Los estudiosos de diferentes mitologías hablan del Ave Fénix como un enorme pájaro envuelto en llamas que fue, entre otras cosas, el único animal del Jardín del Edén capaz de resistir la tentación, lo que le hizo ganar la eternidad. No pocas doctrinas y concepciones religiosas se han alimentado durante los años de este mito del ave que, cada 500 años, se consumía por la acción del fuego, para posteriormente resurgir de sus propias cenizas, comenzando un nuevo ciclo.
Cuando uno echa la vista atrás, a la temporada pasada sin ir más lejos, observa que una de las más preciadas especies del baloncesto español, el Club Saski Baskonia, estaba pasando los peores momentos de su existencia reciente. Lejos de épocas pretéritas en que su plumaje, blanco o azulgrana, ya fuera como Taugrés o Tau Cerámica principalmente (pero también con ramalazos de éxito como Caja Laboral), asombró a Europa, compitiendo cara a cara a las grandes potencias del continente desde una ciudad que no llega al cuarto de millón de habitantes. Desde que a principios de la década de los 90, el carácter Baskonia comenzara a molestar a los históricamente más poderosos, no se había marchado de ahí en más de 20 años, su afición de había convertido en la más admirada de España, motor imprescindible para entender lo que son hoy las copas del Rey, competición de culto para el hincha español a la canasta. 3 títulos de la ACB, 6 del torneo del ko, 4 Supercopas, una Eurocup, en 1996, cuando definitivamente el equipo vasco se hizo mayor de edad, y 4 presencias consecutivas en la Final Four, entre 2005 y 2008, en la época más gloriosa de un grupo inolvidable con sangre argentina y rigor balcánico.
Pero hace poco más de un año, todo aquello se iba por la borda. El Laboral Kutxa se quedaba fuera incluso de la Copa del Rey de Gran Canaria lo que, además de una horrible noticia para los hosteleros de la isla, significaba sin duda el punto álgido en la crisis de un club que estaba ya muy lejos de ser altamente competitivo a nivel continental, y que estaba incluso dejando de serlo a nivel nacional. A lomos de la crisis económica, antes de la que habían llegado el imponente Fernando Buesa Arena, el mejor pabellón de baloncesto en España, o su anexo, el BAKH, una instalación de ocio y polideportiva para el uso y disfrute de los vitorianos, la entidad dirigida por Josean Querejeta había dejado de ser un caramelito para los principales nombres del baloncesto europeo. Ello, unido a que la gallina de los huevos de oro del mercado sudamericano, desde donde llegaron, casi imberbes, los Scola, Nocioni o Splitter, ya estaba siendo explotada por clubes con mucho más poder económico, dejó al Baskonia en una situación de complejo crecimiento para una ciudad de tamaño medio. Competir con los transatlánticos de Moscú, Estambul, Madrid, Barcelona, Tel Aviv o Atenas, parecía, sencillamente, imposible. Casi lo era hacerlo con Málaga, Valencia, y hasta Bilbao, el peor ultraje para el aficionado baskonista, como para soñar con cotas mayores.
No había motivos para el optimismo entre el aficionado gasteiztarra. La temporada 14/15 fue una auténtica locura hasta la llegada de Ibón Navarro, el eterno ayudante, al banquillo. Durante la recta final del 2014, casi cada semana se producía un alta o una baja en la entidad. Fichajes muchos de ellos de medio pelo, lejos de la pomposidad de la incorporación de Lamar Odom, pero de rendimiento tan pobre como el del ex laker en el curso previo en la mayoría de casos. Desde que asumió Navarro las riendas del caballeroso pero superado por los acontecimientos Marco Crespi, la nave vasca enderezó en cierta medida el rumbo, logró clasificarse para los playoffs de la Liga Endesa, y el anunció de la no continuidad del hoy técnico del ICL Manresa sorprendió a muchos. El capitán que había enderezado una nave a la deriva era despedido tras llegar a un puerto cuanto menos aceptable. La marea volvía a estar a la vuelta de la esquina, entre bandazos constantes. Josean Querejeta, presidente modélico y enviadado en las vacas gordas, no parecía dar el nivel cuando estaban viniendo mal dadas.
