Después de casi tres décadas siendo uno de los referentes del arbitraje de alta competición en el mundo del baloncesto, Juan Carlos Arteaga (Las Palmas de Gran Canaria, 1 de diciembre de 1963) colgó el silbato de élite en septiembre de 2016. Cuando la ACB le comunicó a través de un correo electrónico que no renovaba su contrato, quedaban atrás Juegos Olímpicos, Euroligas, Copas del Mundo, Eurobaskets, y hasta Torneos de las Américas, amen de casi un millar de encuentros dirigidos en la máxima competición nacional. Un tipo de baloncesto de toda la vida, que llegó al arbitraje a los 16 años tras sufrir una grave lesión que le impidió progresar como jugador y que ahora, tras año y medio viendo los toros desde la barrera, recibe a Libertad Digital en el histórico Centro Insular de Deportes de Gran Canaria.
P: Segunda temporada ya sin arbitrar. ¿Cómo lo lleva?
R: Sí, año y medio ya. Lo llevo bien. Desde el punto de vista de echarlo en falta le digo que para nada. Fueron 28 años en la alta competición, y el tema de los viajes al final puede contigo. Reconozco que estaba muy, muy cansado. Y luego está la familia, que durante todos estos años no he podido aprovechar. Tengo un hijo de diez años al que hasta los siete veía un día en semana. Ahora estoy disfrutando de él.
Aunque eche en falta algo de adrenalina, el descanso lo habrá agradecido.
Mucho. Todo son etapas. Y cuando una etapa la exprimes tanto, la alargas tanto, llega un punto en que te satura. Llevo año y medio fuera de la competición, sin ver partidos de Liga Endesa, ni de Euroliga, ni Eurocup ni nada. Un poco por desconectar, lo cual no significa que haya desconectado del baloncesto. Estoy con infantiles, cadetes, minibasket… Un poco situándome, porque hay que darle un poco de espacio a las cosas.
Anda incluso metido en política, ¿verdad?
Creo interesante que la gente que venimos de la vida civil nos incorporemos a la vida pública. Trasladar nuestra experiencia de todos estos años laborales a la gestión pública. Además, me identifico con el presidente del Partido Popular en Canarias, Asier Antona. Al final , las empatías personales son claves para dar este tipo de pasos personales.
¿Nota que haya transferido la experiencia de 28 años arbitrando al día a día en el trabajo?
Claro, en todos los sentidos. Cuando empecé a arbitrar tenía una manera de ser, y hoy día tengo otra. Mi carácter lo ha amueblado, entre otras cosas, el ser árbitro. Soy una persona con mucho carácter, muy impulsivo y creo que hoy día si algo sé es controlarme en momentos de tensión, obviamente cuando quiero hacerlo. Pero claro, hay pautas que uno cambia, que adapta. Es normal, uno nunca debe poner todos los huevos en la misma cesta. En mi vida ha habido muchas cosas y creo que he sabido separarlas, y ahora mismo me apetecía aparcar el tema de la alta competición.
¿Se puede decir entonces, viéndolo con perspectiva, que casi agradece su salida de la ACB?
Le voy a ser muy sincero. Yo me quise retirar en 2010, tras pitar la final del Mundial de Turquía. Pero nos concedieron a España el Mundial de 2014, y el presidente de la Federación me convenció para seguir y ser el único árbitro que había estado en tres mundiales. Pero a mí me sobraron ya esos cuatro años. Debí dejarlo en 2010, cuando aún tenía la motivación suficiente. Esos cuatro años fueron un suplicio, porque ya no disfrutaba de lo que hacía.
Entienda que resulte sorprendente que se celebre una Copa del Rey ACB en su tierra, Gran Canaria, y que usted sólo acudiera a un partido.
Mi vida ha cambiado. Soy padre, me he divorciado y tengo la custodia de mi hijo. Esa semana fue para mi hijo. Él llega a casa a las siete y tengo que estar con él. Estuve sólo en la semifinal entre el Herbalife Gran Canaria y Barcelona, y fue porque él me lo pidió.
¿No hay nada entonces de no ir por un tema personal?
Sí, si por mi fuera me habría quedado en mi casa. Estoy harto de Copas del Rey, creo que han sido veintiuna. Comprenderá que esté también un poco cansado de todo lo que hay alrededor.
