- ¿Por qué quieres entrevistarme?
- Es usted Svetislav Pesic, creo que sólo eso ya es suficiente motivo, entrenador, ¿No cree?
-(Sonrisa)Está bien, hagámoslo, pues. ¿Cuándo te viene bien?
A sus 67 años, y disfrutando de un año sabático tras abandonar la disciplina del Bayern de Munich por problemas físicos, Svetislav Pesic (Novi Sad, 28 de agosto de 1949) observa la vida desde la enorme sapiencia de una carrera impresionante, no sólo en los banquillos sino, donde es menos recordado, también en la cancha. Cargado de sarcasmo, rebosa amabilidad en el trato cercano pese a esa fama de sargento de hierro labrada durante casi cuatro décadas como entrenador. Durante la celebración del Zadar Dogus Basketball Tournament, café mediante, el técnico serbio repasa una vida entera ligada al balón naranja, en la que entró en los banquillos casi por accidente. Y reivindica, y de qué manera, su faceta como jugador, quizá olvidada por las nuevas generaciones.
P: ¿Cómo está su rodilla?
R: Bueno, es el resultado de mi carrera en el baloncesto. Se lesionó por primera vez en el año 69, jugando para el Partizan. Sin operarme, jugué toda mi carrera hasta los 30 años. A esa edad, como jugador del Bosna, ganando una Copa de Europa, acabó mi carrera. Tuve muchos dolores en la rodilla derecha y ya no podía jugar más. Es la rodilla derecha, ya me he operado tres veces. Debí hacerlo en 2014, pero ya sabe la historia, cuando Uli Hoeness, entonces presidente del Bayern, fue condenado a prisión, pensé que no era el momento de operarme, que debía seguir al pie del cañón. Pero he tenido bastante dolor estos años, también ya en la rodilla izquierda.
¿Entiendo por tanto que no es el final de su carrera, sólo un hasta luego?
Ahora mismo me siento bien sin baloncesto. Todos me preguntan por lo mismo, y realmente tengo que decir que no lo sé. Estoy concentrado en rehabilitarme y estar en un gran estado de forma, porque ahora sé qué es lo importante cuando te operas. Si tienes un problema, tienes que respetar más de lo habitual tu estado físico. Y ahora quiero pensar en mí, es la primera vez que pienso en mí y no en otras personas. Ya veremos, por el momento no tengo ningún plan relacionado con el baloncesto.
Hoy día, todo el mundo le respeta como un gran entrenador, hábleme de su carrera como jugador.
Fui uno de los mejores bases jóvenes en mi generación. En el Partizán, perdí un año por la lesión de rodilla, en el menisco. Ranko Zeravica fue mi entrenador en el Partizan. Fue el primer entrenador en el país que compaginaba el puesto en un club con el cargo de seleccionador, antes no podía tener dos trabajos un entrenador. Me seleccionó con otros jóvenes jugadores para el Mundial de Ljubljana en 1970 (Nota: finalmente no estuvo en la plantilla definitiva de Yugoslavia para el torneo). Tuve una buena carrera, perdí ese año por la rodilla. Al final, acabé en Sarajevo, en el Bosna, porque Boza Tanjevic era mi amigo, habíamos jugado juntos en Belgrado, y cuando se hizo cargo del Bosna me pidió que les echara una mano, y allí acabé. La de Sarajevo fue una gran época, subimos desde la segunda a la primera yugoslava, y la ganamos tres veces, ganamos la Copa, y en abril de 1979 fuimos campeones de Europa. Fui uno de los mejores bases de todos los tiempos, creo.
Pero desde luego, parece que se le reconoce menos el mérito que como entrenador, ¿No?
No lo sé, eso deben decirlo los demás. En aquel momento, era muy feliz. Estoy muy satisfecho de mi carrera como jugador.
Allí coincidió con Mirza Delibasic, todo un mito en España.
Yo era el base, y él era el escolta. Venía desde Tuzla, yo ya estaba en el Bosna, él llegó en la 72-73, cuando subimos a la primera división yugoslava. Tenía 18 años.
