Dicen que la Copa del Rey es un espectáculo mayúsculo que dura cuatro días. Y es verdad. Pero desde luego nadie podía esperar lo que se ha vivido en el primer encuentro de los cuartos de final. Ni siquiera sabiendo de antemano que se iban a enfrentar el Barcelona y el vigente campeón de la competición, el Real Madrid.
Porque lo de esta tarde no se puede definir como un partido. Es mucho más que eso. Ha sido una auténtica batalla. Con dos equipos entregados al máximo, con dos recitales desde la pizarra y desde el banquillo, con dos fes inquebrantables. Pero esto es la Copa, y uno se tenía que marchar. Le tocó al Real Madrid, después de dos prórrogas y 55 minutos de lucha, sacrificio y magia. De Copa, al fin y al cabo.
El Barça manda
Desde el principio se vio que iba a ser un partido disputado, de tú a tú, entre dos gigantes. Nada que ver con la final de Copa del año pasado. Mirotic, con ocho puntos consecutivos, hizo bueno el comienzo blanco, pero bien pronto se pondría el Barcelona por delante en el marcador. Basándose en una buena defensa y haciéndose fuerte en el poste bajo, tomó la iniciativa.
El Real Madrid se vio todo el rato a remolque. Aunque las distancias no eran grandes, eso desgasta. Por suerte, estuvo acertado desde la línea exterior, y eso le permitió irse sólo tres puntos por debajo en el marcador al descanso, 46-49, con triple de Draper sobre la bocina incluido.
En el tercer cuarto el Barça aún apretó más las clavijas defensivas, y tras un parcial de 10-0 pareció romper definitivamente el partido, pero los hombres de Laso no dejaron de trabajar y, poco a poco, fueron menguando esa distancia hasta que, ya al comienzo del último cuarto, volvió a nivelar el marcador.
Y entonces llegó la magia. Hasta el momento, había sido un buen partido. Incluso un gran partido. Pero a partir de ahí se convirtió en algo épico. Mediado el tercer cuarto, parcial de 10-0 para el Barcelona, guiado, cómo no, por Pete Mickeal. Triples estratosféricos de Wallas o de Sergio Llull, bandejas imposibles de Rudy Fernández...
Tomic, entonces, se erigió en héroe. Eran los mejores minutos del Madrid, pero el croata, hasta el verano pasado vestido de blanco, anotó seis puntos consecutivos para forzar la prórroga.
Los cinco minutos extra comenzaron exactamente igual, con Ante Tomic anotando todo lo que lanzaba, y dando pie a un parcial de 6-0. Fue entonces cuando Sergio Rodríguez entró en liza y, con cinco puntos consecutivos, una asistencia y otro triple de Llull, el Madrid se vio tres puntos arriba a falta de dos segundos. Parecía todo decidido, pero no. Lorbek anotó un tiro libre, lanzó a fallar el segundo, el balón le volvió a las manos tras capturar los suyos el rebote, y empató sobre la bocina. ¿Adivinan quién capturó ese providencial? Sí. Ante Tomic.
En la segunda prórroga, como en todo el partido, fue el Barcelona quien mandó en el marcador. Con dos canastas más, por cierto, de Ante Tomic. El Madrid dispuso de una oportunidad para igualar el choque y mandarlo a otra prórroga, pero el triple final de Sergio Llull no entró.
Se había terminado la contienda. Los jugadores de ambos conjuntos se saludaron afectuosamente, olvidando que son los máximos rivales del baloncesto español, y felicitándose por la batalla que acababan de librar. Una batalla que quedará para la historia del baloncesto español.