Raúl López, el principio del fin de un genio del baloncesto español
El base catalán se retirará a final de temporada, tras una carrera marcada por las lesiones de un jugador con un talento descomunal.
De la jornada 22 de la Liga Endesa bien podría destacarse el triunfo de los cuatro primeros clasificados. Pero este fue el primer domingo en que Dominion Bilbao Basket sabía que Raúl López no volverá a vestir su camiseta, ni ninguna otra, la próxima temporada. Comenzó así la despedida de uno de los mayores genios que haya dado el baloncesto español, seguramente el base más talentoso de nuestra historia junto a Juan Antonio Corbalán, salvada sea la diferencia generacional. Nacido el 15 de abril de 1980, criado en Vic y forjado en la maravillosa cantera del Joventut Badalona, Raúl Lopez Molist ha sido durante su larga carrera un regalo a los ojos del aficionado al baloncesto. Un mago en la cancha que mientras tuvo el sustento de su físico nos hacía saborear lo que estaba por llegar, pero que cuando se quedó sin rodillas mantuvo una de las cabezas más privilegiadas que quien esto escribe haya conocido para jugar a este bendito deporte de la canasta.
Del fin de semana, podríamos quedarnos con una nueva derrota de Unicaja, pero este era el fin de semana de Don Raúl López, aquel jugador en el que todo un Jerry Sloan al frente de los mejores Utah Jazz de siempre, seleccionó como el mejor sustituto para John Stockton, para muchos el mejor base clásico de todos los tiempos. Palabras muy mayores, pero sí, aunque hoy parezca lejano, hubo un día en que los ojos del universo basket vieron en Raúl López a uno de los mejores directores de juego de la siguiente década. Había motivos para ello, pues el talentazo del de Vic no dejaba indiferente a nadie.
Este lunes se podría escribir sobre la reedición de la final de la Copa del Rey entre Herbalife y Real Madrid, donde salió un partidazo con nueva exhibición de un Ayón descomunal, pero este lunes no se puede pasar por alto al mito que empieza su despedida. Llevamos todo el año viendo el tour para decir adiós de Kobe Bryant por la NBA. La comparación es odiosa, pero el baloncesto español debería rendir pleitesía a Raúl López, aquel base eléctrico, completísimo, genial, que lideró a un puñado de compatriotas a proclamarse campeones del mundo junior frente a Estados Unidos, en Lisboa, en una tarde de verano de 1999. En aquel grupo de ingente talento, donde nombres como Navarro, Pau Gasol, Calderón (ausente en ese Mundial), Felipe Reyes, Cabezas, Berni Rodríguez o Germán Gabriel nos hicieron tocar el cielo, dando el pistoletazo de salida a una etapa legendaria para nuestro baloncesto, Raúl López era el capitán. El auténtico líder de un grupo descollante, al que le brotaba el baloncesto por las venas, y en el que el propio López, Navarro, y Germán Gabriel eran los jugadores más talentosos de aquella selección, en la que un desgarbado Pau Gasol empezaba a hacerse un nombre. Pero el mundo da muchas vueltas, ya se sabe.
Este artículo podría versar sobre cómo Baloncesto Sevilla y Movistar Estudiantes deberían tirarse de los pelos tras dejar escapar dos triunfos como visitantes que tenían casi hechos, pero es de recibo que lo que nos amargue un poco en este momento sea pensar qué habría sido de Raúl López Molist de no haber sido por aquellas dos infaustas tardes en la que el ligamento cruzado de su rodilla derecha saltó por los aires. Primero, en Valladolid, con el Real Madrid. Después, en Estepona, con España, a las puertas del Mundobasket de Indianapolis. La segunda ocasión, la recaída, desgarradora, a punto de iniciar su aventura con los Jazz, donde todavía tendría capacidad para mostrar su baloncesto aunque su físico empezara a abandonarle demasiado joven. Para colmo de males, en su etapa en la NBA, la `rodilla buena´, la izquierda, también comenzó a flaquear, haciendo humanamente imposible la aventura americana.
No hubiera sido descabellado escribir hoy sobre que, al fin, Río Natura Monbus volvió a ganar tras una espantosa racha, pero es necesario recordar a un caballero de la cancha que poco a poco se va a despedir de todos. De Raúl López nadie recordará un mal gesto, un desagravio a un rival, o una acción antideportiva. Quizá por lo que nos ilusionó a todos, quizá por a lo que pudo llegar, quizá por la fragilidad que le marcó, pero a Raúl López casi nunca se le abucheó en una cancha (sólo en Badalona cuando regresó con el Real Madrid, pero eso no fueron cuestiones deportivas, claro). Y eso, sabrá el lector, que habiendo jugado en dos etapas diferentes en el Real Madrid, es algo prácticamente inaudito, como si hubiera sido en el Barcelona. Definitivamente, Raúl López era un jugador diferente.
O quizá se pudiera escribir sobre el tantarantán del Laboral Kutxa a sus vecinos bilbaínos en el derbi vasco, pero hoy es un buen día para recordar como Raúl López demostró que su enorme capacidad para jugar al baloncesto le permitió reinventarse como jugador. Que aquel explosivo base capaz de correr la cancha como un torpedo y terminar machacando el aro, con una visión periférica maravillosa, terminó su carrera con evidentes problemas para defender a rivales superiores físicamente, pero a los que todavía era capaz de volver locos por su pura capacidad técnica y su inteligencia táctica. Dominó el bloqueo y continuación como pocos, y lo que nunca perdió fue una cantidad de recursos pocas veces vista, un despliegue técnico sinigual, que le permitió, pese a tener las rodillas de un tipo 15 años mayor, seguir enamorando a los aficionados de Bilbao durante años en la recta final de su carrera. No podía correr y saltar sin parar durante 40 minutos, pero seguía siendo capaz de volver majareta a cualquiera a cada instante.
En definitiva, se podría haber escrito hoy sobre la jornada en la Liga Endesa, pero todo lo que no fuera hacerlo sobre Raúl López habría sido injusto con uno de los más grandes jugadores que ha dado el baloncesto español.
Por tantas emociones, por tanta delicatesen, por tanto tiro sobre la bocina, por tanta finta, por tanta asistencia de locura. Pero también, por tanta amargura, por tanto qué pudo ser y no fue.
Por todo ello, sencillamente gracias Raúl López.
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