Terminaba la primera década del siglo XXI cuando un nombre empezó a sonar de forma casi constante entre los seguidores del baloncesto de cantera en España y por supuesto, entre los directores deportivos de los grandes clubes nacionales. Como si de una fábula fantástica se tratara, todo el mundo comenzó a hablar de Jonathan Barreiro en esos ambientes. Él en ese momento no era más que un chaval de categoría infantil que había nacido el 16 de enero de 1997 en Encrobas, una pequeña aldea junto a la central térmica de Cerceda (La Coruña) donde no existe ni una canasta para los escasos 400 habitantes allí censados. El joven Barreiro, pese a su descomunal presencia física, había empezado a dar sus primeros pasos como deportista en el fútbol y la natación, pero no tardarían las cosas en caer por su propio peso. A su exuberancia corporal no le iba a la zaga el talento, y un ojo entrenado poco tardaría en detectarlo. Fue así como todo empezó, con apenas 11 años: "estaba en el colegio en Cerceda y en un recreo vinieron el presidente y el director deportivo del Escola Basquet Xiria y empezamos a jugar una pachanga varios niños. Se me acercó uno de ellos y me dijo que me veía condiciones, que por qué no iba a probar un día a sus instalaciones a Carballo. Se lo comenté a mis padres y fuimos a ello", rememora el protagonista para Libertad Digital.
Pese a los 23 kilómetros de distancia entre Cerceda y Carballo, sede del Xiria, el gusanillo por el que estaba abocado a que fuera su deporte pronto empezó a crecer. Tres veces en semana, junto a su padre, el hoy jugador del Tecnyconta Zaragoza comienza su nueva experiencia. Abandona el fútbol, pero aún compagina la pelota naranja con la natación. Obviamente, su físico no es normal -"le sacaba dos cabezas a la mayoría de niños de mi edad", recuerda- y rápidamente se empieza a notar que su talento tampoco. Debuta en el último año de minibasket, y su impacto a nivel local es inmediato. Así lo asume Javier Codesido, entrenador del Santo Domingo Betanzos: "aparece cuando era alevín de segundo año en la liga zonal. No lo conocía nadie, claro, y por eso no pudo ir a la selección de minibasket, por descubrirlo tan tarde. Pero ya siendo infantil empezó a ir directamente a la selección gallega. Su superioridad era enorme sobre el resto. Tenía una planta espectacular, no era la típica torre de vasos de cartón. Era ancho de hombros, con buenas piernas, el centro de gravedad alto, y una estructura ósea y corporal perfecta para jugar. Y por si le faltaba algo, estaba muy coordinado", afirma.
Quién sabe si por suerte o no, el primer entrenador de Barreiro en Carballo fue Miguel Ángel Ortega. Hoy día uno de los mejores técnicos españoles, reciente campeón de Liga y Copa femenina con el Perfumerías Avenida de Salamanca, así como seleccionador español femenino sub 17, rápidamente detecta la presencia de un mirlo blanco en sus manos. "Cualquiera con dos dedos de frente veía que merecía la pena perder el tiempo con el niño", apunta Codesido. Efectivamente, Ortega lo tuvo claro. Además de ser el entrenador de su equipo, pronto empiezan a hacer entrenamientos específicos individuales, prácticamente a diario, antes de los entrenamientos con el resto del equipo. "Quedábamos antes para hacer rebote, tiro, bote… Y luego ya entrenaba con el resto del equipo", señala Barreiro, que en las manos de su entrenador mejoraba a pasos agigantados su capacidad técnica. Tanto que hoy, una década más tarde, Ortega recuerda para LD a un jugador "completísimo, capaz de hacer de todo en la pista: correr, botar, tirar, pasar, rebotear. Y con una actitud y ganas de trabajar encomiables, siempre dispuesto a escuchar lo que se le decía para su mejora más allá del lucimiento personal que obviamente podía tener al ser tan superior a su edad. Además, hay que destacar lo bien que siempre gestionó todo su padre, sin volverse loco en ningún momento ante tanta habladuría". En todo ese proceso, evoca Barreiro que "el baloncesto empezó a dejar de ser un hobby, la cosa se puso seria". Ahí comienza a vislumbrarse una mentalidad de sorprendente madurez para un chaval preadolescente. "Yo sólo quería seguir trabajando, evolucionar. Me ponía objetivos para mejorar más y más, y notaba que el club y Miguel Ángel apostaban por mí mirando más al futuro que al presente", afirma hoy el jugador gallego.