Pese a que, según la normativa ACB, podía haber arbitrado hasta los 55 años, la asociación prescindió de él a los 52, en buena medida por lo que percibe como un ajuste de cuentas por parte del actual director de Arbitraje, el ex colegiado Francisco Monjas. Y es que Juan Carlos Arteaga, alguien con muy pocos pelos en la lengua, llevaba años convertido en un elemento crítico para el estamento arbitral desde dentro del mismo, defendiendo que la línea de actuación en la ACB distaba de los derroteros que seguía el arbitraje internacional. El tiempo, por cierto, le ha dado la razón.
¿Quemado con la ACB también?
No, yo no salí quemado de la ACB. Simplemente tenía una gran discrepancia con el responsable arbitral en ese momento, no con la Asociación de Clubes de Baloncesto, que es una casa que me ha acogido durante 28 años y a la que estoy muy orgulloso de haber pertenecido.
Desde su punto de vista, ¿cómo ha evolucionado el arbitraje en este año y medio?
Le soy sincero. No sigo el arbitraje de la Liga Endesa, no puedo hacer una evaluación objetiva. Desde luego el arbitraje tiene que evolucionar, no lo hemos hecho por ejemplo en el arbitraje de tres. La ACB fue pionera en ello, y creo que tiene que ayudar más y dar más aportación al baloncesto profesional. Y luego está la filosofía que se imponga, por ejemplo ahora con el paso cero. Los primeros que deben adaptarse son los árbitros, jugadores y entrenadores. Yo doy unas charlas sobre ello, y la primera conclusión que saco es que los entrenadores no lo dominan, y que los jugadores, viendo partidos desde minibasket a cadetes, no lo están poniendo en práctica, porque hay desconocimiento y la gente es reticente. Pero esto va a cambiar el juego muchísimo. Con respecto al arbitraje, creo que se han cambiado poco las cosas como para que se pueda decir que se ha evolucionado mucho.
Se han visto protestas y huelgas por temas salariales o de convenio. ¿Sería positivo que los árbitros protestaran públicamente cuando no están de acuerdo con el camino que lleva el arbitraje?
Le puedo contar algo. Hubo una reunión de árbitros hace muchos años en la que todo el mundo votó a favor de que se destituyera al director de árbitros que teníamos. No siempre las decisiones son por cuestiones salariales. Y le puedo decir que obviamente la ACB escuchó aquello, porque era unánime. Había un colectivo completo que no quería que, por decisiones técnicas y personales, siguiera ese director. Por cierto, esa persona con los años volvió a la liga y es el director de arbitraje con el que yo me marché.
¿Y no sería bueno dar visibilidad a ese tipo de cosas, hacerlas públicas?
Creo que no hay que dar visibilidad a todo. Cuando no estás de acuerdo con algo no hay que transmitirlo a la opinión pública, sino a quien corresponde que es la dirección de ACB. No por ocultar nada, sino porque donde procede hacerlo es en la presidencia de la ACB. Y así lo asumió y así obró en consecuencia.
Este verano me contaba Jota Cuspinera respecto al paso cero que era una norma casi impuesta por la ACB al resto de Europa, ya que en la mayoría de países no se pitaban ya situaciones que aquí sí se sancionaban. ¿Está de acuerdo?
El arbitraje puede ayudar mucho a la competición. En los últimos años, el arbitraje, sabiendo que esa norma se iba a cambiar… Porque lo triste de esto es que yo sabía que esa norma venía, llegué a participar en comentarios sobre esa norma, y sabíamos que se iba a implementar en dos años. ¿Qué recibíamos nosotros por parte del departamento de arbitraje? Todo lo contrario. Era cada vez más ver más videos de pasos y se nos invitaba a buscar más los pasos. Era una contradicción, saber que venía esto pero nosotros seguir luchando cada vez más contra los pasos, contra ese cambio. Era uno de los problemas que yo tenía con la dirección de arbitraje, que era una corriente, obsoleta, antigua, que no iba acorde a la realidad. Lo que hemos hecho ha sido perder el tiempo, porque si nos hubiéramos ido adaptando, hoy día el juego sería más vistoso. Esta norma trae que se pueda correr más, más velocidad, vistosidad para el juego.
¿Siente, pues, que FIBA le ha dado la razón este verano?
No a mí. FIBA está todo el día estudiando cómo ayudar al baloncesto a través de las reglas, y es lo que hizo. Lo que digo es que, cuando se sabe que la norma va a cambiar, hay que ser suficientemente inteligentes para que, aunque la norma no se cambie, empezar a adaptarnos a ella, y no seguir metiendo el dedo en la llaga, por ejemplo pitando reversos y demás que imposibilitaban que el baloncesto fuera más bonito.
