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Xavi Pascual y ¿un cambio de ciclo?

El técnico azulgrana termina una temporada sin títulos por primera vez desde hace siete años

Xavi Pacual protesta una jugada | EFE

Le preguntaron en rueda de prensa la cuestión del millón. "¿Teme por su puesto?". Contestó taxativo Xavi Pascual (Gavá, Barcelona, 1972). "No, pero en deporte nunca se sabe". Lo decía el bueno de Xavi porque nunca se sabe donde te espera la puerta de salida en un mundo como éste aunque él, seguro de sí mismo, defiende la labor hecha. Ni un año sin títulos hasta éste y sin contar los primeros meses en el cargo como entrenador del Barcelona (abril de 2008) en los que sólo pudo arreglar algún descosido producido durante el reinado de Dusko Ivanovic en el club.

Defiende Pascual la labor hecha, esa que dice que ha ganado tres ligas, tres Copas y una Euroliga como entrenador culé. Esa que dice que en las últimas 19 finales de torneos ACB (Supercopa, Liga y Copa del Rey) ha estado siempre presente el equipo catalán. Esa que siempre nos recuerda que el Barcelona ha estado allí, ha sido un equipo dominador, aminorado ese efecto últimamente por la explosión de un soberbio Real Madrid.

Altos y bajos han protagonizado la singladura de Pascual por el banquillo azulgrana. Los altos de juego que han llevado a este equipo a alcanzar cotas de dominio brutal. Los bajos, los muchos críticos, siempre acechando en la cuestión de la relación juego – espectáculo, tan dañina en el baloncesto que le han granjeado al técnico una fama de defensivo comprensible pero no del todo reflejada en la realidad. Pascual acepta jugar a cien puntos pero le gusta más jugar a setenta. El debate es que con la plantilla que tiene el Barça es casi un sacrilegio jugar a eso, pero es cuestión de gustos.

Entre los puntos de cima para Pascual también se encuentran los resultados, insensato criticarle por ahí. Nunca hubo un periodo, en la historia reciente, con siete años tan dorados. Sólo una Copa del Rey en tres campañas antes de su llegada. Al menos un título cada año, siempre una final. Una pasada. Es verdad que con tres presencias más en la Final Four sin éxito (2012, 2013 y 2014) y dos años que, teniendo una de las mejores plantillas de Europa, ni apareció por la cita continental (2011 y 2015). Eso se le debe achacar a este plantel.

Entre los bajos del entrenador se encuentran el perder el control de la plantilla este año. Obsesión por rotar demasiado, castigo a los jugadores en determinados momentos, no saber sacar más partido de Pleiss, de Abrines, de Hezonja, demasiado banquillo para ellos tres este año. Con el croata le ha costado incluso la relación, inexistente ahora mismo. Es el precio que tienes que pagar por ser entrenador de un grande.

Pero Pascual ha dado más de lo que ha quitado a su equipo. Es verdad que este año le ha podido quitar mucho más de lo dado, en semifinales demasiado conservador, en la final con el Madrid víctima de un destrozo casi sin precedentes. Este año Pascual ha sido más dictatorial, dejando atrás ese toque de delicadeza y permisividad que tenía otros años. Este entrenador no ha sido él en un año nefasto para el club.

Un año que, sin embargo, no debería dejarle en la calle. El Barcelona tendría que hacer autocrítica, la hará seguro, pero no debería tomar decisiones que pueden ser comprensibles ahora, pero que se convertirán en inexplicables con el paso del tiempo. No debe dejar el equipo azulgrana que les pese el sabor terrible de un año pésimo. Eso sí, esto no quiere decir que no tomen una drástica decisión. Sabemos que en deporte la paciencia no existe.

En contra tiene Pascual que el presidente entrante, si no es Bartomeu, tenga unas ganas locas de tirar la casa por la ventana. Ahí está en desventaja el técnico sabiendo que lo que importa en deporte es el presente inmediato porque del pasado no se acuerda nadie. Así de duro es esto. El primero que lo sabe y entiende, Xavi Pascual.

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