Así que el presente curso comenzó con poca esperanza de éxito. Volvía Perasovic a los mandos, toda una institución en Vitoria, pero que salió por la puerta falsa de Valencia tras un primer año memorable. Y sobre la cancha, nombres a los que los principales equipos de Europa ni siquiera tenían en cartera. Una pareja de bases de la que huiría casi cualquier enfermo de la pizarra, formada por Darius Adams y Mike James, llegados ambos en diciembre de 2014, rebotados desde el Sluc Nancy y el Kolossos de Rodas, equipos alejadísimos de la élite del Viejo Continente. Adam Hanga, al que el propio Baskonia cedió por su rendimiento insuficiente, volvía de su préstamo al Avellino italiano, para compartir las alas con el lesionado Davis Bertans, en plena recuperación de una rodilla destrozada, el especialista Alberto Corbacho, cuyo nivel defensivo le aparta del alto nivel tanto como le acerca su muñeca, el esloveno Jaka Blazic, de buen rendimiento, que no estelar, en el Estrella Roja, y el capitán Fabian Causeur, uno de esos tipos que siempre querría uno defendiendo sus colores, pero que no acudió al Eurobasket con la selección gala, plagada ésta de NBAs. En la pintura, Darko Planinic, pívot de rotación correcto, Kim Tillie, un tío de alto nivel para la clase media de la ACB, pero con mucho por demostrar donde se juegan los títulos, el pujante pero todavía verde para grandes batallas Ilimane Diop, y un Tornike Shengelia que parecía el elemento más fiable de la zona vitoriana. La pieza que pondría el colofón a la plantilla de Perasovic sería un Ioannis Bourousis con poca actividad en el Real Madrid, y en el que era lógico tener algunas, no pocas dudas, sobre su rendimiento como líder del equipo azulgrana. ¿A qué aspiraban realmente esa mezcla de plantilla y entrenador? Seguramente, alcanzar el Top 16 de la Euroliga, y volver a colocarse entre los 5 mejores equipos de la competición española, ya habrían sido un objetivo valorable. Pensar en unos cuartos de final continentales podía ser descabellado. Alcanzar la Final Four de Berlín, sencillamente quimérico.
Y sin embargo, el maravilloso mundo del deporte es precisamente tan bello porque a veces donde uno menos lo puede esperar salta una chispa capaz de resucitar al Ave Fénix (nombre de origen griego, como el motor baskonista, Bourousis, como no podía ser de otra forma). La ejemplar temporada del Laboral Kutxa le tiene por méritos propios en la final a cuatro de la Euroliga, que arranca este viernes en Berlín. Pivotando alrededor de un Bourousis que parece un vitoriano más, y que se encuentra tan feliz como en sus mejores años en El Pireo, los hombres de Perasovic han cuajado un baloncesto de enorme intensidad durante todo el año. Adams ha vuelto loca con sus inacabables recursos técnicos a media Europa, como James con esos muelles descomunales que le hacen imparable en carrera. Causeur y Shengelia, cuando estuvieron sanos, tiraron del carro como se esperaba de ellos. Tillie encajó como un guante en un juego interior donde todo lo absorbe Bourousis, y en el que Diop progresa adecuadamente como un pívot defensivo a tener en cuenta. Más allá, Bertans ha vuelto con la rodilla a buen nivel, Hanga ha ingresado definitivamente en la elite, pues ya no es sólo físico, sino que han avanzado mucho en lo que a lectura de juego y muñeca se refiere, y Blazic se ha ganado el corazón de los aficionados a base de coraje y bemoles.
En definitiva, que este Baskonia se haya plantado en Berlín es, ante todo, el premio a un trabajo excepcional. En los despachos, y en la pista. Y muy especialmente, una gran noticia para el baloncesto español, que temía perder a una de sus niñas más bonitas para siempre. Pero no, el Ave Fénix ha demostrado que siempre resurge. Acertadamente, su hashtag para la Copa del Rey de La Coruña fue #HemenGaude ("Estamos aquí"). Porque sí, el Baskonia está de nuevo en la elite. Si un día hubo un Baskonia de Scola, Nocioni y Bennet, si antes lo de hubo de Laso, Kenny Green o Ramón Rivas, seguro que esta nueva edición de Bourousis, Adams y Hanga será recordada con los años. Por méritos propios.
Ongi etorri, Baskonia. Faltan bota zaitugu.