En el mismo Bosna en el que colgó las botas de forma prematura, una llamada del presidente le hizo tomar las riendas del equipo, pese a que, tras estudiar Económicas, sus miras estaban puestas, una vez retirado como jugador, lejos del baloncesto, al menos en lo que a los banquillos se refiere. Era 1982 y en su primer año llevó al Bosna a un nuevo título de la liga yugoslava. Ahí empezó una carrera meteórica como uno de los grandes estrategas europeos, y que muy pronto le permitiría liderar a una de las mayores conjunciones de talento, si no la mayor, que jamás vieran las canchas del Viejo Continente.
Tengo que preguntarle por Kukoc, y aquel partido en el Mundial Junior de Bormio contra Estados Unidos, con los 11 triples y usted como seleccionador.
Para mí es la mejor selección que he visto. Formada por jugadores del 67 y 68, como Radja, Kukoc, Djordjevic, Divac, Ilic, Pecarski, Alibegovic… Una de las mejores selecciones de todos los tiempos en la historia del baloncesto europeo. Hemos visto a la generación de Petrovic, o a la de Gasol y Navarro del 80 y 81, pero aquella… Todos acabaron jugando en la NBA, o con una carrera muy respetable en Europa. Ganaron muchas cosas, el Europeo cadete del 85, el Europeo junior del 86, el Mundial de Bormio del 87, ganaron dos veces a Estados Unidos, tanto en el grupo como en la final. En aquel partido Kukoc logró lo que hasta hoy no conozco a nadie que haya hecho, con los once triples. En la final, Divac metió 21, Radja otros 21, jugamos muy bien. Una vez era Kukoc, otra Djordjevic, la siguiente Divac.
Cuando les entrenaba usted en esa época junior, ¿Era ya consciente de lo buenos que iban a ser uno por uno?
Ahora todo el mundo sabe lo buenos que fueron, pero en aquella época… La primera característica del baloncesto yugoslavo era un tipo de selección muy específico, y en segundo lugar, nuestro método de trabajo. Eso era lo que nos hacía diferentes a otros países. Quizás alguien puede decir que no existía la escuela yugoslava, pero claro que existía. Teníamos todo lo que necesita una escuela de baloncesto: la selección, el método de trabajo, una táctica específica, y la capacidad de llevar a cada jugador a su posición ideal, que es algo que no es un trabajo fácil para el entrenador. En esa época, teníamos bases de 2 metros, aleros de 2.10, y ala pívots de 2.03. Era un trabajo muy organizado, por la federación, los clubes, los entrenadores. En los 70 y 80, la liga yugoslava era la mejor de Europa, todo el mundo hablaba de Italia por los americanos, pero nosotros jugábamos sin extranjeros. Cuando nosotros con el Bosna ganamos la Copa de Europa en 1979 ante el Emerson Varese, lo hicimos sin jugadores internacionales. Teníamos que trabajar para producir nuestros propios jugadores. No espiábamos por ahí para traer jugadores de España, o Estados Unidos, sino que invertíamos el tiempo en formar a los nuestros. Esto era lo que hacíamos distinto a otros países, como Italia, España, o más tarde, Grecia.
¿Qué hay que de aquel Eurobasket del 93 con Alemania, una de las grandes sorpresas de siempre?
Desde luego, ese Europeo que ganamos contra Rusia en la final fue una sorpresa para todo el mundo.
¿Incluso para ustedes?
Para nosotros también, para mí incluso. Yo sabía que el equipo podía hacer un buen torneo. Claro que es muy difícil, entonces y hoy, decir que vas a ganar un Europeo o un Mundial. Pero ya habíamos jugado un gran preolímpico en 1992, en Murcia, contra Croacia por ejemplo, en lo que era el debut croata como país a nivel oficial. Tenían a Petrovic, Kukoc, un equipo excelente que llegó a la final en Barcelona en los Juegos Olímpicos. Y ganamos a Grecia, con Galis, Yannakis, etc. En el primer partido en los Juegos, en Badalona, era el partido inaugural, y ganamos a España. Quizá no te acuerdes de eso.
