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Un magistral Ricky Rubio tumba al anfitrión y conduce a España a cuartos (73-56)

La muñeca del base de El Masnou, determinante en el pase de España a cuartos de final del Eurobasket.

Ricky comandó el triunfo de España | EFE

A lo largo de su carrera, Ricky Rubio las ha visto de todos los colores. Ha escuchado elogios casi antes que nadie, desde que debutara en la ACB con 14 años, o quizá desde aquel triple imposible en la final de un Europeo cadete ante Rusia, en Linares, el día que hizo una estadística para la historia, con 51 puntos, 16/25 en tiros de 2 y 2/6 en tiros de 3, 24 rebotes, 12 asistencias, y 7 robos de balón. Pero desde luego, el de El Masnou ha visto y oído cientos, miles de críticas hacia su persona, por la que ha sido la lacra más pesada de su carrera, aparte de las lesiones: su eficacia en el lanzamiento exterior. Un hecho que durante años le ha hecho parecer peor jugador de lo que era, sufriendo con defensas zonales en Europa, y perdiendo prestigio en su aventura NBA, pese a sus muchos otros valores.

Por eso, Rubio necesitaba un partido como el de los octavos de final de este Eurobasket, donde su muñeca fuera decisiva, para demostrar lo que empezó a vislumbrarse en la recta final del pasado curso en la liga americana: que su confianza había vuelto a fluir. Efectivamente, que la victoria española (73-56) se produjera sin necesidad de sufrir más de la cuenta ante un ambiente hostil como casi sólo los turcos saben producir, fue en buena medida gracias al acierto del base, letal en el último cuarto, con dos de sus tres triples totales cuando más quemaba el balón. En el Sinan Erdem de Estambul, muchos de sus haters, esa palabra tan de moda para calificar a los críticos desmedidos, tuvieron que rendirse al acierto del catalán. En la victoria ante Turquía, Ricky empezó a olvidar el gran hándicap de su carrera. La redención está en camino.

Llegaba España al partido como gran favorita, ante una Turquía a priori sin demasiados argumentos más allá de la localía para oponer resistencia a los de Scariolo. El partido empezó, precisamente, con el primer triple de Rubio, como si de un aviso a las hordas otomanas se tratase. En ellas, Ufuk Sarica, seleccionador turco, sabía que sus opciones en el partido pasaban por disminuir el impacto de los hermanos Gasol, de ahí su apuesta de salida por dos pívots muy grandes, Erden y Sanli, que por cierto le salió mal: tanto el segundo, como su sustituto, Hersek, se cargaron rápidamente de faltas, con España marcando ya ventajas importantes al final del primer cuarto, pese a no jugar con la fluidez deseada (19-10). Un alley oop más un triple del mayor de los Gasol amenazaron con que no hubiera partido (24-12), más aún con el mal inicio de Osman, la gran estrella local. Fue entonces cuando emergió Korkmaz, autor de 20 tantos, y casi el único exponente local en ataque en la primera parte, en la que superó a claramente la marca de San Emeterio, explotado por las dos rápidas faltas de Juancho Hernangómez. Aferrados a él, y al espeso ataque español, con demasiadas imprecisiones en el pase, los hijos de Ataturk se plantaron con más vida de la que merecían en el descanso (33-25).

Más que mejorar, la dinámica del segundo cuarto sólo fue a peor en el tercero para España, casi cortocircuitada en ataque. Siempre se mantuvo por delante, pero el despertar de Osman y la opacidad en pista delantera pudieron costar un disgusto ante un rival más entonado. Turquía apenas logró acercarse a tres puntos en los peores minutos de España, con los Gasol lejos de ser diferenciales. Llegados a ese momento, los de Scariolo se aferraron a la genialidad de un Sergio Rodríguez (11 puntos, 9 asistencias) capaz de encontrar ese pase diferencial, o ese tiro letal al límite del tiempo, como el que cerró el tercer parcial con un sopapo en las bruces de los miles de turcos presentes en el Sinan Erdem (49-43).

Con el Chacho multiplicándose, a España le valían dos caminos. Uno, el libreto clásico, con la irrupción de los Gasol. El otro, como prueba casi de aptitud para los menos esperados, algún paso al frente. Ambos se produjeron. Y el primero en asumir galones fue Juancho Hernangómez, con un triple y dos tiros libres casi seguidos para silenciar una grada muy metida en el juego, volviendo España a vivir por encima de los diez de ventaja (56-45). El siguiente arreón turco fue obra nuevamente de Korkmaz, que dotó de esperanza a Estambul a cinco minutos (56-50), hasta que Ricky Rubio se hizo el amo del partido. Como si se tratase de ese manotazo sobre la mesa que llevaba esperando el baloncesto español un tiempo, el base anotó dos triples letales que, junto a dos aciertos más desde la línea, finiquitaron el pase a cuartos sin angustia, refrendado por el buen sprint final de Pau Gasol (11 puntos 7 rebotes). Bendita solución, pues meterse en un final apretado habría sido adentrarse en el terreno de lo no deseable y pulsar el nivel de un arbitraje ante el que, por cierto, España no deberá quejarse de lo visto en el partido.

En cuartos espera Alemania verdugo de Francia, entregada a la velocidad del base Dennis Schröder y su legión de tiradores abiertos. Será el día 1 después de la gran redención de la muñeca de Ricky Rubio, que suma 12 de 25 triples en el torneo, un fantástico 48%. El día que tanto esperaba alguien del que llevamos oyendo hablar casi toda la vida, y que apenas cuenta aún con 26 años. Si sigue con esta confianza, tiene todo el tiempo del mundo para ser una leyenda.

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