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'Katiuska': de Rusia vengo

La temporada de la Zarzuela arranca con los focos apuntando a Ainhoa Arteta, pero Carlos Álvarez no se deja arrinconar

Imagen de 'Katiuska' | Javier del Real

Decía Pablo Sorozábal, el último gran genio del género, que debía las alegrías de su vida a tres mujeres, que corresponden a sus obras más representadas: La del manojo de rosas, La tabernera del puerto y Katiuska, con la que ha arrancado la temporada 2018/2019 del Teatro de la Zarzuela. Reencontrarse con cualquiera de estas tres damas es una apuesta segura y un regalo, aunque también lo sería disfrutar de otros títulos menos trillados del compositor, como Don Manolito, La eterna canción o la olvidada La isla de las perlas. Ahí queda la petición.

Es difícil no contentarse con esta Katiuska dirigida por Emilio Sagi en la escena y por Guillermo García Calvo en la orquesta. La propuesta de Sagi presenta buen ritmo —ha recortado escenas y se representa de un tirón— y goza de un ambiente fascinante, ayudado por la escenografía de Daniel Bianco, con ese mar devastado de muebles hechos pedazos y prácticos paneles que se abren y se cierran y juegos de luces que proporcionan bellas estampas —esa escena final—. El problema reside en la obra en sí, en un libreto que no acaba de encontrar un equilibrio entre la trama romántica posrevolución rusa y los cómicos personajes que pululan por la taberna. Otro inconveniente es la falta de verosimilitud: a estas alturas no vamos a exigir que en el mundo de la lírica los intérpretes se ajusten a las edades de sus personajes, pero es comprensible que el respetable enarque una ceja cuando esa Katiuska (Ainhoa Arteta) refugiada y desamparada se presenta cual estrella de Hollywood, vestida y peinada. "Se muere de frío" canta el príncipe, mientras vemos a la susodicha con un suntuoso abrigo de pieles. "Niña", la llaman otros.

Firma: Javier del Real

Son aspectos menores que no impiden disfrutar la obra. El espectador benévolo con los chirriantes detalles pudo disfrutar en el estreno de una excelsa Ainhoa Arteta (papel que encarnarán en las sucesivas funciones Maite Alberola y Rocío Ignacio), con su delicado vibrato y generosa duración de notas finales. Vestuario e iluminación parecen centrados en su protagonismo y lucimiento —en ocasiones parece un recital de la soprano, y es inevitable recordar su sonoro éxito y repercusión cantando "De España vengo" hace un año—. Pero a su lado encontramos a Carlos Álvarez plantando cara y llevándose las mayores ovaciones —y un ramo de flores suicida arrojado desde el tercer piso— como el comisario Pedro, nueva incorporación para su galería de personajes atormentados con un atisbo de vulnerabilidad. Emociona ver a semejante varón con su voz cavernosa entonar la primera romanza ("Y así, soñando, pasó mi vida / con una pena en mi alma escondida/ el no encontrar un alma de mujer").

El resto del elenco brilla de igual manera: los estupendos Enrique Baquerizo en su breve —e intrascendente— vendedor de medias y Jorge de León como el príncipe, los siempre eficaces Emilio Sánchez y Milagros Martín, y la inconmensurable y tronchante Amelia Font, que con Antonio Torres conforman el cuarteto que ejecuta divertidas piezas como "Cosacos de Kazán" o "¡Rusita, rusa divina!". La orquesta tiende a ahogar este tipo de momentos cómicos, algo que no pasa con las romanzas o las piezas corales, quizá las mejores de la producción de Sorozábal. Pese a la mezcolanza de estilos y tonos, repetimos: no se arrepentirán de pasar una velada con las peripecias de esta Katiuska.

Ficha técnica:

Título: Katiuska
Dirección musical: Emilio Sagi
Dirección escénica: Guillermo García Calvo.
Lugar: Teatro de la Zarzuela (Jovellanos, 4, Madrid).
Fecha: Hasta el 21 de octubre de 2018

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