El maratón, una prueba plagada de anécdotas
De la gesta de Bikila en el 60 al último tramposo de la prueba, pasando por el asalto a Da Lima o el nacimiento de un bebé nada más terminar.
Este miércoles nos sorprendíamos todos ante la increíble historia de Rob Sloan, un atleta británico que había logrado la tercera plaza en el maratón de Kielder después de reconocer que había hecho buena parte de la prueba en un autobús, aprovechando el despiste de la organización.
Al parecer, el corredor marchaba en la zona trasera de la carrera cuando decidió subir al autobús que trasladaba a los espectadores a la meta. Pocos metros antes de llegar se bajó, y terminó corriendo, celebrando su tercera plaza. Sin embargo, quienes llegaron detrás denunciaron el caso asegurando que no le habían visto.
A pesar de que en un principio aseguró no haber hecho nada irregular, Sloan no pudo soportar la continua presión y terminó confesando la trampa, para sorpresa de muchos y burla de otros.
Pero ésta no es la única anécdota relacionada con el maratón, una de las pruebas que gozan de más solera en el deporte actual pese a ser de las más antiguas, y cuyos orígenes ya son de por sí curiosos.
Y es que la primera vez que se 'disputó' fue en el año 490 a.C., durante la batalla de Maratón, ciudad cercana a Atenas, entre griegos y persas. Tras la victoria de los primeros, Filípides, uno de sus soldados, arrancó a correr hacia Atenas para dar la noticia y evitar que no mandaran más tropas para poder destinarlas a otros focos. Después de recorrer muchos kilómetros sin detenerse anunció la victoria y, acto seguido, falleció. La distancia que había realizado Filípides era de 42 kilómetros y 195 metros, exactamente la misma que tiene hoy día la prueba.
Muerte y vida en Chicago
Una de las carreras más extrañas, curiosas o llamativas se corrió hace apenas unos días en Chicago. En ella, nos sobrecogió la historia de William Caviness, un bombero experimentado en correr maratones que falleció en plena prueba, a menos de 500 metros de la meta mientras corría para recaudar fondos para las víctimas de quemaduras.
Para contrarrestar esta mala noticia está el suceso de Amber Miller, una corredora embarazada de 39 semanas que dio a luz nada más terminar el mismo maratón.
Pese a su avanzado estado, los médicos no le impidieron disputar la carrera siempre y cuando hiciera la mitad corriendo con el apoyo de su marido, y la otra andando. Así terminó la carrera, después de un tiempo de 6 horas y 25 minutos.
Pero el premio no era una medalla, ni un diploma, ni siquiera un registro personal. Al terminar la carrera fue a comer con su marido, y antes incluso de comenzar tuvo que ser llevada al hospital, donde unas horas después nacería su segunda hija, June.
El antecesor de Forrest Gump
Un japonés, Kimo Nakajimi, protagonizó en 1981 otra de las anécdotas más recordadas del maratón. El atleta llegó a Londres para disputar la prueba, que consistía en 26 millas –algo menos de 42 kiómetros-. Pero la traducción le jugó una mala pasada, y pensó que tenía que correr... ¡26 días!
Por eso, cuando llegó a la línea de meta siguió corriendo, pensando que aquello no había hecho más que empezar. Corrió, y corrió, hasta que la organización de la prueba decidió detenerle viendo cómo continuaba desplazándose por las largas carreteras inglesas.
La duda que queda es, ¿hasta dónde hubiera llegado de no ser detenido por los organizadores?
Los Juegos Olímpicos tampoco se libran de sus rocambolescas historias. Todos recordamos la imagen de Vanderlei da Lima, maratoniano brasileño que iba primero a falta de ocho kilómetros en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004 y fue empujado por un espectador, lo que provocó que primero se detuviera y después fuera incapaz de recuperar el ritmo, propiciando así que perdiera la primera plaza.
44 años antes se produjo una de las grandes gestas de la historia de los Juegos, precisamente en la prueba de maratón. Un etíope, Abebe Bikila, se hizo con el oro, marcando una nueva plusmarca mundial –mejorando en casi ocho minutos el registro anterior- y lo hizo disputando descalzo toda la carrera, una imagen que sin duda quedó para la posteridad.
Pero si hay alguien que merece especial atención a día de hoy ése es Ricardo Abad, quien se ha marcado la meta de correr un maratón diario durante 500 días. Da igual el tiempo que tarde. Los objetivos son dos: uno, personal, el de ingresar en el Guinness de los Récords –hasta ahora el récord lo tenía Stefaan Engels con 365-; el otro, más solidario, el de recaudar fondos para ANFAS (Asociación Navarra en favor de las personas con discapacidad intelectual).
De momento, acumula 377 maratones consecutivos. Aún le quedan 123. Por lo menos, no deberá participar en algunas de las pruebas más curiosas del mundo, como son el Maratón del Everest, el del Mar Muerto, el de la Muralla China, el Maratón del Rock and Roll, en el que hay que ir disfrazados de algo relacionado con el rock, o el Maratón Du Medoc, disputado en Burdeos, y en el que cada año hay que ir vestido con un tema común (el último, el cómic) y hay que parar obligatoriamente en cada avituallamiento y tomarte lo que te encuentres, que puede ser desde una copa de vino a una tapita de jamón serrano.
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