Le aseguro que como español aficionado al baloncesto, recuerdo demasiado bien Barcelona´92…
Sí, no fue un buen torneo para España. Como le digo, no éramos malos, no. Así que en 1993 éramos un equipo muy competitivo, producto de varios años de trabajo continuado. Tras Bormio, en 1987, acepté el cargo de seleccionador alemán. Por aquel entonces nadie quería ir a la selección. Fueron terribles momentos para mí, porque yo, como yugoslavo, venía de un sitio donde todo el mundo quería jugar por el equipo nacional. Cogí a Alemania, un equipo con talentos jóvenes, como Henning Harnisch, gente como Detlef Schrempf, Uwe Blab, claro, o Christian Welp, ¡Pero ninguno quería jugar! Fue un trabajo muy difícil para mí, convencerles de jugar para la selección. Pero este trabajo, si la gente me pregunta por mi mejor momento, puedo coger varios como entrenador, pero para mí fue muy importante por el trabajo continuado. Cuando gané la Euroliga con el Barça, fue un gran momento, claro, fui muy feliz, pero si tengo que elegir un resultado en mi carrera, diría que fue Bormio en primer lugar, y luego el éxito como seleccionador alemán. En tercer lugar sería mi etapa en el Alba Berlín. En el resto de sitios me ha ido bien, por ejemplo en Valencia, no ganamos nada, pero jugamos un gran baloncesto. Pero ese trabajo en la selección alemana fue muy importante para el baloncesto allí y para mí también. Antes de eso era Pesic, sin más, después ya me convertí en Svetislav Pesic. Todo el mundo ya sabía quién era ese Pesic.
Y es que Alemania es parte fundamental en la vida del técnico, producto del baloncesto yugoslavo, pero con una dilatadísima trayectoria en el país teutón, donde fue entre otras cosas, seleccionador y, posteriormente, entrenador de dos de sus grandes potencias: Alba Berlín y el reciente Bayern de Munich. Un país el alemán al que le cuesta enamorarse del baloncesto, pero en el que, sin prisa pero sin pausa, el deporte de la canasta crece hacia convertirse en un referente continental, a lomos de una cultura deportiva muy diferente a la de latitudes más meridionales. Ahora, rozando los 70, y henchido por un curriculum al que muy pocos pueden siquiera acercarse, contempla con calma el futuro, con enorme ilusión por el renacer del orgullo `plavi´.
¿Qué pasa con el baloncesto alemán, por qué no arranca? Tienen una gran organización, dinero, gente que va a los partidos, buenos clubes, ¿Qué necesitan para dar el paso al siguiente nivel?
Alemania no es Italia, España o Grecia. Tienen otra mentalidad a los países del sur. Ellos piensan que deben ir lentamente, sin intromisiones, todo bajo control y según las reglas. Allí tienen una frase que usan mucho, "langsam, langsam, aber sicher" (despacio, despacio, pero con seguridad). A veces es bueno y a veces no. Pero en todo caso, ahora hay una liga muy competitiva. Pero claro, el fútbol es como en España. Pero el balonmano podríamos decir que es el deporte alemán por excelencia. Tienen la mejor liga del mundo, la selección es campeona de Europa y bronce olímpico en Río, y por ello, definitivamente, el baloncesto está detrás. Por patrocinadores, por los presupuestos de los clubes, por el interés de la gente, etcétera, etcétera. Allí no se invierte el dinero que no se tiene, como en otros países. Ese fair play financiero del que habla la Euroliga, ¡Eso no existe! En Alemania si hay un presupuesto, todo el mundo cobra todo.
¿En España no es así?
España no está mal, mucho mejor que otros países desde luego. No quiero hablar sobre otros países. Hay muchos jugadores en muchos clubes que no reciben su dinero. El baloncesto europeo necesita tener más claridad fuera de las canchas. Y esa claridad llegará. Pero con el tiempo.
¿Piensa entonces que el futuro será bueno para el baloncesto alemán?
Creo que si hablamos país por país, la liga alemana tiene las mayores opciones, no sólo de dar un paso adelante, sino de convertirse en una de las mejores ligas de Europa. Creo que en 2020 puede ser ya tan competitiva como la Liga ACB.
