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Manuel Román

La apasionante vida de Celia Gámez, reina de la revista musical

Se estrena en los teatros del Canal, en Madrid, “La Celia”, espectáculo musical con canciones que en su día popularizara la estrella que da nombre al espectáculo.

Se estrena en los teatros del Canal, en Madrid, “La Celia”, espectáculo musical con canciones que en su día popularizara la estrella que da nombre al espectáculo.
Imagen del musical La Celia | Teatros del Canal

Se estrena en los Teatros del Canal, en Madrid, La Celia, espectáculo musical con libreto del fallecido periodista y poeta Santiago Castelo, a cargo de una compañía argentina, con canciones que en su día popularizara la estrella que da nombre al espectáculo.

Portada de un disco de Celia Gámez

Se llamaba Celia Gámez y fue considerada "reina de la revista musical". Este género no tiene parangón alguno con otros europeos de su corte, aunque pueda emparentarse lejanamente con la opereta. Mas bien podría considerarse que es un sucedáneo de la comedia musical, aunque tenga unos componentes en su libreto que lo hacen muy peculiar. A veces han sido meramente "scketchs" adobados con música, entre sainete y sainete, pero por lo común venía a ser –y empleamos el pasado- una historia de aire astracanesco, con ingredientes pícaros, episodios de equívocos rozando el sexo, que tuvieron sus mejores días de gloria entre los años 40 y 70 del finiquitado siglo XX. En aquellos tiempos de férrea censura franquista, la revista musical se benefició de ciertas licencias, pero aún así no dejaban de prohibirse tanto libretos de atrevido lenguaje como el vestuario lucido por agraciadas vicetiples, muy ligeras de ropa en el escenario.

En ese ambiente triunfó Celia Gámez Carrasco nacida en Buenos Aires el 25 de agosto de 1905 (edad que ella mantuvo en secreto hasta su muerte, dejando que la prensa especulara sobre los años que tenía), descendiente de una familia malagueña que emigró a la Argentina. Su progenitor era marino mercante, y muy a disgusto suyo toleró que Celia debutara con sólo catorce años como chica de conjunto en el teatro bonaerense de la Comedia. Llegó a sustituir a la primera figura de la compañía pero podemos asegurar que su notoriedad resultó fugaz en su país, en tanto en España la mantuvo durante varios decenios, desde sus primeros pasos en Madrid en 1925.

El rey Alfonso XIII se convirtió en rendido admirador suyo, en su amante, lo que sin duda le garantizaba una importante protección y ayuda de cara a su inmediato futuro en el teatro musical. Hasta le concedió en seguida la nacionalidad española. Y Celia ya no volvería más a su tierra salvo en contadas, esporádicas ocasiones.

Los castings de la Gámez

De cantar tangos, milongas y otros ritmos criollos y grabar el primero de su larga lista de discos en 1927 pasó ya a encabezar compañía propia en la que imponía su indiscutida autoridad, sometiendo a las aspirantes a "vedettes" a un exhaustivo examen… físico. Aprobada la anatomía de las bailarinas, también era rigurosa a la hora de elegir a sus "boys", como entonces eran denominados los bailarines. Todo lo que sucedía en escena era subrayado por la elegancia y el buen gusto, sin procacidades de ningún tipo.

O sea que si la revista musical se había caracterizado antes (y luego lo mantuvieron otras formaciones) por la zafiedad, la sal gruesa en los parlamentos y una música provocativa y vulgar, con Celia Gámez adquirió un toque diferente, de ahí que si tal género había tenido siempre como espectadores sólo a los varones, ella logró que las mujeres acudieran a sus espectáculos: mejor, los caballeros acompañados de sus esposas. Y si ellos, era natural fijaran sus miradas en el busto y las piernas de las bailarinas, tomaban nota de los lujosos modelos que lucían. Y así todos tan contentos.

A título anecdótico digamos que en los primeros años que siguieron a la postguerra aquellas compañías de revistas sólo podían actuar en capitales de provincias con más de cincuenta mil habitantes; el régimen franquista no permitía que fueran a los pueblos.

Celia Gámez contaría con el concurso de los más afamados libretistas y compositores. Entre los primeros, citemos a Tomás Borrás, Antonio Paso, González del Castillo, el más prolífico de todos ellos Muñoz Román, Arozamena, José Luis Sáenz de Heredia, Luis Escobar, Enrique Llovet, Ramos de Castro, Arturo Rígel… En tanto entre los músicos gozó de las partituras del célebre Francisco Alonso y otros maestros especializados en el género como Fernando Moraleda, Juan Quintero, José Padilla, Francis López… Las revistas que más representaciones alcanzaron fueron, entre otras: Las cariñosas, Las de Villadiego, La Cenicienta del Palace, El baile del Savoy, Yola, Si Fausto fuera Faustina, La estrella de Egipto, La hechicera en palacio, El águila de fuego, Su Excelencia la embajadora, La estrella trae cola, Colomba

Hemos dejado a propósito para el final la mejor de todas, la más popular: Las Leandras, que estrenó en el Pavón madrileño en 1931 y repuso en distintas ocasiones. Hasta se rodó una película con Rocío Dúrcal, donde le cedió el testigo para que la joven actriz y cantante protagonizara el personaje con el que ella había triunfado tres décadas atrás. En Las Leandras Celia Gámez interpretó números inolvidables: "Pichi", "Los nardos", "Llévame a la verbena de San Antonio"… No era una exquisita cantante: su voz, atiplada. Tampoco podemos considerarla excelsa bailarina. Aun así por su dominio del escenario y, ¿por qué no decirlo también? gracias a su exuberante anatomía, sus atractivas piernas, se le perdonaban aquellas carencias. