Dar un paseo por el Museo Drazen Petrovic en Zagreb, la capital de Croacia, debería ser, para los aficionados más nostálgicos del baloncesto de los 80, algo así como una peregrinación a La Meca. Un acto de obligado cumplimiento para introducirse, en pleno corazón zagrebí, en el legado de uno de los mayores mitos de la historia del baloncesto. Nacido en Sibenik, en la costa dálmata, el 22 de octubre de 1964, Petrovic, el genio de Sibenik, Amadeus, Petro, o el Mozart del baloncesto, esa figura rebosante de carisma que enganchó a medio continente al balón naranja hace tres décadas, tienen su merecido homenaje junto a la Torre Cibona de la principal ciudad croata.
La exposición es un recorrido por la vida del baloncestista, donde rebosan los trofeos, las imágenes icónicas, y el recuerdo de buenos y malos momentos, tanto en Europa, ya sea en el Sibenka de su ciudad natal, en la Cibona de Zagreb, donde alcanzó la primera plana informativa definitivamente, en su paso por el Real Madrid, o en la NBA, en Portland Trail Blazers y en New Jersey Nets, donde eclosionó como una de las primeras estrellas no estadounidenses en la NBA. Y por supuesto, a nivel de selecciones, primero con Yugoslavia, y posteriormente con Croacia.
Pero el repaso al fenómeno Petrovic tiene también su lado oscuro, no sólo en lo deportivo. La Guerra de los Balcanes le marcó en buena medida, como a todo exyugoslavo, convirtiéndose en un referente y una voz para el nacionalismo croata. Y, por supuesto, su trágica muerte, en una carretera alemana, de regreso del Pre-Europeo de Polonia de 1993, supuso un hondo mazazo para un país en plena construcción y elevó definitivamente su figura a la una de las mayores leyendas de la historia del deporte europeo. Un diablo en la cancha, con un carácter descomunal, odiado por rivales y adorado por los suyos, como bien sabe la afición del Real Madrid, ante la que pasó de villano y enemigo público número uno a héroe idolatrado con su fichaje por los de Concha Espina.
Volviendo al paseo por el museo que la madre del jugador, Biserka Petrovic, gestiona en Zagreb, existe tras las vitrinas, entre medallas, copas, galardones y fotografías de todo tipo, un documento que a algunos helará a la sangre. Al poco de iniciar la visita, en la primera vitrina expuesta, una antigua tarjeta luce una fotografía del joven Petrovic, con su peculiar cabellera frondosa y rizada de juventud. No es ni más que la osobna karta, a la sazón el documento de identidad del entonces adolescente, que guarda una macabra casualidad. Dicho título fue realizado el 7 de junio de 1983 en Sibenik y constaba de una caducidad de 10 años. Algo que no pasaría de ser un mero formalismo de no ser porque el accidente en el que perdió la vida el entonces jugador de los New Jersey Nets fue, precisamente, el día 7 de junio de 1993. Una estremecedora serendipia que, para muchos, no será más que una casualidad, pero que para no pocos pasará, tras conocerlo, a formar parte de esa magia que rodea al sensacional deportista adriático, leyenda hoy no sólo en su país, sino en España pese a haber jugado sólo una temporada en la liga ACB.
Muchos más detalles como éste que rodean al mito de Sibenik serán desvelados el próximo domingo 20 de noviembre en esRadio, a partir de las 23:00 h, con motivo del programa especial de Tirando a Fallar que se realizará en el Museo Drazen Petrovic desde Zagreb junto a Biserka y Aleksander Petrovic, madre y hermano del legendario baloncestista.