Lo que no podía controlarse era el entorno. Progresivamente se iba a ir incrementando una bola en torno a un chaval que apenas empezaba tirar en cancha reglamentaria, dejando atrás el minibasket. Cuando es convocado con la selección coruñesa infantil, aparece un nombre que será fundamental en su evolución: Félix Bañobre, precisamente el seleccionador del combinado provincial. Javier Codesido resulta muy gráfico describiendo el proceso: "Bañobre era el entrenador de los Jesuitas de La Coruña, y se hizo cargo de la selección. Claro, cuando vio a este niño… alucinó". De ese encandilamiento surge una idea impactante: la creación de la nada del CB Sant Yago, con Bañobre de mandamás tanto en infantiles como cadetes. Poco menos que una selección de jugadores de La Coruña con Barreiro como nombre principal. Y para muchos, un club hecho ad hoc para la evolución del de Cerceda. Tanto es así que cuenta una fuente que prefiere no desvelar su nombre que Bañobre "cada día iba a recoger a su casa a Jonathan, 40 minutos de ida y otros 40 de vuelta. Aquello llegó a ser una relación casi tutorial". Quizá en todo esto hay algo de leyenda, desmentida por el propio Bañobre, que afirma que "le recogí a veces, pero ni mucho menos cada día, sus padres estaban muy encima del chaval", lo que confirma el propio Barreiro señalando que "Félix vino alguna vez a Cerceda en el coche, cuando mis padres no podían por trabajo, y es verdad que cuando entrenábamos mañana y tarde, a veces me iba a su piso en La Coruña". De lo que no cabe duda es que Bañobre trataba de dar forma a un futuro profesional del baloncesto, consciente del tremendo potencial que tenía entre manos. Empieza ahí el proceso de maduración de un infantil con rutinas ya casi de un adulto. Se forma en aspectos fuera de la cancha, y dentro de ella desarrolla cualidades que hasta ahora no había necesitado dada su enorme superioridad física: "aparte del baloncesto, dedicamos muchas horas al inglés, era muy importante para el futuro", estima el entrenador. Efectivamente, Barreiro admite que "antes del entrenamiento de la tarde dábamos clases de inglés, específico de baloncesto muchas veces, por si algún día podía ser útil". En lo puramente deportivo, el alero destaca que en sus años con Bañobre mejoró mucho "el tiro, pues era en lo que más hincapié me hacía. Y en los partidos insistía en que tirara mucho, cosa que yo hasta entonces no hacía casi nada, porque cerca del aro era superior. Realmente trabajamos muchas horas el tiro, y le estoy muy agradecido por todo lo que hizo por mí". El objetivo estaba claro: formar un jugador exterior, para cuando hubiera que lidiar con físicos similares y la superioridad fuera cosa del pasado: "me costó adaptarme a defender a gente pequeña, conseguir coordinarme. Pero tenía un preparador físico personal, solo para mí, aparte de los 3 días que entrenaba con el equipo, algunos días iba con él sólo para prepararme a defender exteriores", se sincera Barreiro.
