Sesenta años van a cumplirse en este 2017 del estreno de una de las películas más taquilleras del cine español: El último cuplé. Acontecimiento que tuvo lugar en un cine de la Gran Vía madrileña, el Rialto, amén de que simultáneamente se diera a conocer en toda España. En ese mismo local lleva unas semanas en cartel un espectáculo donde se evoca la figura de la estrella de aquella taquillera cinta que permaneció trece meses ininterrumpidos exhibiéndose, con llenos diario, algo nunca visto hasta entonces.
Sara Montiel se encontraba aquel día en México, donde permaneció unos años porque aquí no le ofrecían contratos a su gusto. La filmografía de la artista manchega hasta entonces se nutría de una quincena de títulos de escasa relevancia. Que quisiera ser la protagonista de El último cuplé fue por no desairar al director Juan de Orduña, que ya había ofrecido el mismo papel a Imperio Argentina, a Conchita Piquer y a Juanita Reina, quienes una a una se negaron a aceptarlo. A pesar de su buena disposición, Sara Montiel no confiaba en el resultado que luego tuvo la película cuando se estrenó; la prueba es que se volvió a México y ni siquiera quiso regresar el día del estreno.
Para ella resultó un inesperado triunfo, el primero de su luego prolongada carrera. Reto fue que grabara una selección de cuplés, que luego en 'play-back' sonaron en la banda sonora, que contribuyeron en gran medida al éxito del filme. Sara Montiel, con un estilo peculiar, voz grave de limitada tesitura, dotó de sensualidad aquel repertorio de los años 20 que en la segunda mitad de la década de los 50 estaba prácticamente olvidado.
La verdad es que Sara Montiel no era cantante y sus aptitudes musicales no las había mostrado, salvo de una manera fugaz en cierta añeja ya película de José Luis Sáenz de Heredia. Pero a comienzos de los años 50 le surgió un contrato en México y como ya le habían puesto en antecedentes que tenía que cantar en algunas películas, quiso llegar preparada al país azteca. A tal efecto se puso en contacto en Madrid con el compositor Fernando García Morcillo. Del que fui su biógrafo y por ello transcribo aquí cuanto éste me contó: "Venía a mi estudio del número 13 de la calle Mayor acompañada de Miguel Mihura, que era por entonces su amante y yo le daba diariamente unas lecciones muy elementales sobre cómo podía defenderse cantando, porque la verdad es que no estaba predestinada para ello. Le compuse tres boleros, que dio a conocer en México: "Vida mía", "Me dejarás" y "Sola", aparte de que ensayáramos otras canciones. Y con ese repertorio se fue a México.
Cuando regresó para rodar El último cuplé me llamó para que fuéramos a cenar en 'Las Cuevas de Luis Candelas' en compañía de su marido, Anthony Mann, a quien escuché decirle que la próxima vez que aceptara una película así, él le pagaría lo que fuera para no hacer semejante birria. Y luego resultó que El último cuplé que no quería nadie fue un exitazo. Meses más tarde, estando yo de director musical de la RCA española propuse contratar aSara Montiel y mis superiores contestaron que no la conocían. Enrique Martín Garea medió luego para llevársela a Hixpavox, que se forró con los discos que grabaron; en tanto mis jefes se tiraban de los pelos".
He contado lo anterior porque el espectáculo que en ese mentado cine Rialto de Madrid transcurre ahora en una noche en la que la protagonista, esa Sara Montiel evocada por Eva Manjón, determina romper con su casa discográfica y hacerse ella misma cargo de su carrera, sus contratos de grabaciones y recitales. En la vida real, queda dicho que se inició con la firma Hispavox, y añado que después siempre estuvo en la ya también desaparecida Columbia. Aunque puede que registrara otras canciones en estudios hispanoamericanos.
El guionista de Mi última noche con Sara, David Planell, se toma la licencia de aludir en un momento de la representación que la artista ha regresado esa noche a su casa tras mantener una discusión con su productor artístico durante un festejo taurino al que acudió invitada por Franco. Jamás el Jefe del Estado invitó a nadie a ver una corrida de toros y menos una figura del espectáculo. Anécdota menor que, tratándose de un libreto en el que se quieren reflejar episodios vividos por Sara Montiel, resulta poco menos que chocante, no siendo imprescindible.