Quedan atrás los rescoldos de una salida de la ACB seguramente mejorable para alguien que es un emblema de la competición, y la entrevista se acerca a una fase en la que Arteaga vuelve a sentirse árbitro. Se abre en canal para opinar sin cortapisas sobre la evolución de la que durante más de media vida ha sido su gran ocupación vital.
Usted es entrenador superior de baloncesto. ¿Qué opina de esa famosa frase de "a este árbitro se le nota que no ha jugado ni entrenado en su vida"? ¿Cree que que el árbitro haya jugado o entrenado antes es clave?
Para todo. Por ejemplo, ahora que hablamos del paso cero. Para la gente que no haya jugado nunca, entender este cambio va a ser muy complicado. Los que hayan jugado, que saben lo que es un pie de pivote, les va a ser mucho más fácil.
Siguiendo con el paso cero, hay quien opina que lo que va a pasar, simplemente, es que se va a pitar menos. Más allá del cambio, ¿será para bien?
Va a ayudar a los equipos a ser más rápidos en las transiciones, que los jugadores sean más rápidos en el uno contra uno, también en algo que a los entrenadores les encanta, que es que los jugadores boten menos, porque ahora se puede avanzar botando menos. Y por otro lado, los jugadores podrán hacer movimientos de pies que hasta ahora no se podían, gestos como el reverso, que llevaba años prohibido por ser pasos. Se pueden hacer cosas que embellecerán el juego.
¿Piensa que el instant replay acomoda demasiado al árbitro?
No, no es justo. La actitud del árbitro no es acomodaticia. Lo que hace es facilitar el trabajo y ayudar a ser más objetivos. En situaciones al límite, en cuestiones de tiempo, estar concentrado en el balón, en el reloj, en el sonido… Es complicadísimo. Lo que tenemos que hacer es ajustar este deporte para que sea más preciso, y eso nos lo dan las nuevas tecnologías.
¿Cree por tanto que se debería ampliar el número de situaciones en que se usa?
Sin lugar a dudas. Lo que hay que hacer es mejorar el sistema para que sea más rápido, pero no decirle que no. Mejoremos el sistema, que es una herramienta muy necesaria para que cuando hay tanto en juego al final el resultado sea el idóneo.
Una frase típica de Javier Imbroda es que el jugador "oye pero no escucha". ¿Al árbitro alguien le oye, o le escucha?
El árbitro lo que tiene que saber es no escuchar. Es todo lo contrario. Es muy importante saber no escuchar. Porque a veces oyes muchas cosas que tienes que saber gestionar. El árbitro no tiene que darse por enterado de todo lo que se le dice.
¿Para que no le influya en sus acciones siguientes?
O porque a veces te pueden hacer un comentario fuera de tono que tú escuchas si quieres, o no. Y eso significa que me pongo en el lugar de un jugador que sé que está nervioso. Si no me lo has dicho en mi cara, sino por mi espalda, pero te he oído, a veces es importante no escuchar. Eso se llama saber arbitrar, gestionar las situaciones. La reacción del jugador es inmediata, nerviosa. Y yo oigo lo que yo quiero oír.
¿Qué le parece que se eliminara el salto de dos en la lucha a cambio de una flecha que indica la posesión? ¿No se pierde espectacularidad?
Estoy de acuerdo. Creo que es una acción en la que se lucha por el balón, en ese balón al aire en el que dos luchan por una posesión.
¿Cómo de importante es que un árbitro sepa cómo va el partido, cuánto queda, o cuántas faltas lleva un jugador? ¿Realmente es bueno que el árbitro lo sepa?
Tener información no debería afectarte, pero claro, si el hecho de tenerla te afecta, sería un error manejarla. Pero para estar preparado, hay que saber cuánto queda, cómo va el partido. Hay que saber a qué se va a jugar. No es igual un partido empatado con cinco segundos, que un equipo dos abajo y esos cinco segundos. Si un equipo necesita hacer una falta, o requiere meter un triple. Hay que saber a qué estamos jugando para saber cómo me tengo que posicionar y preparar. Ahora bien, ¿Eso me influye, me amedrenta? Al jugador no. ¿Le tiembla la mano cuando queda poco? ¿Por qué tiene que pasarle al árbitro? El árbitro es un profesional, igual que el entrenador o el jugador. Si al jugador no le afecta el tiempo, o el ambiente, al árbitro tampoco.
