
Oleson es aquel jugador de Alaska que un día, no hace tanto, fichó por el Real Madrid, pero que nunca llegó a debutar con la camiseta blanca. Entre cesiones y decisiones extrañas, el alero estuvo primero en Caja Laboral y después en Barcelona. Hoy, se tomó cumplida venganza en el feudo madridista. Dos tiros libres suyos a falta de siete segundos decidieron el partido.
Pero sólo el partido, no la eliminatoria. Porque esta final tiene visos de llegar al quinto partido. Y de que todos van a ser como los dos primeros: de igualdad máxima, decididos en los últimos segundos. Sólo así debe entenderse una final de la Liga Endesa. Sólo así puede entenderse una final entre Real Madrid y Barcelona.
Partido de altibajos
El Madrid, espoleado por su público, salió enchufadísimo, enorme en ataque y mejor en defensa. Parcial de 8-0, y el Barça tardando cuatro minutos en anotar su primera canasta. Pero los azulgrana no están dispuestos a regalar nada, y poco a poco, pasito a pasito, fueron ganando terreno, hasta ponerse por delante al final del primer cuarto 10-11 tras cuatro minutos sin anotar en esta ocasión de los blancos.
La escasez anotadora del primer cuarto dio lugar a un mayor espectáulo en el arranque del segundo, lo que provocó que tanto en aficionados como jugadores se elevaran las pulsaciones, y comenzaron los típicos roces y protestas habituales de una final, habituales de un Real Madrid–Barcelona.
Rudy Fernández demostró que es quien mejor se mueve en este tipo de ambientes, y con cuatro puntos consecutivos permitió la escapada de los suyos. Hasta que Pablo Laso, incomprensiblemente, decidió sustituirle. El mosqueo del mallorquín fue monumental, pero entonces Felipe Reyes se puso el mono de faena, dominando en ambos tableros, y permitiendo que el Real Madrid se marchara al descanso 10 puntos arriba, 36-26.
Pintaban bien las cosas para los blancos, y más cuando Rudy anotó tres tiros libres nada más arrancar el segundo tiempo, pero entonces un parcial de 0-11 para el Barcelona volvió a igualar el choque. No se asustó el Madrid, que liderado por unos ultramotivados Felipe Reyes y Rudy Fernández, y por una magnífica defensa de nuevo, volvió a despegarse en el marcador. Un triple de Sergio Llull puso la mayor distancia para los blancos (53-39) a falta de dos minutos para el final del tercer cuarto.
Pero los blancos dejaron escapar poco a poco, minuto a minuto, la renta lograda, en gran medida gracias a la aparición del mejor Juan Carlos Navarro, que con un triple marca de la casa puso a los suyos sólo dos puntos abajo. Faltaban siete minutos, y comenzaba un partido nuevo.
Un partido de nervios, de tensión, de jugadas polémicas, de acciones brillantes… digno, en definitiva, de una final entre los dos gigantes del baloncesto español. Un triplazo de Mirotic con Wallace encima parecía sentenciar el choque, pero el azulgrana se lo devolvió en la jugada siguiente. Entonces, apareció la figura de Oleson. Tras un robo de balón, el estadounidense recibió una falta y, con una templanza asombrosa, anotó los dos tiros libres. Tuvo la última el Real Madrid para ganar, pero ni Sergio Rodríguez primero ni Mirotic después pudieron anotar.
Otro partido de máxima igualdad que en esta ocasión se lleva el Barcelona, estableciendo el 1-1 en la eliminatoria. Y es que esta final, entre dos colosos, se la va a llevar el que más sude, el que más trabaje, y el que mejor aguante los instantes finales. Porque tiene visos de que todos los partidos van a ser así. Vibrantes. Espectaculares. Puro baloncesto.