Suele decirse habitualmente en el mundillo de la canasta que los campeonatos europeos son competiciones que, por regla general, suelen ser más intensas desde el primer momento que los torneos mundiales. La ausencia de equipos de escasa entidad, asiáticos y africanos principalmente, en los grupos iniciales, hace que, cuando hablamos de copas del mundo, los equipos europeos tengan siempre un par de partidos en la primera fase que pueden terminar siendo poco menos que un paseo, especialmente para aquellos aspirantes a llegar muy lejos. Y eso es algo que rara vez se produce en torneos europeos, y que desde luego en ningún caso va a afrontar la selección española a partir de este sábado 5 de septiembre en Berlín.
El grupo B del Eurobasket, donde jugarán los de Sergio Scariolo, es terreno pantanoso desde su primer partido, que enfrentarán a los españoles con Serbia, vigente subcampeona mundial. No existirá, por tanto, la opción de ir de menos a más, como en los campeonatos de 2009 y 2011, donde, tras arrancar con sufrimiento (cómo olvidar aquel partido ante Gran Bretaña en Polonia), España terminó arrasando a todo el mundo y demostrando que era, sin discusión, el mejor equipo del continente. Este año, empezar con cierta relajación podría mandar directamente a casa al combinado nacional, para empezar, porque el equipo español no es de la profundidad de otrora, con seis jugadores de primer nivel y otros tantos con mucho que demostrar, pero muy especialmente por la entidad de los rivales de un grupo de seis en el que sólo Islandia parece realmente inferior al resto. La citada Serbia, Turquía, Alemania (anfitriona), y la renacida Italia, conforman el grupo más complicado del torneo, haciendo imposible la mínima concesión por parte del grupo de Scariolo.
Comenzando por el primer rival, los plavi parecen metidos en una permanente montaña rusa en las últimas temporadas. Tras renacer de sus cenizas en 2009 (después de una auténtica travesía del desierto desde su oro en 2001), cuando derrotaron a España en el partido inaugural, reeditando posteriormente ese duelo en la final con victoria española, ahora, el equipo es lo que quiera Sasha Djordjevic, que manejó con maestría los tiempos en la pasada Copa del Mundo, asumiendo toda la responsabilidad y la presión y liberando al equipo de la misma hasta alcanzar la final. Sin embargo, los balcánicos han pinchado en hueso en el último lustro cada vez que han partido como favoritos para llegar lejos, al contrario que cuando llegaron como tapados. En esta ocasión, todo el mundo les mira, y Scariolo reconoce sentirse "impresionado" por su juego, probablemente para etiquetarles como favoritos en el grupo. El debut, por tanto, será durísimo, ante los Teodosic, Bjeliça, o Bogdanovic, los líderes de la nueva Serbia.
De Turquía el tópico dice que suelen fracasar cuando juegan fuera de su país, donde fueron subcampeones continentales en 2001 y mundiales en 2010, mientras que fuera del mismo nunca han tocado medalla. El temperamental seleccionador Ergin Ataman ha prometido que la selección tendrá toda la química de la que otros años ha adolecido, pero el grupo es quizá demasiado joven, en pleno cambio de ciclo ya sin los Tunceri o Turkoglu, y con la baja del talentosísimo Emir Preldzic. Como ventaja, partirán casi como anfitriones, pues las gradas estarán repletas por la extensísima comunidad turca en Alemania, dónde sólo serán inferiores en apoyo ante los locales. Los otomanos deberían empezar a ser un valor seguro en Europa, pues sus resultados en categorías inferiores mejoran cada año, pero siguen sin parecer una fuerza lo suficientemente fiable como para considerarles aspirantes a medalla, al menos en el primer grupo de candidatos. Eso sí, son un equipo con muchísimos centímetros, y que habitualmente se le da mal a España, que cayó ante Turquía en 2009 y 2011, pese a que terminara reinando en el continente.
