Al final sí. En el último momento, el Comité Olímpico Internacional ha decidido guardar un minuto de silencio en recuerdo de los once atletas israelíes asesinados por terroristas palestinos durante los Juegos de Múnich de 1972. Pero deprisa y corriendo. El homenaje ha sido llevado a cabo durante la firma de la Paz Olímpica, un breve acto sin apenas trascendencia que se realiza días antes de que arranquen los Juegos.
No se hizo, pues, como se había solicitado desde un inicio, cuando Ankie Spitzer, viuda del entrenador de esgrima asesinado en Múnich Andre Spitzer, comenzara una recogida de firmas para que se guardara un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas durante la ceremonia inaugural de Londres 2012, el próximo viernes. Incomprensiblemente, el COI rechazó la propuesta, y este lunes ha pretendido maquillar la decisión con el homenaje durante la firma de la Paz Olímpica.
Al acto asistió el presidente del COI, Jacques Rogge, quien aseguró que "como nos recuerda el trágico suceso de hace 40 años, el deporte no es inmune ni puede curar todos los males del mundo. No puedo hablar sobre paz y deporte sin recordar lo que pasó en Múnich. La intención no era calmar a nadie". Además, también estuvieron presentes el presidente del comité organizador de Londres 2012 (LOCOG), Sebastian Coe; el alcalde de Londres, Boris Johnson, y el ministro de Cultura británico, Jeremy Hunt.
Polémica por el homenaje
Los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 iban a ser "los Juegos Felices", según los propios alemanes. Con ellos, pretendían erradicar de la memoria los de 1936, bajo el manto del militarismo nazi. Sin embargo, en la madrugada del 5 de septiembre el comando terrorista palestino Septiembre Negro asesinó a dos atletas israelíes y raptó a otros nueve miembros de la delegación olímpica israelí, que también fueron asesinados al día siguiente.
"Los Juegos Olímpicos deben continuar", declaró Avery Brundage, presidente entonces del COI y gran admirador de Hitler, como él mismo reconoció. Y así fue, a pesar de las múltiples críticas surgidas y del insoportable ambiente que se creó en la Villa.
Desde entonces, familiares y no familiares de las víctimas han tratado incansablemente de que el COI rindiera algún tipo de homenaje a los atletas asesinados. Aquellos que fueron a competir a Munich como deportistas, y nunca más volvieron. Pero la organización siempre lo ha rechazado.
El porqué es complicado de discernir; la versión oficial, la del COI, es que los Juegos son apolíticos. No importa que Samaranch hablara en Atlanta, en 1996, de la guerra de Bosnia; que en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002, celebrados en Salt Lake City, se llevara a cabo un minuto de silencio por las víctimas del 11-S; o que, fuera de la política, en los de 2010 se rindiera un homenaje a un atleta fallecido durante un entrenamiento. Poco importa que aquella, la de 1972, fuera la mayor tragedia jamás ocurrida durante unos Juegos Olímpicos.
Y así continúa, porque el pasado mes de mayo Jacques Rogge decidió no llevar a cabo ningún minuto de silencio en la ceremonia de apertura de los Juegos de Londres, justo cuando se cumplen 40 años de la desgracia.
Las voces en su contra se alzaron una tras otra. "Es una vergüenza. El COI trata el asunto como si fuera un problema de Israel pero eso (la masacre) es de interés de toda la familia olímpica", declaró Yigal Palmor, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. "Ofensa olímpica", llegó a titular el The New York Post. Pero no ha importado. Bueno, sí, para llevar a cabo un simple, rápido y desapercibido homenaje este mismo lunes. Antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos. Como si no tuviera nada que ver.