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¿Cómo se inventó el baloncesto?

Buscando un juego con el que entretener a jóvenes complicados, el profesor Naismith tuvo que usar un balón y dos cestas de melocotones.

Buscando un juego con el que entretener a jóvenes complicados, el profesor Naismith tuvo que usar un balón y dos cestas de melocotones.
El profesor Naismith, con una cesta de melocotones y un balón de fútbol.

Hoy en día, pasa por ser el segundo deporte más seguido del planeta, después del incomparable fútbol. En Estados Unidos es casi una religión; en Europa, una tradición; en Sudamérica lleva años consolidado; y en Asia y África está creciendo a un ritmo vertiginoso. Todas las esquinas del planeta rezuman baloncesto. Sin embargo, todo comenzó por una casualidad, un mal día, y una genial idea.

21 de diciembre de 1891. Hace 122 años. Springfield, Massachussets. Todo está a punto de cambiar. El profesor James Naismith, que lleva ya más de un año en la escuela cristiana YMCA, sigue desesperándose tratando de encontrar una manera de tranquilizar y entretener a la clase más complicada del colegio, los incorregibles. Desde que llegara no ha parado un momento de sacarse juegos de la chistera para tratar de animar sus horas de Educación Física.

Tras varios intentos fallidos, Naismith no se rinde. Tiene claro qué quiere: un juego, un deporte, que se pueda practicar bajo techo, para así poder entretenerse durante los meses más fríos; un juego, un deporte, en el que todos sean partícipes y en el que la condición física sea esencial; y un juego, un deporte, en el que visto el comportamiento de sus incorregibles, exista la mínima violencia posible, y la única manera de conseguirlo era que los jugadores no pudieran correr con el balón en su posesión, para así evitar al máximo el contacto físico.

Poco a poco iba ideando su nuevo juego, y redactando las reglas. Pensó que el balón debía ser el principio y final del juego, pero que había que hacer algo con él. Un objetivo. Y no se le ocurrió otra cosa que poner una caja en cada lado buscando que el esférico terminara ahí dentro. Para buscar una mayor complejidad, esas cajas deberían estar en alto, no en el suelo. Y así, completó dos folios con trece reglas básicas. Dos folios con trece reglas que aún hoy se conservan, y que fueron vendidos hace tres años en una subasta por 4,3 millones de dólares.

Una casualidad para cambiar la historia

Convencido de que esta vez sí había acertado, el 20 de diciembre Naismith colgó las reglas en el tablón del pasillo, explicando a los chicos que al día siguiente iban a practicar ese juego. Por la mañana del 21, el profesor comenzó a preparar el gimnasio para ello. Se dirigió al conserje de la escuela. "Señor Stebbins, ¿tiene un par de cajas de madera cuadradas?". "No", le respondió éste, "pero tengo un par de cestas de melocotones, por si le sirven...". Y le tuvieron que servir. Y las tuvo que colgar en el balcón de madera que rodeaba el gimnasio, situado a 3,05 metros de altura. Una altura que ya nunca cambiaría.

Al rato llegaron los chicos. Los incorregibles. Bromearon con el profesor y su afán por inventarse juegos nuevos. Pero en cuanto comenzaron a practicarlo, vieron que esta vez era diferente. Sintieron que esto sí les enganchaba. Los 18 alumnos se dividieron en dos equipos de nueve; con un balón de fútbol, empezaron a jugar como buenamente podían. No sabían qué era exactamente lo que tenían que hacer. Pero disfrutaban. Tanto, que al día siguiente volverían a jugar. Y al siguiente. Y al siguiente. Poco a poco el gimnasio se iba llenando de alumnos que querían jugar, y de muchos otros que acudían a observar, maravillados, aquel espectacular juego.

Habrá que ponerle un nombre, pensó Mahan. "¿Por qué no llamarlo Naismith ball?, le comentó al profesor Naismith, "al fin y al cabo usted es el inventor". Pero éste lo rechazó. Y le comentó, "si tenemos un balón y un cesto, ¿por qué no llamarle baloncesto?". Stebbins, el conserje, el encargado de subirse a los cestos a sacar el balón cada vez que había una canasta, asintió. Acababa de nacer el baloncesto.

Unas semanas después, The Triangle, la revista oficial de la Asociación de Jóvenes Cristianos, aprobaba el juego y publicaba las 13 reglas con el objetivo de que todos los centros de la institución pudieran conocerlo. Al poco tiempo, su práctica se extendía a lo largo de todo el país, a medida que se iba perfeccionando gracias a las sugerencias y aportaciones de quienes lo iban practicando. Así, al año siguiente se crea la línea de tiro libre; en 1895 el tablero, como protección para evitar que los seguidores que se encontraban en el balcón donde colgaban las canastas pudiesen impedir que el balón entrara en la cesta; en 1897 se establece que serán cinco los jugadores de campo que jueguen a la vez por equipo...

