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Laudrup y Serra Ferrer convierten al Mallorca en el hazmerreír de la Liga

La bochornosa actitud del danés y del mallorquín ha instalado al club bermellón en una situación de inestabilidad alarmante.

A perro flaco todo son pulgas. Eso es lo que deberán de estar pensando los aficionados del Real Mallorca, que asisten incrédulos a otro ridículo episodio, quizá el más trágico de las últimas temporadas.

Después de la irrupción los últimos años de inversores que en cuanto deben poner el dinero desaparecen, otros que directamente entran en el club para robar, la declaración del equipo en Ley Concursal, la continua pérdida de jugadores cada ocasión que se abre el mercado de fichajes, o la llegada de futbolistas fuera de plazo y que se tienen que quedar sin jugar después de haber pagado su traspaso, parecía que la situación no podía ir a peor.

Nada más lejos de la realidad. Este mismo martes, el club se ha superado y ha vivido un nuevo episodio que roza lo esperpéntico. Recapitulemos. La relación entre Laudrup, entrenador, y Serra Ferrer, director técnico y máximo accionista –que no propietario- llevaba meses diluida. El técnico se dedicó a jugar de directivo, criticando los movimientos que hacía el club en los despachos, y al de Sa Pobla le dio por regresar, sólo con palabras, a los banquillos, saliéndose completamente de tiesto al asegurar que el Mallorca contaba con siete delanteros –algo totalmente falso- ante las quejas de todos por la falta de gol del equipo.

El resultado, las relaciones entre ambos totalmente rotas, sin dirigirse la palabra, tratando de evitarse continuamente en los viajes... algo que, sin duda, repercutía en el equipo. No en vano, el Mallorca se salvó del descenso en la última jornada y gracias a la fortuna en forma de César, portero entonces del Valencia, después de una primera vuelta más que plácida.

Si este verano Serra Ferrer no destituyó al técnico danés fue porque el concurso de acreedores se lo impedía: debería pagarle 700.000 euros por el despido, además de traer a un nuevo entrenador, un gasto que los consejeros consideraban innecesario.

Otra opción hubiera sido la dimisión de Laudrup, pero éste ni se lo planteó debido a que de ese modo no hubiera visto ni un duro de la ficha que le corresponde por esta segunda temporada, algo que el nórdico no está dispuesto a rechazar. Así que, como el mismo Jaume Cladera –presidente del Mallorca, y el único que no gana ni un duro ahí dentro, pese a que siempre le toca comerse los marrones de los dos individuos- no quedaba otra que tratar de reconducir la situación.

Y durante el arranque de esta temporada 2011-2012 parecía que se estaba logrando. Cada uno por su lado, entendieron que debían ocuparse de sus respectivas parcelas y hacerlo lo mejor posible. El club no se reforzó mal –a pesar del error, por llamarlo suavemente, de Ogunjimi-, y el equipo comenzó la Liga con los resultados esperables: 6 puntos de 15, con dos victorias en casa.

¿Jugada estratégica de los daneses?

Pero la situación dio una vuelta de tuerca, otra más, este lunes. Erik Larsen, la mano derecha de Laudrup en el equipo, rajó contra Serra Ferrer mediante unas declaraciones muy duras en las que aseguraba que era "mala persona" y que invitaría a una cena a aquél que pensara lo contrario del de Sa Pobla. Unas palabras que, más allá de que el danés tuviera razón o no, nunca debían hacerse en esta situación.

Nunca, a menos que lo único que se busque es que despidan a Laudrup y le paguen su finiquito. Algo que ha quedado demostrado en la mañana de este martes que era la principal idea del técnico.

El nórdico ha asegurado en rueda de prensa que ante los últimos acontecimientos estaba dispuesto a abandonar el Mallorca, pese a que en ningún momento ha mencionado la palabra 'dimisión' –al contrario de lo que ha publicado la mayoría de periódicos nacionales durante todo el día-. Es decir, que lo que estaba haciendo era echarle un pulso a Serra Ferrer, diciéndole algo así como "lo mejor para todos es que yo me vaya de aquí, pero no lo haré sin que me pagues mi ficha".

Pero si uno es cabezón, el otro lo es más. Y a Serra no le gusta nada la opción de pagarle el finiquito al técnico, pensando que, con lo sucedido en las últimas horas, la obligación moral del danés sería la de dimitir y abandonar el club por la puerta de atrás cuanto antes.

Por ello, finalmente han tenido que llegar a un acuerdo ambas partes -gracias a la mediación de Terrassa y a pesar de Serra- porque de lo contrario, Laudrup hubiera estado dispuesto incluso a sentarse en el banquillo el próximo sábado en Pamplona. Hubiera sido una broma de mal gusto, la misma en la que llevaba instalado el Mallorca desde la pasada temporada. 

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