Cuando la Liga ACB decidió, en 1987, empezar a emplear el formato de final a 8 para dilucidar el título de la Copa del Rey, probablemente no imaginara lo que ese cambio supondría a medio plazo en el baloncesto español. De un tiempo a esta parte, especialmente a partir de finales de la década de los 90, el torneo copero se convierte cada año en la cita inexcusable a la que miles de aficionados de toda España acuden, muchos de ellos año tras año, como si de una peregrinación se tratase. Y entre todos ellos, claro, hay personajes sospechosamente habituales, si se permite la expresión. Es el caso de Javier Pérez, valenciano de 51 años y residente en Godella, que en Vitoria ha vivido la que es su 19ª Copa del Rey consecutiva. Una circunstancia que ha llevado a la propia ACB a premiar su fidelidad con dos abonos de cara a la próxima edición, en Gran Canaria.
El suyo fue un proceso iniciado en 1999 precisamente en Valencia, y casi de casualidad. "Entonces llevaba el restaurante del Club Náutico, y tenía mucho trato con la gente de Valencia Basket, que iba por allí. De hecho, las primeras entradas me las dio Miki Vukovic", recuerda, afirmando que con el entrenador serbio le unía una "relación personal, porque vivía en Godella, como yo". Era aquella una de las épocas doradas del club levantino, con dos estandartes de esos que quedaron grabados a sangre y fuego en la memoria del aficionado, como Nacho Rodilla y Víctor Luengo, que llevaron a la entidad taronja a ascender a la ACB en 1996, y por la vía rápida, instalarse en la elite de la canasta nacional.
Y es que sería en 1998 cuando el entonces Pamesa lograría su único título copero hasta la fecha, en el Polideportivo Pisuerga de Valladolid. Con cierta sorna, Javier recuerda que es "la última Copa en la que no estuve. Me engancho al año siguiente a ganar, en una organizada en Valencia". Desde entonces, e incluyendo la del recientemente finalizado torneo en Vitoria, Pérez ha visto a su equipo en cuatro finales. "Tres en Vitoria, una contra Estudiantes, otra contra el Barça, y ésta contra el Madrid, y una en Madrid contra el Baskonia", rememora, sin obviar que "desde que voy no hemos ganado ninguna". Seguramente por eso, piensa al ser cuestionado por su mejor edición que "la estoy esperando, porque será en la que ganemos". Eso sí, con tanto bagaje a sus espaldas, tiene claras sus prioridades en cuanto a sedes: "Vitoria es especial, Madrid me gusta porque soy un comodón y la movilidad es muy sencilla, pillo el hotel cerca del Palacio y moverse es fácil con el metro. Málaga también es un gran sitio". Igualmente, reconoce que la Copa que menos le gustó fue la de 2012 en Barcelona, debido a que "jugar en el Palau Sant Jordi no es cómodo, está muy lejos de todo y no es fácil moverse".
Fue justamente esa edición de la Ciudad Condal una de las dos únicas en que Valencia Basket no se clasificó en las dos últimas décadas. Pero Javier estuvo igualmente allí, como manda su tradición, familiar ya cuando es posible. "Al principio iba solo, y luego ya con mi hijo, que lleva diez. Mi mujer, profesora, sólo ha podido venir en tres ocasiones, alguna vez coincidió con la semana de Fallas y pudo escaparse. Por ejemplo, el año pasado en La Coruña fuimos toda la familia, los cuatro", señala.
Pero sería en 2007 en Málaga, en la otra edición sin los levantinos de las veinte últimas, cuando la racha de Javier Pérez pudo romperse. Hasta veinticuatro horas antes no consiguió los abonos. Tras obtenerlo, cuando ya no lo esperaba, no lo pensó, carretera y manta: "las entradas aún no se vendían por internet, sino por a través de los clubes. Y al no clasificarnos, el gerente me dijo que no podía conseguir nada. El miércoles previo al torneo a las 18:30 me llama y me dice que tiene dos abonos. Así que encontré un hotel en Torremolinos y me fui para Málaga con el niño. Fue su primera vez, por cierto. Pensaba que ahí se cortaba la racha, pero se pudo seguir", expone.
