Se venía hablando antes del comienzo del encuentro. En el grupo A de la Liga Europa, el PAOK recibía al Rubin Kazan, mientras que el Tottenham visitaba al Shamrock Rovers.
Un empate entre el conjunto griego y el ruso clasificaba a ambos –como primero y segundo respectivamente-, independientemente de lo que lo que hicieran los spurs en Irlanda. Las únicas opciones de los ingleses pasaban por golear a su rival y esperar que el Rubin cayera en Grecia.
Sin embargo, y a pesar de que el Tottenham ganó cómodamente (0-3), PAOK y Rubin Kazan terminaron, efectivamente, empatando.
Si el resultado estaba amañado será difícil de comprobar. Los locales se adelantaron en el marcador por mediación de un penalti –y expulsión– a los quince minutos, mientras que Valdez empató para los rusos ya en la segunda mitad.
En un partido que había sido vibrante, con grandes oportunidades y grandes intervenciones de ambos guardametas, en los últimos veinte minutos no hubo nada de fútbol. Ni una jugada, ni un disparo, ni una falta, ni una protesta.
Si simplemente es producto de que ninguno de los dos quiso arriesgar, o era algo pactado antes de que arrancara el encuentro es complicado de dilucidar. Y la UEFA, como ya demostró en el caso del Dinamo de Zagreb-Olympique de Lyon, no está por la labor de estudiar el caso. Pero el escándalo vuelve a estar servido.