Bajo la tutela de Bañobre se encauza el desorbitado talento natural de un jugador pocas veces visto en las canchas gallegas. Rodeado de una gran generación en Sant Yago, llegan los resultados colectivos. En 2011, se proclama campeón gallego infantil, logrando el primer título masculino para un equipo coruñés en 15 años, y obtiene plaza para el Campeonato de España en Lanzarote, donde la exposición de Barreiro sigue in crescendo. Ya en el campeonato de selecciones autonómicas sus descollantes actuaciones con la gallega habían llamado la atención de cualquier scout mínimamente avezado. Rozando los 2 metros de altura y jugando cada vez más como un exterior, los grandes clubes nacionales se lo empiezan a rifar. "En 2010 en Zaragoza los ojeadores iban allí como buitres, no te puedes hacer una idea", recuerda Roberto Rajó, miembro del cuerpo técnico gallego en aquel torneo. No en vano Barreiro ya había jugado un torneo en Olmedo con el Real Madrid en 2010, así como la Minicopa 2010 con el Joventut y la 2011 con el Barcelona, y empezaba a destacar en torneos internacionales con España. Merced a todo ello, el de Encrobas pasa de ser motivo de charlas entre entrenadores y directores deportivos a ser incluso objetivo de algún desorbitado titular en prensa, donde apelativos como `El nuevo Ricky Rubio´ o el `Magic Johnson gallego´ seguramente no le hacen ningún favor, por más que él tratase de aislarse de los aduladores gratuitos… Y los críticos: "algo siempre escuchas, a todo el mundo le gusta que hablen bien de él. Pero si hay quien hable bien de ti, también hay quien habla mal. Y por eso, para no leer las cosas malas, preferí no leer las buenas. Creo que me puse una barrera diciéndome `hasta que no sepas gestionarlo bien, no dejes que te afecte a tu juego, déjalo a un lado´. Era complicado, pero no quería caer en todo aquello, y realmente mis padres me ayudaron mucho en aquellos momentos", sentencia el internacional español, que recuerda como "mi abuela muchas veces me enseñaba noticias, recortes, pero realmente no me llamaba la atención, yo sabía que tenía que estar centrado. Aunque con 12 años a veces cuesta gestionar las emociones, yo quería tener los pies en el suelo, porque la condición para jugar era estudiar y por eso me centraba en estudiar, porque era la vía para poder jugar".
Progresivamente, y entre cantos de sirena cada vez más intensos, resulta palpable que el baloncesto gallego se le queda pequeño, en centímetros y potencial. "Me enfrenté contra él en cadetes, siendo aún infantil. En la primera vuelta apenas tenía incidencia en el juego, y sufría al jugar de exterior. 8 meses más tarde, no había nada que hacer contra él, condicionaba el juego en todos los aspectos. Al acabar la temporada, jugamos una eliminatoria de Copa y nos hizo 51 puntos, ¡Siendo infantil! Yo recuerdo que sólo podía aplaudir pensando `¡Cómo juega este chico!´ Y cuando jugaba en infantil, imagínate, sencillamente era un arma de destrucción masiva", evoca Javier Codesido. También se enfrentó a él en una final provincial Javier Cotelo, técnico del Artai, que recuerda a un jugador "infranqueable para nosotros. Sencillamente, no había forma de superarlo. Jugaba de base, de alero y de lo que quisiera. Estaba muy por encima de todos los demás, hacía muchas cosas y muy bien, pero nada espectacular, no perdía el tiempo en lucirse haciendo mates. Tenía la cabeza muy bien amueblada. Era ciertamente lo mejor que había en Galicia". "Con 12 años era una bestia, un fenómeno. Había no poca gente que se desplazaba para ir a verle jugar, gente que viajaba desde Ourense, 200 kilómetros, para ver a un infantil, que sin embargo era un chico humilde y tímido" añade Antonio Díaz, entrenador orensano, entonces al cargo del junior del Club Ourense Baloncesto.
Y ante todo ello, la rifa por sus derechos era casi diaria. Nombres como Alberto Angulo por el Real Madrid o Joan Montes por el Barcelona se dejan caer por Galicia. De hecho, Montes, ex entrenador azulgrana y artífice del debut de Juan Carlos Navarro en el primer equipo, incluso prepara un encuentro entre `La Bomba´ y Barreiro aprovechando una visita del Barça al Obradoiro, en el que Navarro le regala una camiseta y le hace ver que él será su sucesor, tras lo que Barreiro decide jugar la Minicopa 2011 como culé". "Hasta el mismo Navarro estaba en el ajo", asevera Javier Cotelo, organizador de aquel acercamiento por su buena relación con Montes. Pero entre la sorpresa generalizada, Jonathan decide jugar un año más en Galicia. Será como cadete de primer año y nuevamente en Sant Yago.