Por lo demás, la citada Eva Manjón cumple con su cometido, interpretando cuplés que formaron parte del repertorio de la homenajeada, como 'Nena', 'Fumando espero', 'El relicario', 'La violetera', 'Tatuaje', 'Bésame mucho'… Esta joven cantante, convenientemente caracterizada por su vestimenta y peinado, ya se ha fogueado en algunos musicales "Grease", "Annie") y ha aparecido en alguna serie de televisión (Amar es para siempre, entre otras). Todo cuanto se presenta en Mi última noche con Sara transcurre efectivamente en una sola velada, en la que se hilvanan retazos biográficos de la artista manchega. El afán de los productores de esta función no es otro que, recurriendo inevitablemente a la nostalgia, situar a Sara Montiel como una de nuestras más grandes estrellas.
Ciertamente, ahora que en el próximo 8 de abril se cumplirán cuatro años de su muerte, nos parece oportuna esta evocación teatral. La carrera de Sara Montiel tuvo su periodo más brillante a partir del mencionado estreno de El último cuplé hasta mediados los años 70, que es cuando decidió retirarse del cine. Cuanto hizo después, con actuaciones en directo y apariciones en televisión ya pertenece a los años en los que fue, poco a poco desde luego, viviendo de las rentas del pasado. El tiempo no perdona; viejo tópico que en el mundo del espectáculo es una cruda realidad. Y las estrellas como Sara Montiel, por mucha cirugía plástica que mediara, no pudo ocultar una inevitable decadencia. Se valía de los 'play backs' pero cuando estaba obligada a cantar en directo, de viva voz, sus carencias eran cada vez más evidentes. Y así llegó a los años 80, animada por su tercer marido, el empresario Pepe Tous, que la quería siempre ver como la estrella que había sido. Desaparecido éste, ella no quiso ya retirarse nunca y llegó a actuar en los últimos tiempos en escenarios francamente infumables.
Tampoco se apartó de los focos televisivos, como si quisiera estar siempre en candelero, ya fuera en tertulias del corazón, en encuentros más o menos amañados con Maruja Díaz, cruzándose pullas y acusaciones para solaz de los televidentes, previo paso por caja, naturalmente. Y eso que la manchega tenía una apreciable fortuna, en propiedades, joyas y pieles, que poco a poco van vendiendo sus dos hijos adoptivos, el varón urgido sobre todo al no tener profesión reconocida salvo su intento de hacerse un hueco como cantante, hasta ahora con infructuoso resultado, dado su escaso bagaje musical.
La vida amorosa de Sara Montiel la contó ella misma en las revistas del corazón y en un par de libros, entre confidencias que ocurrieron y fantasías como cuando aseguró haber sido amante del premio Nobel de Medicina Severo Ochoa. De su pasado amatorio escamoteó detalles importantes de su relación con el secretario del Partido Comunista Juan Plaza, exiliado en México, que estuvo a punto de matarla, pistola en mano, según contaba Enrique Herreros, hijo del descubridor de la estrella.
Con diecisiete años conoció al comediógrafo Miguel Mihura, con quien tuvo sus primeras experiencias sexuales. Que tuviera algún roce con Gary Cooper cuando rodaron Veracruz, es posible, aunque el romance durara poco. Protagonista de "Dos pasiones y un amor", se enamoró del director Anthony Mann, con quien acabó casándose "in articulo mortis", y luego ya recuperado él, en una ceremonia civil. Su segundo matrimonio fue en Roma, por la Iglesia, con un economista bilbaíno, José Vicente Ramírez Olaya (Chente), del que se separó dedicándole toda suerte de denuestos. Aseguraba que la había medio arruinado, quedándose con parte de sus ganancias. El amante más intenso que tuvo sería el francés Maurice Ronet, su pareja en varias películas (Carmen la de Ronda, Mi último tango, Noches de Casablanca), al que sustituyó en su corazón con otro de sus galanes en la pantalla, el italiano Giancarlo del Duca.
El mallorquín Pepe Tous se convertiría en el tercero de sus maridos, que puede fuera el hombre que más quiso. Y ya en su época de decadencia artística y física contrajo su cuarto desposorio con un cubano, boda que nadie comprendió. Ella misma confesó su tremendo error, divorciándose poco tiempo más tarde. Naturalmente que hubo otros hombres en la biografía sentimental de esta mujer. Pero ya hemos cubierto nuestro objetivo al recordarla, con ocasión de que ahora se la tenga presente también en una función teatral. Lo que no puede discutirse es que Sara Montiel fue el último mito del cine español.