Hace unos días nos sobrecogíamos con la noticia de que Andrés Gimeno, uno de los tenistas más grandes que ha dado este país, se encuentra actualmente en la ruina. La crisis económica le ha obligado a vender sus propiedades y vivir de alquiler. "Yo tenía la vida muy bien montada –dedicándose a la construcción- pero la crisis económica me ha pegado un palo impresionante", declaraba el catalán, quien ha llegado a afirmar que "sólo quiero tener para pagar la luz".
Esa frase, viniendo de un campeón de Roland Garros, sorprende. Y duele. Más le ha costado a él afrontarlo. Asegura que trató de defenderse sin decir nada de su situación todo lo que pudo, pero que ha llegado a tal extremo que no le ha quedado otra que pedir ayuda. "Lo que necesito es poco, un poco más para vivir, para pagar la luz, el agua, el alquiler del piso", confiesa el primer campeón español que tuvo el Trofeo Conde de Godó en una entrevista a La Vanguardia.
Y la va a recibir. Por fortuna para él, el mundo del tenis, 'su' mundo, le va a dedicar un homenaje el próximo día 22 de octubre en el que varios tenistas españoles, Rafa Nadal incluido, participarán para darle su ayuda.
Pero no todos han corrido la misma suerte. Muchos son los que han llegado, por un motivo u otro, hasta una situación crítica, y siguen luchando para salir de ella. Son los juguetes rotos del deporte español.
El boxeo, el más golpeado
El mundo del boxeo es quizá el más afectado por este tipo de historias. Sólo en nuestro país encontramos varios ejemplos de ello. Hace poco nos enterábamos de la preocupante situación dePerico Fernández, un auténtico ídolo en la década de los 70, en la que se proclamó campeón de España, de Europa y del Mundo en el peso superligero.
Después de una retirada plagada de lujos y vicios, como él mismo ha confesado en más de una ocasión, actualmente Perico subsiste en una precaria situación económica. No tiene un lugar donde dormir, y lo hace gracias a un amigo suyo que le deja una cama cuando cierra el club de alterne que regenta. Su única fuente de ingresos, muy mínima, procede de los cuadros que pinta y que suele vender a sus conocidos.
En una entrevista concedida a Efe, el ex campeón del mundo señalaba que anda mucho y de vez en cuando se sienta en un banco y echa una cabezada. De esta forma, dice, ve pasar los días. "He tenido problemas de todo tipo, sobre todo con las mujeres. Con casi todas..., que te voy a decir", indica, con cierto tono de amargura.
Ante esta situación, y después del SOS lanzado por el exboxeador a través del diario Heraldo de Aragón, varios de sus amigos –entre ellos el también expúgil José Antonio López Bueno- han decidido hacerle un homenaje y varios actos con el objetivo de recaudar dinero para paliar en parte su apurada situación.
Pero sin duda el caso más sintomático es el de Poli Díaz. Otro de los más grandes boxeadores de nuestro país –aunque nunca llegó a ser campeón del mundo, sí lo fue de Europa hasta en ocho ocasiones- y que acabó muy mal parado por una vida plagada de abusos.
La derrota en la final mundial de 1991 ante Whitaker supuso la caída al abismo que viene después la ecuación: fama rápida + mucho dinero + muchos excesos. Desde entonces, trató de dedicarse al cine pornográfico, y cayó de lleno en el mundo de las drogas. Su imagen en el poblado chabolista madrileño de La Rosilla alquilando una tienda de campaña a los allí presentes a cambio de una dosis de heroína dio la vuelta al mundo.
Pero por suerte, y gracias al amor, parece que la historia se va acercando hacia un final feliz. Su pareja, Eva, con la que está desde hace siete años, le proporcionó la estabilidad que le hacía falta. A partir de ahí, Poli abandonó el mundo de la droga, pasó un tiempo trabajando en la construcción, ofrece clases de boxeo particulares, y vive en Vallecas con su novia. Colocado en un nivel económico muy bajo, impropio de uno de los deportistas más famosos del mundo en la década de los 80', ahora es feliz. O eso asegura Poli en sus últimos pasos por los platós de televisión.
