El Sevilla corona su gran año proclamándose campeón de la Copa del Rey ante el Getafe

(Libertad Digital) Ni las sobras. El gran Sevilla de Juande Ramos ha conseguido un título que muchas es considerado menor. Al equipo azulón se le notó acogotado desde el primer minuto de partido. Prueba de ello, a los cinco minutos, fue el mano a mano que falló Güiza ante Palop. Cualquier otro día, ante cualquier otro rival, el jerezano no hubiera perdonado. Pero estaban ante el campeón de la UEFA jugándose un título a cara o cruz.

 

La diferencia se haría entonces patente cuando Kanouté no falló su uno contra uno ante Luis García. Belenguer y Cotelo se hicieron un lío y el africano llevó la pelota desde el centro del campo hasta el fondo de la portería. Los nervios de jugar una final acabaron con el fútbol. Patadas a destiempo, codos muy sueltos y manotazos sin sentido minaron el encuentro, algo que benefició al Sevilla. El hecho de llegar justito físicamente a este partido -Puerta y Luis Fabiano se lesionaron durante el encuentro- fue menos sin tener que correr. El único que lo hizo, Dani Alves, dio otro recital.

 

Sin embargo, el Getafe intentó salvar la honra y demostrar que estaba ahí por méritos propios. Manu del Moral se echó el equipo a la espalda y forzó un penalti que el árbitro no vio cuando ya se encaminaban casi los dos equipos hacia los vestuarios. La pasión se desataba en los dos bandos y Rodríguez Santiago tuvo que llevarse la mano al bolsillo más de lo que hubiera querido.

 

La segunda parte fue una carga del Getafe continua, con el Sevilla buscando, lógicamente, la velocidad de Alves y Kerzhakov al contragolpe. Resultaron al final decisivos la fortaleza física de la defensa andaluza. La entrada de Vivar Dorado en el terreno de juego le dio la frescura necesaria a los madrileños, pero éstos siguieron sin encontrar a Güiza, su goleador.