Italia, por su parte, sí parece llamada de una vez a reverdecer laureles. A los transalpinos les sobra el talento, especialmente ofensivo, y se les lleva esperando varias temporadas tras su desaparición del panorama internacional. Simone Pianigiani, reputado entrenador, fracasó en su primer intento en 2013, cuando España perdió con la azzurra aunque finalmente llegara más lejos en el torneo. En esta ocasión, Italia lleva absolutamente todo su arsenal, con su batería de nombres NBA al completo, desde Belinelli hasta Gallinari pasando por Bargnani, Datome o el espectacular Sandro Gentile, estrella en Milán. Será un rival durísimo para España y para elevar el nivel de un grupo de por si terrorífico, obligando a Rudy Fernández a un descomunal esfuerzo para contener a su pléyade de aleros. Y es que si el laureado Pianigiani da con la clave para hacer jugar al equipo, estamos hablando de una de las plantillas con más talento del torneo, si no la que más. Les sobra capacidad para meter puntos y lucir en lo individual, pero está por ver si también para poner el colectivo por encima de lo personal. Ese será el gran reto italiano en el torneo y, si lo consiguen, serán candidatos a cualquier cosa.
Alemania, como anfitrión del grupo, tampoco será una perita en dulce para nadie. Empero, por más que lleve al mítico Dirk Nowitzki, en la que será probablemente su despedida como internacional teutón, y al potente base de los Atlanta Hawks, Dennis Shröder, que hará estragos en los rivales con su potencial físico, no parece que los germanos partan con grandes aspiraciones en el torneo. Eso sí, por la localía del grupo, se hace difícil pensar que no se metan entre los cuatro primeros clasificados y avancen a los 1/8 de final, lo que llevaría acarreado una o varias victorias ante alguno de los rivales más potentes de la primera fase. Los alemanes, pues, serán jueces y parte de "su" grupo, aprovechando dicha condición. Nowitzki, capaz aún de ser un valor más que determinante en Europa, Shröder, el ex azulgrana Tibor Pleiss, el polivalente Robin Benzing (nuevo jugador del CAI Zaragoza), y una sólida pareja exterior formada por el eslovaco nacionalizado Anton Gavel y el francotirador Heiko Schaffartzik, más el factor público, darán más de un susto en la primera semana, por más que no deban tener un recorrido demasiado largo cuando el torneo se traslade a Lille a partir de los cruces de octavos.
Finalmente, la más que meritoria Islandia parte, en principio, como la caja de los palos del grupo. Para los nórdicos, la clasificación supone ya toda una gesta, demostrando la riquísima cultura deportiva que mantiene la isla pese a sus poco más de 300.000 habitantes, siendo elite mundial en balonmano y cada vez más competitiva en fútbol y baloncesto. Su gran referente es Jon Stefansson, sobradamente conocido en la ACB, y miembro de la saga de hermanos que supone el perfecto paradigma del deporte islandés (Olafur fue una estrella internacional del balonmano, y Eggert Stefansson llegó a defender la selección islandesa de fútbol). El escolta es un tipo duro, abnegado en el trabajo, y con el suficiente talento para liderar a su país en la cancha, pero parece francamente complicado que los isleños sean capaces de llegar a los minutos finales (cuando mejor rinde Stefansson, por cierto) con opciones en ningún partido. El aficionado español también recordará en las filas de Islandia al base Hördur Vilhjálmsson, con escasa relevancia en Valladolid, o a Pavel Ermolinskij, otrora gran esperanza joven de paso por el Unicaja y en varios equipos LEB, pero que nunca llegó al nivel que se le preveía.
Por ende, la primera fase será de máxima exigencia para España desde el mismo sábado de apertura. Partidos de máximo nivel, en los que, salvo a priori el de Islandia, un desliz puede dar con los huesos españoles en la derrota. En otros torneos, los hispanos usaron los primeros partidos casi como una puesta en forma para lo que vendría más adelante, pero en este caso, desde luego, no podrá ser así.