Cómo llega a España

Tradicionalmente se ha pensado que había sido el Padre Millán quien, en 1921, había importado el baloncesto a nuestro país. Sin embargo, estudios recientes demostraron que había sido otro personaje, Eladi Homs, quien lo trajo. Eladi fue becado en 1907 por el Ayuntamiento de Barcelona para marcharse a Chicago, y allí descubrió un deporte que ya estaba creciendo con fuerza en el país. Así que a su regreso, en 1910, comenzó a practicarlo y enseñarlo en la extinta Escuela Vallparadís de Terrassa. Sin embargo, el juego no caló, y sólo cinco años después desaparecía. Así que al Padre Millán se le debe dar el honor que merece: en 1921, al regresar de Cuba, donde también se jugaba ya al baloncesto, implantó el juego como tal, y fue a partir de ese momento cuando se desarrolló en España.

El baloncesto le devuelve la vida

Paralelamente al desarrollo y crecimiento del baloncesto, la figura de Naismith se fue apagando. Pocos años después dejó la YMCA para centrarse en sus estudios de medicina deportiva. También entrenó a un equipo de baloncesto en Kansas, aunque con más pena que gloria. Después de la Primera Guerra Mundial, en la que fue enviado a Europa para enseñar el baloncesto a los militares estadounidenses como pasatiempo en sus descansos, regresó a su hogar en Kansas, dondo vivió con serias dificultades económicas.

En 1935 Naismith, ya con 74 años, recibía una carta muy especial. Llegaba desde Alemania. El baloncesto iba a ser olímpico por primera vez, en los Juegos de Berlín del 36. Y querían que, como creador del juego, realizara el saque de honor. Pero el profesor no tenía dinero ni para pagarse el billete, así que, con dolor, tuvo que rechazar la invitación. Acto seguido, Phog Allen, el entrenador que lo sustituyó en Kansas, puso en marcha una iniciativa, denominada Las noches de Naismith, en la que un céntimo de cada entrada que se vendiera de los campeonatos universitarios de aquel año iría destinado a sufragar su viaje.

La campaña fue un éxito y en julio de 1936, tremendamente emocionado, James Naismith realizaba en Berlín el saque de honor del primer partido olímpico de la historia del baloncesto. Ese juego que él había inventado como un entretenimiento para incorregibles, ya estaba triunfando por todo el planeta, y se le quiso dedicar el homenaje merecido aún en vida. Sólo tres años después fallecía por un derrame cerebral. Solo, pero feliz por haber dejado un legado inmenso para el resto de la historia y por el que hoy, aún sin saberlo, cada día, a cada hora, en cada rincón del mundo, se le rinde tributo.

Las 13 reglas de Naismith:

1. La bola puede lanzarse en cualquier dirección con una o dos manos.
2. La bola puede lanzarse en cualquier dirección utilizando la palma de la mano, nunca con el puño.
3. Un jugador no puede correr teniendo la bola; el jugador debe pasar o tirar a la canasta desde el lugar donde la atrapa, salvo si la coge mientras corre pero tiene que detenerse.
4. Debe mantenerse la bola entre las manos, no se puede nunca utilizar los brazos o el cuerpo para mantenerla.
5. Está prohibido dar golpes con el hombro, empujar, hacer caer o afectar de algún modo a un adversario. La primera violación de esta norma implica una falta, la segunda expulsa al jugador del terreno hasta la próxima cesta.
6. Golpear la bola con el puño constituyen una falta, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 3 y 4, y tal como eso se describe en el artículo 5.
7. Si un equipo comete 3 faltas consecutivas (sin que el otro equipo cometa alguna), se contará una canasta para los adversarios.
8. Se llama canasta a una bola enviada dentro de la cesta desde la cancha. Si la bola permanece en equilibrio sobre el borde de la cesta y los defensores mueven la cesta, se le otorgan puntos al atacante.
9. Cuando la bola salga fuera de los límites de la cancha, debe volverse a poner en juego. El jugador encargado de realizar el saque dispone de 5 segundos; si supera el plazo asignado, la bola será para el equipo contrario. Si los dos equipos juegan con el reloj, retrasando el partido, el árbitro señalará falta para los jugadores culpables.
10. El segundo árbitro, contará las faltas e indicará al árbitro principal las tres faltas consecutivas. Estará habilitado para descalificar jugadores según el artículo 5.
11. El árbitro principal es el juez de la bola, tiene la responsabilidad de llevar el control de los puntos y del tiempo. También deberá decidir a quién pertenece la bola, cuando esta salga fuera de la cancha.
12. El partido se jugara en dos partes, separadas cada una por un descanso de 5 minutos. La duración de una parte será de 2 cuartos de 15 minutos.
13. El equipo que convierta más canastas se señalará como ganador. En caso de que el partido termine empatado, hay prolongación hasta que haya un equipo ganador.

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