El Mallorca se encuentra inmerso desde la última semana en una enorme crisis institucional. Justo cuando parecía que en esta campaña volverían las aguas a su cauce, diversos factores, comenzando por la marcha del técnico danés Michael Laudrup, han hecho estallar una guerra civil dentro de la directiva.
Este lunes, después de más de siete horas de reunión de la Junta, el presidente, Jaume Cladera, y el máximo accionanista, Lorenzo Serra Ferrer, trataron de mostrar al público que todo estaba solventado y que no había fracciones dentro de la cúpula bermellona, más allá de la salida de la familia Nadal del Consejo. Pero eso no se lo cree nadie: la Junta esta dividida en dos bandos diferenciados.
Por un lado está el grupo de Serra Ferrer. En él se encuadran el propio Serra, obviamente, así como Biel Cerdà, Miquel Coca y Utz Claesen. En el otro Pedro Terrasa, quien ya fuera directivo en la anterior etapa de Vicenç Grande, y que, según muchos, ha sido el principal causante de esta crisis. Terrasa contaba, en cierta medida, con el apoyo de la familia Nadal –Miguel Ángel, Sebastián y Rafa–, que ha terminado huyendo ante la esperpéntica situación. Y en medio, Jaume Cladera, quizá el único con dos dedos de frente y a quien realmente le preocupa el club, siempre pendiente de que la situación no se tense demasiado, aunque no con mucha fortuna a tenor de los acontecimientos.
Laudrup y la venta del club
La chispa que desencadenó toda esta situación fue la marcha de Laudrup. Según la familia Nadal, la forma en la que el danés salió de la isla no fue la correcta, llegando incluso a declararlo en público. Y ésa es la verdadera razón por la que Rafa Nadal y sus allegados han decidido abandonar el Consejo, por estar molestos con el proceder de Serra, aunque no dejan realmente el club porque siguen con el diez por ciento de las acciones que ya poseían.
Pero lo que realmente ha llevado a la guerra civil no es otro asunto que el de la venta del club. El grupo de Serra asegura que Terrasa está tratando de entorpedecer cualquier acción que lleve a cabo –se dice que provocó que no llegara Luis Aragonés y que hasta última hora ha intentado lo mismo con Caparrós– con la única intención de desacreditar a Serra Ferrer para que el de Sa Pobla se vea obligado a vender sus acciones a bajo coste. Es entonces cuando Terrasa tomaría la batuta de mando del club y, una vez solventada la deuda –algo que está cerca de llegar– lo vendería a un supuesto comprador con el que ya habría alcanzado un acuerdo.
Aunque Terrasa lo ha negado categóricamente, el odio del grupo de Serra hacia su figura ha ido aumentando. "O se va él, o nos vamos nosotros", llegaron a declarar el viernes Coca y Cerdà. A este último, por cierto, la Federación de Peñas de Mallorca le ha pedido por unanimidad la dimisión absoluta.
Pero aquí nadie se mueve, y eso que a nadie le sale bien la jugada. Cerdà sigue, al igual que Coca. La amenaza no se ha cumplido, porque Pedro Terrasa tampoco ha dimitido –al parecer, los dos directivos le pidieron disculpas en la reunión– pese a que no ha conseguido, ni por asomo, su objetivo de hacerse con el club. Y Serra Ferrer, a quien Erik Larsen tachó de "mala persona" antes de ser despedido, continúa al mando de todo.
El próximp 13 de diciembre, si se cumple lo previsto, los administradores concursales abandonarán el club, lo que le permitirá a Serra tomar cualquier decisión sin necesidad de contar con la aprobación de nadie. "El club será lo que quiera Serra que sea", dijo Laudrup en su marcha. Y tiene pinta de que el danés tenía toda la razón del mundo. Pero lo cierto es que Terrasa aún no ha dicho su última palabra. Le han prohibido hablar en público, aunque es en el backstage, detrás de los escenarios, donde mejor se desenvuelve.