¿Cree que la ACB es todavía hoy la mejor liga de Europa?
Creo que sí. Por organización, seguro. Lo que no es demasiado bueno para la liga es que ahora empieza a haber mucha diferencia entre los cinco o seis mejores equipos y el resto. Pero por el interés en la gente, los aficionados, los medios de comunicación, y sobre todo por la organización, la ACB sigue siendo por el momento la mejor liga de Europa.
¿Le llamó alguien de Barcelona el verano pasado? Se especuló con ello en España.
No, no... Bueno, me llaman todos los años.
¿Pero para ofrecerle un contrato?
No, no. Para eso no (sonríe).Me gusta el Barça. No puedo olvidar mi etapa allí, mi casa, mis experiencias en el Barça. Pero tengo una filosofía, y es que allí donde he triunfado nunca vuelvo.
Eso es interesante, ¿Entonces sí se podría plantear entrenar algún día al Real Madrid, por ejemplo?
Todo es posible.
¿Qué le parece la nueva generación serbia, esta selección de Djordjevic?
No es la mejor plantilla que hemos tenido desde los años de Yugoslavia, pero como equipo son realmente buenos. Creo que Sasha saca el máximo potencial del talento del jugador, y la mayor característica de este equipo, como en Argentina, es que todo el mundo quiere jugar ahora en el equipo nacional. No quiero decir que eso no pase en España, Gasol o Navarro siempre quieren jugar. Los serbios de ahora están motivados para jugar por su país, como los argentinos. Esto es algo realmente importante. Hoy día, los jugadores tienen una temporada que va de septiembre a mitad de junio, y no es fácil encontrar gente a la que pedirle un esfuerzo extra, en potencia, en fuerza, en entrega, en motivación, para jugar una vez más, un torneo más. Creo que no tenemos a la gente con más calidad, pero tenemos un equipo. Claro, Serbia somos ocho millones, no veinte como Yugoslavia, y no tenemos tanta gente como en el pasado. Pero hay, claro que hay jugadores, que podemos mejorar, que pueden ser estrellas al menos a nivel europeo.
¿Qué pasa con un tipo como Marjanovic? ¿Por qué cree que no cuenta para Djordjevic?
Es sólo un buen jugador. Puede jugar, claro, pero no es tan importante como la gente quiere decir. Es un buen tío, que ha mejorado. Juega en la NBA, pero eso no es realmente importante para mí. Para mí los jugadores NBA, los que yo llamo así, son los Gasol, Sabonis, o Divac, ¡Eso es un jugador NBA! ¿Los demás? Son buenos jugadores, pero no realmente con calidad NBA. Marjanovic es importante, pero el equipo serbio, creo, puede jugar sin él.
¿Qué opina de este nuevo formato de la Euroliga?
Cuando se toma una decisión como es la de jugar con dieciséis equipos, treinta partidos, creo que la Euroliga ha tenido la suficiente responsabilidad, tras el necesario análisis, para hacerlo, para mejorar el baloncesto del futuro. Pero realmente, a lo mejor yo soy de la vieja escuela y cuando se trata de baloncesto suelo mirar a largo plazo, a lo lejos, tres pasos más allá, no sólo uno, y tengo mucha curiosidad por ver qué va a pasar tras esta temporada. No veía argumentos a priori que hicieran necesario este formato. Respeto la decisión, pero no veo suficientes argumentos para no dejar el sistema previo. Esta es mi opinión.
Cuando el reloj acecha, concluye la charla con Svetislav Pesic, que, casi tan delgado como cuando era jugador, y con una ligera pero ostensible cojera, se dirige en un despiste del redactor a buscar a la camarera del lugar, tratando de abonar las consumiciones que acompañaron a una placentera y reposada conversación, en la que muchos temas quedaron sin tocar, como no puede ser de otra forma cuando uno tiene enfrente a una institución de exquisita educación como el serbio y al tiempo como enemigo.
-Por favor, entrenador, permítame, pero esta la pago yo.
-Está bien, hombre, muchas gracias por todo.