Joan Garriga no aceptó ser un segundón
El motociclista Joan Garriga vivió una historia similar. Vivió sus momentos de gloria durante la década de los ochenta, pero la temporada de 1988 le marcó para siempre. Aquel año vivió un espectacular duelo con Sito Pons por el campeonato mundial de 250cc, imponiéndose finalmente este último.
Aunque siguió compitiendo, el catalán nunca fue capaz de superarlo, y sólo cuatro años después, dejó las motos. A partir de ahí, caída en picado en forma de graves problemas de adicción a las drogas, llegando a consumos elevadísimos. "Se le hacía muy difícil vivir sin la velocidad y se sintió decepcionado de la gente que mientras triunfaba le apoyó". Hasta tal punto que en 2003 fue enviado a prisión acusado de narcotráfico, tenencia ilícita de armas y por quemar una nave de su propiedad para cobrar el seguro.
"He pasado muchas noches sin dormir, pero ahora quiero comenzar una nueva vida" dijo el expiloto poco después de abandonar la cárcel. Dicho y hecho. Se marchó a Almería, donde colabora como monitor en el circuito, y actualmente se encuentra totalmente rehabilitado.
Otro que tampoco lo ha pasado nada bien últimamente ha sido el exatleta Yago Lamela. Su trayectoria encaja perfectamente en el teorema antes descrito. Toda una vida, desde bien pequeño, dedicada al salto de longitud; un salto de oro –o casi- en 1999, que le encumbró en la cima a pesar de que Iván Pedroso terminó superándole in extremis en ese Mundial; cinco años más en los que la presencia del cubano y las continuas lesiones nunca le permitieron volver a brillar; y una caída al vacío a una velocidad de vértigo.
A partir de 2004 las malas noticias para el asturiano se fueron sucediendo. Una operación sucedía a otra, hasta que en 2009, después de cinco años sin prácticamente competir, anunció su retirada. Su desesperación fue tal que el pasado verano tuvo que ser ingresado por una depresión en la planta de psiquiatría del Hospital de San Agustín de Avilés.
"Sí, estuve un poco chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado", reconoció el mejor saltador de longitud español de todos los tiempos. "El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importante es levantarte y seguir luchando. Y eso es lo que voy a hacer ahora" reconocía el avilesino, con una imagen muy alejada de lo que fue un deportista de elite, pero quizá más feliz que nunca, asegurando que ahora tiene claro lo importante que es disfrutar de la vida.
El fútbol, también afectado
Obviamente, el mundo del fútbol no podía quedarse al margen de este tipo de historias. Quizá el caso más sonado de nuestros tiempos sea el del ex del Barcelona y Atlético de Madrid Julio Alberto, uno de los laterales zurdos que más grato recuerdo han dejado en la historia azulgrana, titular durante nueve temporadas consecutivas, y vencedor de 2 ligas, 3 Copas del Rey y 1 Supercopa de España.
Sin embargo, fue abandonar el fútbol, y caer de lleno en el mundo de las drogas. Un mundo del que le costó horrores salir. Vivió diversos escándalos, peleas, y llegó a publicar un libro, 'Mi verdad', en el que describió cómo la droga, concretamente la cocaína, había arruinado su brillante carrera deportiva y su entorno familiar.
Tras varios pasos por diversos centros de rehabilitación, e incluso un intento de suicidio, y varios proyectos fallidos de reinserción laboral, encontró en el FCB Escola, una escuela de niños vinculada al Barcelona, la estabilidad necesaria. Ahora es otro Julio Alberto, feliz, risueño y entusiasmado. Sobre todo apasionado con su nueva función de entrenador de niños, donde ha vuelto a tener ilusión por la vida.
Pero quizá el caso más duro fue el de Sergio Marrero. Su historia encaja a la perfección. Futbolista muy prometedor de Las Palmas, internacional en todas las categorías inferiores, fichado por el Atlético de Madrid con múltiples cantos de sirena, perspectivas de grandeza, y un contrato millonario.
Pero la droga se convirtió en su mejor amiga. Y todo se fue al garete. El futbolista se convirtió en asiduo a las páginas de sucesos por robos, agresiones, tráfico de drogas... hasta que fue detenido. En varias ocasiones, además. Siempre por tráfico de drogas. Lo que además le ha valido varios estancias en la cárcel.
