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Una reflexión sobre la muerte

El monólogo sobre el final de la vida, escrito por el filósofo Javier Gomá, llega al Teatro María Guerrero.

Cuando Javier Gomá publicó su último libro, La imagen de tu vida, ya nos adelantó que el monólogo con el que termina la obra se iba a convertir en una representación en el Teatro María Guerrero, de la mano de Fernando Cayo. Ese momento ha llegado, y hasta el 23 de julio se podrá ver en Madrid Inconsolable, con texto de Gomá y dirección de Ernesto Caballero.

Un hombre de unos cincuenta años comparece en escena y -sin más preámbulos- inicia una exposición íntima: explica que la muerte de su padre, todavía reciente, ha atravesado su vida como un terremoto. Asombrado ante la magnitud de este hecho, desea compartir su duelo, para reflexionar, para entender, para asimilar. Desnuda su vida a través de anécdotas de su infancia y de su familia. Ese es el modo que elige para sobrellevar ese momento, como cuenta Fernando Cayo:

"Lo que sabe hacer Javier Gomá es sacar una filosofía muy luminosa del día a día, extrae cosa que nosotros no sabemos identificar, es la filosofía mundana"

De todo ese recorrido se obtiene la trascendencia. En la sociedad contemporánea se intenta evitar la muerte, pese a que lo vemos como espectadores en la ficción (libros, series, televisión), pero no en las propias carnes. Esta propuesta ayuda a ver la muerte con realidad: el arte del buen morir ayuda a bien vivir.

La conmemoración de la muerte es también una celebración de la vida. Y siendo un tema tan oscuro, lo ejemplar es hacerlo luminoso. Es una revolución personal: cambiar el mundo a través de cómo ha cambiado uno mismo. En el fondo, lo que contiene es una moraleja fantástica: qué dejamos al mundo cuando nos vamos, cuál es la herencia vital.

Muerte, pérdida y duelo

Comienza con una disertación sobre la muerte, para cambiar pronto al monólogo en sí: un soliloquio a veces lírico, a veces cómico. En el recorrido de este velatorio hay vivencias muy intensas y dramáticas, con sus vueltas y retrocesos inevitables. Se llega a la esencia, a lo que somos actualmente: aceptar sin miedo la muerte es asumir la profundidad de la vida.

Esta obra acaba transmitiendo cierto consuelo al espectador porque convierte el duelo en una invitación a una vida digna. Escrita con cercanía y gravedad a partes iguales, la obra verbaliza las vivencias cotidianas, porque la muerte nos rodea y todos moriremos algún día.

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