Bueno, a algunos jugadores sí les afecta.
Pero no a los buenos. No debería afectar a sus emociones.
En la recta final se abre un libro de memorias con poco parangón en el baloncesto mundial. Jugadores, entrenadores, situaciones, partidos que pitó y no. Buenos y malos momentos en la vida de una cara que ha estado presente en algunos de los grandes momentos de la historia del baloncesto contemporáneo.
¿Le resultó más fácil arbitrar al Petrovic jugador, o al Obradovic entrenador?
Mucho más fácil a Obradovic. Petrovic ha sido para mí el mejor jugador que he pitado en mi vida, era espectacular. No he visto nadie con ese dominio del juego. Pase, bote, tiro, visión. La defensa tenía que mejorarla un poco, pero bueno. Con Zeljko lo único que le une es el carácter de la raza de donde vienen, croata y serbio. Pero es mucho más fácil manejar a un entrenador que a un jugador como ese.
¿Cómo recuerda aquella bronca con Obradovic que se hizo hasta viral?
Una acción más del juego.
Pero sabe que otro famoso cliché es que con Obradovic "nadie se atreve a expulsarle". De usted no pueden decir eso.
Hice mi trabajo. No expulsé a Obradovic, sino a un entrenador. Así lo digo. Quizá eso me ha definido, nunca he tenido miedo ni por la información, ni por el nombre, ni por las circunstancias. El árbitro tiene que decidir. Ahora está muy de moda la palabra procrastinar, que al final aparcar decisiones que uno tiene que tomar. Creo que si me he caracterizado por algo ha sido por todo lo contrario, por dar un paso al frente. En ese partido, Obradovic se jugaba la vida, era un proyecto nuevo en Estambul, y se jugaban poder meter en el Top 16. Había mucha presión. Y creo que en las imágenes se ve claramente que él intencionadamente sobrepasa la línea porque también pretende que todos reaccionen, el equipo y el público. Comprenderá que no lo expulsé, se expulsó él solo. Y él lo sabía.
Siguiendo por ahí, a veces es muy evidente cuando un entrenador busca una técnica. ¿Cómo se gestiona eso? ¿A veces se piensa eso de "ahora no te la pito"?
Depende. Si queda un segundo de partido y un entrenador quiere eludir, o poner sobre la mesa cosas que no vienen a cuento, puedes evitarlo. Pero según las circunstancias que se den habrá que gestionarlas a favor del juego y de tú interés. Cuando queda poco tiempo, expulsar a un entrenador sólo sirve para que ponga cosas encima de la mesa. Si eres listo, manejas eso.
¿Y la típica situación mediado el tercer cuarto en la que el entrenador local busca la técnica para intentar cambiar el arbitraje? De esas ha tenido que ver cientos.
Sí, sí. Pero al final le das tiros libres al otro equipo, y la posesión, y a saber si te sirve para reaccionar. A mí sinceramente creo que pocas veces me cambió el arbitraje tras una técnica. Sí es importante evaluar cómo el árbitro se ha adaptado a esa circunstancias, porque ahí está el carácter y la calidad arbitral, en cómo se adapta tras una acción brusca contra alguien. Ahí está la calidad del árbitro, y del jugador o entrenador, claro.
Volvamos al manejo de las emociones y lo que se quiere escuchar o no. Con algunos entrenadores, debe ser terrible.
Sí, sí. Muchas veces te radian el partido. Al final, pues eso, empiezas a no escucharles. Si un entrenador me hace un comentario, le escucho. Si me hace ochenta, empiezo a dejar de escucharle. Por tanto, esa táctica, que a veces se usa, es más como desahogo del entrenador, pero sinceramente creo que pocas veces llega al árbitro.
Como hombre de baloncesto, no tanto como árbitro, y hablando de la FIBA, ¿qué opina de esto de las ventanas?
Es una guerra de familias del baloncesto y entre todos le hacemos daño a lo que nos gusta. No sé si la razón la llevan unos u otros, ni quiero entrar, pero sí sé que me gustaría verlos un día de la mano, todo el mundo en el mismo pasillo.
Pues tiene mala pinta.
A veces tiene pinta de cuestiones personales, de poder, de ego, y lo que debería primar es el baloncesto.
Ha pitado partidos de enorme presión. ¿Recuerda alguno especialmente?