Sin embargo, la condición para seguir en casa es poder empezar a competir en junior, pese a que Barreiro sea hasta tres años más joven que sus rivales. El hándicap de que el Sant Yago no tenga plaza en dicha competición le obliga a buscar una vinculación con otro club, de nuevo ex profeso para Barreiro. El Colegio Artai de Carballo será el elegido. "Antonio, el padre de Jonathan, se puso en contacto conmigo para intentar jugar con nosotros. Pensé que me estaba vacilando, claro". Habla Joaquín Moreira, responsable de Artai, que prosigue: "querían que entrenara al menos un día en junior, y poder jugar algunos partidos en función de los rivales. Lo consulté con mis jugadores, a los que los ojos se les abrieron como platos. Fue un poco surrealista que nos dijeran que el mejor jugador gallego de la época, el más mediático, quería entrenar con nosotros". Comienza ahí un año de nuevo repleto de clases, desplazamientos y dobles sesiones de entrenamientos. "Entrenaba 3 días con Sant Yago, y con nosotros venía a un día, algunas semanas dos. Recuerdo que los jueves entrenábamos a las 15:30h, y él llegaba desde Cerceda, donde seguía yendo al instituto, acabándose el bocadillo. Y siempre era el primero en empezar y el último en salir de la pista. Su ética de trabajo era espectacular. No faltó una sola vez, incluso alguna vez vino lesionado. Me sorprendió lo bien que tenía la cabeza, y lo asentado que estaba el padre, que era consciente del potencial de su hijo, pero cuidado, con los pies en la tierra, sabiendo que este mundo es complicado, como se ha demostrado después. Los fines de semana, Félix Bañobre y yo decidíamos si jugaba un partido o dos, según los rivales. Realmente Jonathan era muy niño y nunca puso una mala cara ni cuestionó ninguna decisión técnica.
Desde luego, Moreira no olvidará los resultados de aquella temporada: "Con él no perdimos ningún partido, en un año de mucho nivel en junior. Jonathan era el base del equipo, sacándole tranquilamente dos cabezas a nuestro pívot. Los rivales se descolocaban, claro, pero él tenía que hacer un esfuerzo grande para jugar contra bases de 170. Otra cosa a destacar es que no se descentraba en absoluto con los arbitrajes, aunque le daban mucho porque todo el mundo le conocía y era duro con él, pero siempre era capaz de mantener la compostura. Nunca tuvo un mal gesto ni con compañeros ni rivales". Una sangre fría que terminaría por resultar decisiva: "en la fase de ascenso, en Sarria había 500 personas en las gradas. Ya era conocido y generaba expectación y entornos un poco caldeados. Y recuerdo que en ese partido anotó un triple al final que nos dio el partido tras hacer un traspié. La verdad es estaba muy adaptado a un ambiente más o menos hostil, pese a ser cadete", sentencia.
