o San Walfrido. A partir de ahora, el 15 de febrero será para siempre el día de San Nicolás Laprovittola. Por la gloria de los bases argentinos. Él, Campazzo y Vildoza, oro puro. Y por la gloria de su madre, la candidata, qué demonios.