Antonio Cassano está siendo uno de los grandes protagonistas de esta Eurocopa. Algo que a nadie debería sorprender dada su incuestionable calidad. Pero esta realidad adquiere otro significado si tenemos en cuenta que hace apenas ocho meses, concretamente el 31 de octubre de 2011, un ictus isquémico estuvo de terminar con su vida.
Todo sucedió en el aeropuerto de Milán, cuando regresaba a casa junto a sus compañeros tras un encuentro en Roma. Cassano se desvanecía. No podía hablar ni moverse. El pánico se apoderó de todos. Fantantonio, siempre con esa sonrisa de los pícaros en la cara, caía rendido. Nadie se explicaba qué era lo que sucedía, pero estaba sucediendo.
Como reportó el propio club, sólo el inmediato auxilio médico y las intervenciones al futbolista en urgencias, impidieron que la cosa fuera a mayores. Tras dos días en el hospital, al de Bari le diagnosticaron un ictus isquémico. Su vida ya no corría ningún peligro. Pero pensar en el fútbol era una quimera. "Lo más importante es que no tenga nada grave y vuelva pronto a tener una vida normal" contestaba Allegri, su entrenador, cuando le preguntaron sobre si podría volver a los terrenos de juego.
Pero para Cassano la vida normal no existe. Nunca ha existido. Desde que se crió en uno de los barrios más conflictivos de Bari hasta que salió de la ciudad rumbo a Roma para fichar por el equipo de la capital, que había pagado 30 millones de euros por un jugador de 17 años. A partir de ese momento alternó muchas de cal y muchas de arena. Tan capaz era de resolver él solo un encuentro ante el Milan o la Juve como de dejar con diez a su equipo antes del descanso. De agredir a un árbitro, de quedarse en calzoncillos sobre el césped por desesperación, o de sacar una vaselina imposible que se cuele por encima de Buffon.
Sí, eso de una vida normal no va con Fantantonio. Por eso, desde el día que salió del hospital dejó claro que su única meta era la de llegar a la Eurocopa. Faltaban ocho meses. Lo tildaron de loco. Todos, menos Prandelli. El seleccionador italiano no dejó de alentarle y no dudó un segundo en citarle en cuanto le comunicaron que el futbolista estaba en condiciones de volver a jugar. Poco importaba que no hubiera disputado ni un minuto con el Milan, ni que llegara en una condición física deplorable. Porque cuando uno tiene tanta calidad como la que atesora Antonio Cassano, eso no es primordial.
Lo está demostrando en esta Eurocopa. Titular en todos los encuentros, se está mostrando como uno de los mejores jugadores de la competición. Da igual que no pueda aguantar más de sesenta minutos, que siempre tenga que ser sustituido. Durante el tiempo que está sobre el verde no deja de sentar cátedra. En realidad, siempre lo hizo. Sólo que ahora, después del mal trago pasado hace sólo ocho meses, lo hace con más sensatez. Ya no la lía. Ya no pierde la cabeza. Ahora sólo la pierden sus rivales, los que le persiguen después de un regate mágico, como el que le hizo a Hummels que terminó en el primer gol de Italia ante Alemania. Era imposible imaginarse esa jugada, esa situación, hace ocho meses. Nadie se hubiera atrevido a planteárselo. Bueno, sí, los locos. Y Cassano lo es.