Es mayo de 2012 cuando Jonathan termina su temporada cadete en Sant Yago, prolongada hasta junio en el junior de Artai. Un curso en el que las visitas no cesaron de producirse a Cerceda, entre ellas una definitiva de Alberto Angulo, con un ambicioso plan académico y deportivo, para que el gallego acepte la propuesta del Real Madrid. Incluso una fuente anónima desvela a LD que "se habló de que la oferta además incluía tema económico, con no pocos ceros". Lo cierto es que Barreiro recuerda como "mis padres se encargaron de todo, yo realmente no notaba presión por lo que estaba pasando. Creo que buscamos el mejor sitio, con un plan académico y deportivo excelente. Angulo vino un par de veces a La Coruña, y sé que llamaba mucho a mi padre. Su constancia y el ver que le interesas de verdad a un club como el Madrid, aparte de todo el plan, fue lo que nos decantó". Obviamente, cuando Joaquín Moreira le plantea a los Barreiro el plan para que su hijo siga un año más en Artai, ya poco tenía que hacer. "Le propusimos jugar en cadete y junior, ambos en liga gallega, e incluso en un sénior en Nacional o EBA con el que estábamos vinculados. Pero el padre, que nos lo agradeció mucho, nos dijo que ya sabían hasta dónde iba a estudiar. Tras acabar el curso, se marchó a Madrid". Es entonces cuando Jonathan Barreiro pasa de madurar a cocción lenta a hacerlo en microondas. Deja atrás Encrobas y sus 400 vecinos para ser una aguja en un pajar de más de 3 millones de habitantes en el que empezará a vivir solo en una residencia escolar con otros jugadores de fútbol y baloncesto de la entidad de Concha Espina.
En Madrid aparece otra figura trascendental: Paco Redondo. El actual ayudante de Pablo Laso en el primer equipo llega a la capital junto a Barreiro, para hacerse cargo del unior tras ganarlo todo en la misma categoría con el Joventut. "Fue alguien que me marcó, porque apostó mucho por mí. Sabe llevar muy bien a los jóvenes, y supo juntar mucho talento joven en esa generación", afirma hoy el gallego, que en su primer año en Madrid compagina el cadete con el junior, en el que llega a participar en el prestigioso torneo de Hospitalet, poco antes de que su rodilla le proporcione el primer gran mazazo de su carrera, con una importante lesión de menisco que le obliga a perderse media temporada, verano y oro continental con la selección española sub 16 incluidos. En su segundo año, vuelve con fuerza desde la pretemporada, llegando a debutar incluso en el primer equipo en un partido de Euroliga ante el Partizan de Belgrado, el 1 de marzo de 2014. Más allá de eso, el junior merengue alcanza el prestigioso torneo NIJT de Milán, paralelo a la Final 4 de la Euroliga. Sin embargo, en el último entrenamiento previo, su rodilla izquierda, la otra, dice basta. De nuevo el menisco, en un revés posiblemente mayor, por lo delicado de alterar dicha articulación a esa edad. Otro paso por el quirófano para suturar el menisco, aumentando los plazos de recuperación respecto a una cirugía más convencional, pero invirtiendo en el futuro de un jugador al que los mismos que llamaban `El nuevo Ricky´ ya le añaden el apellido `de cristal´. A veces del halago facilón a la crítica feroz hay apenas una delgada línea. El presente, con la baja en el Mundial sub 17 de Dubai y el Europeo sub 18 de Turquía, demoledor. El futuro, quizá, agarrado a un clavo ardiendo.
"Fue una decisión perfecta hacer ese tipo de intervención, ahora mismo puedo decir que estoy como antes de la primera lesión", asegura hoy, feliz, el gallego. Pero no cabe duda que dos lesiones de rodilla de tal calibre en plena adolescencia podrían haber hipotecado en buena medida su carrera. Un aprendizaje a la carrera, aún mayor que el traslado a Madrid: "primero pensé eso de `por qué a mí, claro, pero con el paso del tiempo me vi mucho más maduro, capaz de apreciar muchas cosas. Hubo cosas positivas en la lesión, es jodido pero sólo puedes sobreponerte y seguir", estima. Se alcanza así su último año como junior, la temporada 2014-15, donde Barreiro comienza a vivir en Valdebebas, en la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Un curso de leyenda para la cantera blanca, y un equipo que será recordado durante años a nivel de cantera, con Paco Redondo al frente de Luka Doncic, Santi Yusta, Emanuel Cate o Felipe Dos Anjos como nombres más destacados. Y entre ellos, un recuperado Barreiro, autor de 19 puntos en la final europea ante el Estrella Roja en el Wizink Center, horas antes de que el primer equipo completara el doblete europeo ante Olympiacos. Aquel partidazo ante los serbios fue la muestra de una fortaleza mental perfectamente descrita con la perspectiva del tiempo por Javier Codesido: "a cualquier otro esas dos lesiones le eliminan, se olvida de la práctica deportiva y adiós. La primera vez que sale de casa desde la aldea, un chaval introvertido, de entorno rural, que apenas conocía ni La Coruña, que tiene un comportamiento extraordinario pero que lo sueltan allí y el invierno es muy largo para alguien así, y con la presión que llevaba sobre sí mismo por los titulares y lo que se sabía que le había costado al Madrid llevárselo". Efectivamente, el protagonista confirma su tozudez: "en ningún momento me planteé dejarlo. `Me prometo que voy a volver más fuerte, esto no me va a parar´ me decía. Siempre he pensado en seguir y en mejorar cosas para no recaer. Tengo mucho que agradecer a mis padres por su cariño, porque cuando estaba de bajón, y ellos siempre estuvieron ahí".
