Frederick Carlton Lewis pasa por ser uno de los mejores atletas de la historia. Con diez medallas olímpicas –nueve de ellas de oro– y otras nueve en campeonatos mundiales –ocho oros–, entró en el edén de los elegidos para la historia. Pero en sus quince años como profesional, el Hijo del Viento también ha dado para numerosas anécdotas, varias de ellas en España.
Una de las más sonadas fue la que se denominó "el secuestro del cortijo", y que recoge espléndidamente Pedro Molero sobre el gran atleta estadounidense. Carl Lewis fue contratado, en junio de 1987, por Felipe del Valle para correr en las pistas sevillanas de Chapín, en una preparatoria para los Mundiales de Roma que se disputarían dos meses después. Una de las cláusulas del contrato era que sus primeras declaraciones debían ser en exclusiva para La 2.
Con el objetivo de que los periodistas no tuvieran ningún contacto con el atleta, los organizadores se pusieron en contacto con la dirección del aeropuerto de San Pablo para autorizarle su salida por la zona militar. Sin embargo, algunos informadores se percataron de su presencia y de cómo salía a toda velocidad del aeropuerto. Entonces comenzó una original carrera de persecución, con una docena de coches llenos de periodistas tras la estela de la furgoneta que llevaba a Lewis. El destino era el cortijo-hotel Torre de la Reina.
La persecución fue a toda velocidad, con numerosas infracciones de las normas de tráfico, hasta que el conductor –posteriormente reconoció que nunca había conducido tan rápido– consiguió despistar a todos los coches menos a uno. Entonces, uno de los acompañantes de Carl Lewis, en un momento de lucidez, decidió bajarse del auto y dirigirse al coche perseguidor para proponerles un pacto: les ofreció un par de fotos del atleta con tal de que cesasen en su persecución. Así, todos llegaron ya con tranquilidad al cortijo donde debían alojarse.
Al día siguiente, un periódico sevillano publicó la información de todo lo anterior con el título "El secuestro de Carl Lewis". Pocos días después, el estadounidense se desplazó a Barcelona para ofrecer la entrevista a La 2.
Nuevos problemas en Sevilla
En 1991, cuando Lewis regresó a Sevilla para competir de nuevo, volvió a tener problemas, aunque en este caso de patrocinadores y dinero. Se iba a producir su debut en pista cubierta, y a la mañana anterior Joe Douglas, su mánager, exigió que le pagaran todos los fijos. Los organizadores le contestaron que lo harían por la noche, pero hubo un retraso por parte de un organismo oficial y, cuando llegó Douglas de nuevo, le dijeron que le pagarían al día siguiente.
Éste, muy molesto, aseguró que esa misma noche se llevaba a todos sus atletas y que no iban a competir. Rápidamente los organizadores llamaron al hotel en el que se alojaban y pidieron que bloqueasen todas las habitaciones de los atletas estadounidenses para que no pudieran salir.
Cuando Douglas se encontró con la situación, regresó enfurecido a los organizadores y aseveró que si King Carl se quedaba, no iba a competir en salto de longitud, para lo que estaba contratado, sino en los 60 metros, donde no era una estrella y además venía de perder una carrera, y cobrando lo mismo. Finalmente llegó el dinero, pero a Carl Lewis le pagaron la mitad de lo que habría recibido si hubiera competido en salto de longitud.
Poco después se supo que la negativa del atleta a participar en longitud tenía mucho que ver con un contrato con una fábrica de relojes: ésta le pagaba una buena suma todos los meses, siempre y cuando no fuese derrotado en la prueba de salto, con lo que Carl Lewis sólo competía en dicha disciplina cuando se encontraba en plenas facultades. Quizá fue por eso por lo que estuvo diez años imbatido en salto de longitud, consiguiendo, eso sí, 65 victorias consecutivas.