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Noventa minutos demasiado largos

El pique entre los aficionados de Madrid y Barça parece estar llegando demasiado lejos.

¿Qué está pasando con el último Real Madrid-Barcelona? El partido disputado este miércoles en el estadio Santiago Bernabéu (0-2), de ida de semifinales de la Liga de Campeones, ha trascendido lo que ocurrió meramente en el terreno de juego y está dejando numerosas secuelas no sólo en el mundo del fútbol, sino también en la sociedad en general.

El ambiente de crispación que se ha generado en torno a los dos equipos es exagerado. Y de eso tenemos la culpa todos: jugadores, entrenadores, presidentes, árbitros, prensa y aficionados. Todos sin excepción. Porque una cosa es el pique habitual, el enfrentamiento por un objetivo, y otra bien distinta el caldo de cultivo contaminante en el que se ha convertido este duelo.

Lo que ha acontecido entre los futbolistas, dentro de lo que cabe, es normal. Quizá por el hecho de que han sido tantos enfrentamientos y tan importantes en muy pocos días, los ánimos estaban algo más caldeados: en un Madrid-Barça siempre hemos visto encontronazos, faltas, tarjetas, pequeñas tanganas... y eso, en cierta medida, es hasta bonito porque forma parte del fútbol. Pero tras los 90 minutos -120 en el caso de la final de la Copa del Rey en Mestalla-, los jugadores se abrazaban, se felicitaban y se retaban para el próximo reto. Y eso es incluso más bonito todavía.

El problema es que en la actualidad, el partido en sí ha dejado de ser el centro de atención y todo lo que le envuelve ha tomado un cariz que no merece. Y, sobre todo, mucho más violento de lo que debería. Las ruedas de prensa previas y posteriores, tanto de José Mourinho como de Pep Guardiola, han pasado a gozar de una importancia exagerada, y encima con el mensaje que pregonan ambos, uno con su prepotencia y sus ataques injustificados y el otro con su falsa modestia y su patriotismo, no hacen sino aumentar la crispación.

No cabe duda de que en este dañino clima ha tenido un papel primordial la prensa de ambos bandos. En un intento continuo de desestabilizar al rival, los diarios madridistas y culés no han escatimado en arremeter, con ofensas e incluso insultos, contra el otro equipo, adoptando un papel que, ni de lejos, es el que deberían asumir.

Todo esto ha propiciado una involucración por parte de los aficionados fuera de toda normalidad. Todos se sienten atacados, por un motivo u otro, y todos defienden lo suyo sin casi pararse a razonar los argumentos. En estos momentos el fútbol ha perdido su inocencia, su brillantez, su espectáculo, para unos aficionados que se enfrentan y se enzarzan como si no importara nada más.

Hace pocos días sucedía en Benidorm un hecho lamentable. Una discusión entre un aficionado madridista y otro culé terminaba en asesinato. No hay duda de que no se puede tomar ese suceso como referencia, pues habría que tener en cuenta muchos otros factores, pero sí es el ejemplo maximizado de que la tensión que se ha generado en los últimos tiempos alrededor del fútbol es desmesurada.

Después del partido de ida de semifinales y de la polémica expulsión de Pepe, el enfrentamiento entre ambos bandos no ha hecho sino acrecentarse. En lugar de discutir sobre el partido en sí, y de las típicas confrontaciones que se producían antiguamente, que formaban parte de la salsa del fútbol, la rivalidad se ha encarnizado convirtiéndose casi en una cuestión de Estado. Lo representaron primero los entrenadores, después la prensa y finalmente los aficionados, que son al fin y al cabo quienes más lo sienten y más lo padecen.

No se trata de culpar más a unos o a otros, a Madrid o Barcelona, a Mourinho o a Guardiola, a Marca o a Sport, a merengues o culés; se trata de que todos hagan algo de autocrítica, asuman su parte de responsabilidad, rectifiquen y devuelvan las aguas a su cauce. No hay que olvidar que esto es un juego. Un precioso juego, por cierto, pero un juego al fin y al cabo. Si el empeño que se está poniendo en estos días en torno al fútbol se dedicase a otros aspectos de mayor importancia, algunas cosas funcionarían mucho mejor.

Se puede recurrir a la genial frase que, en diciembre de 1984, el malogrado Juanito, con su particular italiano, le soltó a Graziano Bini en San Siro al término de un partido de ida de semifinales de Copa de la UEFA entre Real Madrid e Inter de Milán (2-0): "Noventa minuti en el Bernabéu son molto longos". Aquello fue para advertirle de la presión que le esperaría a los italianos en la vuelta, donde los blancos ganaron por 3-0. Ahora, casi 27 años después, tomamos sus palabras para poner de relieve que noventa minutos, los del último Madrid-Barça, desgraciadamente están dando demasiado de sí.

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