Llegaba, al fin, el momento del gran salto, en el que se separa el grano de la paja y deja a muchos jóvenes en el camino. Ese escalón a veces inabordable de pasar de junior a profesional, y que sólo elegidos entre millones como Luka Doncic dan como Pedro por su casa. El Real Madrid decide ceder a Jonathan Barreiro al Club Ourense Baloncesto para disputar la Liga LEB 2015-16, pero con la particularidad de tener los gallegos una plaza reservada para el siguiente verano en la Liga Endesa si consiguen cumplir los requisitos administrativos. Parece una oportunidad excelente, de nuevo en Galicia, junto a uno de los mejores formadores del baloncesto nacional, Gonzalo García de Vitoria, y sin una exacerbada presión deportiva precisamente por tener ese ascenso casi garantizado, a poco que las cosas se hagan bien fuera de la cancha. Pero la cosa no funciona del todo bien. Barreiro cuenta con la confianza de su entrenador, pero su debut como profesional es complejo. Más allá de sus números globales, 7 puntos y 3.5 rebotes en la liga regular, corre la sensación en el club orensano de que algo está bloqueando a un jugador sin apenas impacto en el juego, al que seguramente su carácter retraído no le hace fácil tirar abajo la puerta de la categoría sénior, más si cabe después de sus lesiones. Aquel jugador atrevido, con un arsenal técnico amplísimo y un potencial físico envidiable parece amenazar con quedarse en el camino. Sin embargo, el paso del tiempo hace al alero recordar esos momentos, lejos de una frustración, como un aprendizaje crucial. "Esos días en Oro me ayudaron mucho, se lo agradezco mucho a Gonzalo –García de Vitoria-. En esa liga hay mucho veterano y al principio fue dura la adaptación, Ahí las castañas y los balones están complicadas, y claro, son para el veterano, pero creo que en esos minutos -más de 23 por partido, que bajaron a 15 en el playoff- aprendí mucho".
Lo peor, sin embargo, no había ocurrido aún. Tras un ilusionante fichaje por cuatro temporadas por el Tecnyconta Zaragoza, llegaba el momento de demostrar estar preparado para la Liga Endesa. Empero, nada más lejos de la realidad. Apenas 57 minutos en toda la temporada, repartidos en 15 partidos y un rol absolutamente marginal, complicadísimo de llevar. Meses larguísimos en los que la cabeza da vueltas y las dudas que no acarrearon las lesiones pueden llegar. Tocaba encontrar una tabla de salvación, una confianza a la que aferrarse. Y empezaría a llegar en el Europeo sub 20 de Creta, jugando con viejos conocidos como Santi Yusta y a las órdenes de Ibon Navarro. La cuarta plaza final amargó en parte un torneo donde Barreiro recuperó el nivel, creciendo durante la competición hasta ser uno de los referentes españoles. "Tras ese año sin jugar no me sentía cómodo. Quería jugar, quería trabajar. Y creo que mi cambio empezó gracias a Ibon Navarro. Me daba confianza, me corregía los errores, mis fallos. Daba esa confianza que necesitamos los jóvenes. Empezó a hacerme sentir muy bien y acabé bien el Europeo". Pocas semanas después, el gallego dejaba buena muestra de su recuperación en el Circuito Movistar de pretemporada celebrado en Granada, asido a la seguridad que le daba su nuevo técnico en Zaragoza, Jota Cuspinera. Quizá por haber coincidido antes en el Real Madrid, cuando el entrenador de Getxo era ayudante de Pablo Laso, el hecho es que "me dio minutos desde el primer momento. Le estoy enormemente agradecido. Los jóvenes tenemos errores, sobre todo en Liga Endesa, y él sabía cómo hablarnos, cómo tratarnos sin perder la ambición. Creo que ha sido parte fundamental en que yo ahora pueda estar jugando en ACB", afirma Barreiro. Sin embargo Cuspinera no duraría demasiado en el cargo, tras un complejísimo arranque liguero a orillas del Ebro.