Tampoco Juanele ha tenido un retiro muy dorado que se pueda decir. Delantero mítico de nuestro fútbol de la década de los 90 y principios de los 2000, años en los que marcó goles para el Sporting, el Tenerife y el Zaragoza, decidió colgar las botas en el 2007 después de pasar varios años deambulando por equipos de poco relumbrón.
Pocos meses después de retirarse tuvo que ser ingresado en estado grave por ingesta masiva de fármacos, lo que estuvo a punto de costarle la vida. El cuadro entonces fue muy claro: "graves problemas psicológicos, un muy mal momento personal, y la necesidad urgente de ayuda".
De mucha ayuda, pudo comprobarse poco después, cuando a principios de 2011 fue detenido por pinchar las ruedas de un directivo del Grupo Covadonga, al parecer por confundirlo con el de su mujer, con la que se encontraba en trámites de separación.
La situación actual del exdelantero es muy mala, como se ha desprendido de sus círculos más cercanos, que ven en él a un futbolista que nunca fue capaz de asimilar su cuesta abajo, su declive, su retirada obligatoria de la exigente vida que le había supuesto el deporte de elite.
El ciclismo tampoco se libra
Quizá menos sangrantes, pero igualmente dolorosos, son los palos que se ha llevado el ciclismo español, sobre todo en los últimos años, desde la 'Operación Puerto'. Varios son los ciclistas que se llevó por delante la operación antidopaje que se llevó a cabo en nuestro país en 2006. Óscar Sevilla y Paco Mancebo son algunos ejemplos de ello.
El primero, llamado a ser uno de los grandes de nuestro país en la pasada década, fue expulsado del Kelme nada más conocerse su relación con Eufemiano Fuentes –el sevillano era como figuraba-, y el mundo se le vino abajo. Pese a no ser sancionado, su carrera como ciclista nunca se recuperó. Tuvo que ser exiliado a Colombia, dejó de participar en las grandes vueltas, deambuló por varios equipos de categoría continental, y en 2010 fue sancionado por dar positivo por Hydroxyethyl. Aún no se ha retirado, aunque sigue cumpliendo sanción. Se espera su regreso para 2012, aunque nada tendrá que ver con la gran estrella que prometía.
Algo similar le ocurrió a Mancebo. La operación le pilló justo en su apogeo, y desde entonces no ha podido volver a correr en ningún equipo grande, al estar marcado como 'dopado', pero tampoco ha sido sancionado, por lo que se ha dedicado a correr en equipos y competiciones menores. Actualmente, forma parte del RealCyclist.com, con el que ha renovado hasta 2013. Al menos, puede seguir compitiendo sobre una bicicleta.
Pero quizá la peor parte de todas se la llevó Isidro Nozal. Un ciclista que en 2003 estuvo a punto de hacerse con la Vuelta a España, aunque llegaba de tapado, y que los tres siguientes años los pasó como gregario de lujo de Roberto Heras, a quien ayudó a conquistar la Vuelta de 2004.
Ya en 2005 fue sancionado durante 15 días por un posible dopaje, y la Operación Puerto le pilló de lleno. Como Sevilla y Mancebo, tuvo que marcharse a equipos de categoría Continental, pero en 2009, en la Vuelta a Portugal, volvió a dar positivo por CERA. Aquello le valió una sanción de dos años sin competir, sanción que acaba de vencer hace apenas dos meses.
Poco o nada se sabe en la actualidad del ciclista vasco. Totalmente desvinculado del mundo de las dos ruedas, no puede descartarse su regreso a la competición. Sin embargo, el dopaje ya le dejó marcado de por vida, justo cuando se encontraba entre los mejores ciclistas de nuestro país y apuntaba a serio candidato a una 'grande'.
Historias todas ellas que nos dejan a la luz lo tremendamente exigente que puede resultar la vida de un deportista de elite, lo difícil que es adaptarse a la fama y, sobre todo, lo cruel que puede llegar a ser desprenderse de ella. Por suerte, la mayoría de los casos aquí contados han sabido superar el mal trago que les trajo la vida, o aún están a tiempo de lograrlo. Que así sea.