Una serie que el valenciano quiere seguir prorrogando, más aún con los dos abonos que ya tiene asegurados para dentro de doce meses. Sin embargo, la logística para la cita de Gran Canaria no es la ideal, y el sobrecoste está asegurado. "Para los que vamos es peor por el tema del avión, aunque el pabellón está realmente bien. En 2015 me lo monté bien, porque pude pillarme una semana de vacaciones y me fui con mi hija, la única vez que he ido a solas con ella. Pero no todos los años puedes tener una semana. Al final lo más probable es que, si se mete Valencia, me vaya en el avión del club, que es lo más fácil. Suele haber chárter, y aunque salga un poco más caro, la idea es esa", apunta.
Y es que no todos los años resulta sencillo organizarse. Este mismo, por causa de fuerza mayor, pues la propia ACB tardó muchísimo en anunciar la sede de Vitoria, algo francamente inhabitual. Y que, sin embargo, sirvió a Pérez para ahorrar unos euros. Así lo explica: "tuve suerte, porque me la jugué y salió bien. Estaba desesperado, hablando con el club, incluso con amigos de Vitoria… Me llegó la información de que, aunque no estaba confirmado oficialmente, iba a ser aquí. Así que compré los billetes de avión antes de que fuera oficial, a sólo cincuenta euros cada uno. Lo peor que podía pasar era que perdiera cien euros. Pero salió bien, y me he ahorrado 400 o 500 de avión fácilmente". Y es que, tras tantos años de aficionado nómada por la geografía española, Javier asegura tener buenos amigos ligados al baloncesto en casi cualquier rincón, con lo que no falta a su cita una vez al año. "Aquí en Vitoria tengo a mi lado a dos de Unicaja, detrás amigos del Baskonia, cuatro del Barça y cuatro del Madrid. Y estamos allí más bien que bien. A los del Madrid les cantamos que era campo atrás, evidentemente, pero estamos todos ahí. Dieciséis personas juntas, cada una con sus colores, pasándolo bien", afirma orgulloso.
Merced a sus muchos años en Barcelona, reconoce que su segundo equipo es el azulgrana, y que llegó incluso a tener un dilema moral entre ambos, aunque "por el trato que tenía con la gente del club, un día en un Valencia-Barça noté que cerraba los puños cuando las canastas eran de los de naranja, y me di cuenta de que iba con Valencia Basket. Pero es verdad que de cara a la Copa tengo esa segunda opción". Sin embargo, el crecimiento progresivo de los taronja mantiene ilusionado a uno de sus más fieles aficionados desde hace veinte años, y que tiene claro que el principal motivo del éxito naranja tiene un nombre: "Juan Roig, el día que se vaya… Está poniendo mucho dinero. Pone ocho o diez millones al año. Necesitamos un proyecto con cierta estabilidad en Euroliga, y este año tenemos dos vías para conseguirlo, por la ACB o la Eurocup, que se nos ha puesto muy bien. Ganando todo en casa nos la llevamos, aunque el Khimki será un rival muy difícil en la próxima ronda".
Andanzas y aventuras de un viajero empedernido ligado a una pasión, el baloncesto, que cada año, en febrero, tiene entre ceja y ceja reservar cuatro días para viajar al que, en buena medida, ya es "su" torneo. No perdona una, y tiene muy claro que, mientras pueda, así será. De hecho, reconoce sincero que "no me gusta nada que la Copa sea en Valencia. Tienes que viajar. Las dos que hubo allí trabajé por la mañana y por la tarde iba al pabellón… Y no, no es lo mismo. Me voy a la Copa y me olvido, y no doy de baja el móvil porque es imposible. Pero no, no la quiero en Valencia".
Por suerte para él, con la actual política de la ACB, no es viable que eso se produzca, pues los 8.500 espectadores de La Fonteta son a todas luces insuficientes para una competición que ya no contempla recintos inferiores a los 10.000 en ningún caso, y que en Buesa Arena ha batido su récord histórico de asistencia, con 103.968 espectadores totales. "Y yo que me alegro", reconoce sonriente. Le tocará seguir viajando.