De lo que no cabe duda es de que, tras sus días con Navarro y Cuspinera todo volvió a virar en positivo para aquel chaval de Encrobas que puso el baloncesto gallego patas arriba y que ahora se encuentra ante el reto de hacerse un hueco en la que sigue siendo la mejor liga del mundo fuera de la NBA y donde nadie le va a regalar nada. "Con Jota empecé de `3´ y hubo momentos en que jugué de `4´, y me sentía cómodo en ambos puestos", evoca. En el curso 2017-18 sumaría 588 minutos sobre la cancha, pues Pep Cargol ratificó el tiempo de juego que primero le daría Cuspinera, cuajando un magnífico 53% en tiros de 2 y convirtiéndose en uno de los jugadores que más enganchó al Príncipe Felipe de Zaragoza, merced a su aportación al colectivo, paso previo imprescindible al lucimiento personal. Como mejor muestra, el hecho de permanecer casi 25 minutos en la cancha en la trascendental victoria en febrero ante el Delteco GBC en San Sebastián, pese a tener un día nefasto en el tiro, pero logrando un +17 en una de las estadísticas que más se miran a día de hoy en la Liga Endesa, la que mide la evolución del marcador durante los minutos que un jugador está sobre el parqué. Recuerda ese partido el alero señalando que "hay días que te han cerrado el aro, que no entra ni de coña. Pero si estás en la pista tienes que seguir dándole cosas al equipo, porque si no vas a jugar poco. Defender, rebotear, y en ataque buscar al que tiene el día para que el equipo crezca". Seguramente no hay otro camino para llegar lejos en el baloncesto, y así le llegaría a Barreiro el premio gordo de debutar con la selección española, metiendo la cabeza en el grupo de Sergio Scariolo ante la coyuntura de las ventanas FIBA y la ausencia de varios de los primeros espadas nacionales. Una situación aprovechada por el cercedense, como queda demostrado por la nueva llamada del seleccionador en esta última ventana, donde España se ha enfrentado a Ucrania y Letonia en el camino mundialista.
En apenas dos semanas, cuando arranque la nueva temporada en la Liga Endesa, Barreiro comenzará su tercera aventura en Zaragoza, ahora con Porfirio Fisac como entrenador y con un rol más estable que el que se podía prever el año pasado a estas alturas. No estará Gary Neal, disfrazado de superhéroe hace unos meses para lograr la permanencia zaragozana, y que en buena medida tutorizó al talento gallego. Como ejemplo, una conversación en el Martín Carpena de Málaga, ya en la recta final de la temporada: "Durante el calentamiento me dijo que debería estar mas flexionado al recibir, preparado siempre para tirar. Cosas que él hace y que me decía para que mejore. Luego metió 37, ¡Como para no hacerle caso!", sonríe Barreiro.
Una sonrisa que pese a su juventud ha tenido ya varios motivos para truncarse y que, sin embargo, si se prolongara sería una gran noticia para el baloncesto nacional. Recuperar, sin dislates, las loas de cuando Jonathan Barreiro sólo era un infantil sería algo fantástico para la canasta española.