En mi memoria tengo, y la conservaré toda mi vida, la final del Mundial de Japón, ganando España.
Usted en la grada, claro.
Claro. Había pitado el duelo por el bronce. Pero es la vez que más me he emocionado en un partido. Recuerdo que miraba para atrás, a cuando empecé de niño jugando a baloncesto. Es la mayor gozada, ver a España ganar su primer mundial. Fue algo que tengo señalado. No fue un partido mío arbitrado, pero aquello se quedó en mi retina toda la vida.
Y en aquel partido por el bronce que pitó a Argentina, que venía de perder ante España… ¿Escuchó algún comentario por aquello?
No. A ver, con Argentina siempre, por el carácter de los jugadores, que muchos me conocían porque venían de España. Me han sufrido durante muchos años, también en el bronce de los Juegos de Londres. Siempre me tocaba con ellos, porque yo era el árbitro europeo de habla hispana y que podía entenderse con ellos. Ellos me han tenido que sufrir mucho, yo algo a ellos también, pero de ese equipo lo único que puedo decir es que es una de las mejores selecciones con las que he compartido pista.
¿Le apena no haber podido pitar a España más allá de amistosos?
Siempre digo que, si se mira para atrás, he sido poco gremial. He sido alguien de baloncesto, ahí está mi trayectoria. He sido jugador, árbitro y entrenador a la vez. He defendido que nos mezclemos con el mundo del baloncesto. Esa es mi filosofía, veo todo en un conjunto. Disfruto viendo un partido, no tengo por qué estar en la pista.
Cuando un árbitro, al que además le gusta el baloncesto y lo disfruta, ve a un jugador en trance, como una exhibición de Petrovic, o la de Kevin Durant en la final del Mundial 2010, ¿Qué piensa, que debe proteger al bueno?
(Se hace el silencio unos segundos) ¿Hay que proteger al bueno? En la vida se suele proteger al débil, al que te da más lástima, ¿No? Pero al árbitro se le pide que proteja al fuerte. Habrá que revisarlo por todas las partes. Sólo digo eso. A mí nunca me han influido los nombres. He disfrutado con muchos jugadores a los que he visto empezar, y los veo hoy y digo, "¡Dios mío, cómo han crecido!". Me acuerdo de los inicios de Sergio Llull, que hoy día me parece el jugador importantísimo a nivel español. Qué le voy a decir de Gasol. Les he visto crecer. Es impresionante. Pero no tengo por qué protegerle. No es verdad que se les proteja.
¿Llega uno a involucrarse personalmente con el jugador? Por ejemplo, cuando ve a Llull romperse el cruzado el año pasado.
Sinceramente, sí. Y mire que no tengo ninguna relación con él, no le conozco de nada. Pero le admiro muchísimo. Y me dio muchísima pena, sobre todo por lo que ha hecho de renunciar a la NBA y seguir con otra filosofía sabiendo que podría irse cuando quisiera. Pero la frescura que le ha aportado a nuestro baloncesto me parece espectacular. Y por otro lado, su manera de jugar. Para mí ha habido muchos jugadores que he admirado, Carlos Jiménez por ejemplo, que no tiene nada que ver con Llull, pero le respeto muchísimo.
Y supongo que habrá alguno con el que le pasé lo contrario. ¿Quién era insoportable?
Sí, claro. Como yo a ellos. Muchas veces he sido insoportable, y no he estado a la altura de las circunstancias, sin tener el comportamiento idóneo teniendo el silbato en la boca. Pero sí he tenido algo bueno. No he usado el silbato para pitar de más, no sé si me entiende. Es verdad que a veces me he encarado con los jugadores, pero siempre se ha quedado dentro, no he usado el silbato, he preferido contestar a una mala contestación o tener gestos como ellos. Pero ahí se queda.
Y alguna vez habrá llegado a un partido pensando que no le apetecía pitar a un jugador, supongo.
Sí. Hay un jugador al que le dije que no me volviera a hablar en su vida.
¿Quién?
Pablo Prigioni. Tras el Mundial de Japón en 2006, tras aguantarle a falta de 5 segundos en el centro del campo toda una serie de improperios que eran del calentón, evidentemente, le dije que no me volviera a hablar en su vida. No le pité técnica ni nada. Prefiero no decir lo que me dijo.
Y no le volvió a hablar.
No. Nos vimos al mes, jugaba en España entonces él. Y evidentemente mantuvimos las distancias.