El drama religioso-fantástico-romántico más conocido del teatro español es Don Juan Tenorio. Llegadas estas fechas en las que se conmemora el Día de Todos los Santos y el de los Difuntos viene representándose desde hace la friolera de ciento setenta y un años la conocida obra de José Zorrilla. Hemos consultado algunas carteleras de este año y, a modo de botón de muestra, en Madrid se anuncia en un teatro de barrio, el de la Prosperidad; en Valladolid, en el coliseo que lleva el nombre del laureado dramaturgo; en Teruel, el teatro Marín… Imaginamos también que en otros muchos lugares de España. Curiosamente, en bastantes de ellos, a cargo de compañías de actores aficionados. Pero, ¿cuándo se estrenó tan popularísima obra? El 28 de marzo de 1844, en el madrileño teatro de la Cruz, en las inmediaciones de donde hoy se alza el Español. Fueron sus principales intérpretes Carlos Latorre y Bárbara Lamadrid, que gozaban de gran reputación. No tuvo entonces el gran éxito esperado, pero sí lo consiguió unos meses más tarde, el 1 de noviembre de ese mismo año. De ahí surge la tradición de representarse anualmente en tal fecha; probablemente asimismo porque parte de sus escenas se desarrollan en un camposanto.
El mito de don Juan ya lo había afrontado con anterioridad Tirso de Molina en El burlador de Sevilla. No nos compete aquí desarrollar ninguna tesis al respecto de ambas obras. Únicamente subrayamos que en el lenguaje tanto literario como coloquial se viene adjudicando los términos "donjuán", "donjuanesco" y "tenorio" a aquellos varones que exhiben continuamente en sus conquistas femeninas toda suerte de armas seductoras. José Zorrilla, según diversas fuentes, se había inspirado en la figura de un personaje sevillano, don Juan de Mañara, para escribir su universal drama. Este poeta y dramaturgo vallisoletano, de acomodada familia, que no llegó a concluir sus estudios universitarios, tuvo una existencia aventurera. Se casó dos veces, la primera con una viuda, Florentina Matilde O´Reilly, que lo hizo muy infeliz si juzgamos que huyó de ella a poco de la boda, refugiándose en México, donde contrajo segundas nupcias con la actriz Juana Pacheco. Puede asegurarse que vivió casi siempre en precario, con grandes dificultades económicas, a pesar de algunos laureles conseguidos, como ser elegido Académico de la Lengua en 1885. Y a pesar del gran éxito obtenido con la más popular de sus obras, Don Juan Tenorio, logró levantar cabeza en ese sentido. Escrita en sólo ocho días, se vio obligado a malvender el libreto a un editor por ocho mil reales. Luego lamentaría amargamente esa decisión. Falleció en Madrid en 1893, a los setenta y seis años.
Los más grandes actores españoles se vanagloriaron siempre de haber representado Don Juan Tenorio. Hasta en la filmografía del cine mudo aparece una versión dirigida en 1922 por Ricardo de Baños, siendo protagonista el singular Fortunio Bonanova, que fue uno de los primeros galanes españoles que se hizo un hueco en los estudios de Hollywood, cuando se doblaban películas en nuestra lengua. Recordaba Luis Buñuel haber incorporado el personaje de don Juan en unas representaciones en la Residencia de Estudiantes, hacia 1924, dándole réplica su entonces compañero Salvador Dalí en el papel de don Luis Mejía, y Federico García Lorca como el Escultor. Tan entusiasta era Buñuel del drama de Zorrilla que, treinta años más tarde, ya viviendo en México volvió a representarlo en el teatro Fábregas en una compañía formada por refugiados españoles, aunque con ciertas dificultades a causa de su pertinaz sordera. Célebres fueron también las representaciones en Madrid de don Ricardo Calvo uno de los más grandes actores de su época, quien fue muchas veces don Juan Tenorio incluso cuando no tenía ya fuerzas para llevar en brazos a doña Inés, y hubo de completar la escena asiéndola de la mano. Su yerno, Guillermo Marín, fue otro de los mejores donjuanes de la escena, aunque tuviera que usar peluquín por su temprana alopecia. Carlos Lemos brilló asimismo en el mismo cometido protagonista. También Armando Calvo. Y posteriormente Francisco Rabal y una larga lista de galanes cuya enumeración escapa a la extensión de este artículo. No queremos olvidarnos de unas representaciones históricas, con decorados expresamente realizados por Salvador Dalí, en el teatro Español, año 1964, con un atrevido montaje dirigido por Luis Escobar, en el que el genio de Cadaqués había ideado en las escenas del cementerio unos nichos que eran aparatos de televisión.
Y así otros elementos de la original escenografía. Como Carlos Ballesteros se insolentó con el director, éste lo sustituyó rápidamente por Guillermo Marín. Doña Inés fue Concha Velasco, quien cinco años después repitió el personaje junto a Francisco Rabal en un memorable Estudio 1 de TVE. Estuvo soberbia. Pero entre todas las actrices que representaron el personaje de la novicia siempre quedaría como una de las más sobresalientes, si no la primera, la eminente María Jesús Valdés, que estaba casada con el médico personal del general Franco, el doctor Vicente Gil. No podemos eludir un acontecimiento sucedido tiempo atrás, en 1945, cuando la excelente Ana Mariscal, una de las grandes damas del teatro español y el cine de postguerra, llegó a representar el papel de don Juan Tenorio, en funciones de tarde, en tanto en las de la noche incorporaba el de doña Inés. Aquello suscitó no pocas controversias y un sector de la crítica consideró el hecho como irreverente. En Valladolid tuvo lugar un juicio literario donde Ana quedaría absuelta de su atrevimiento. Por lo contado, el anecdotario en torno al drama de José Zorrilla ha sido pródigo. El mito de don Juan, permanece y es junto al Quijote y la Celestina un personaje imprescindible en la cultura española.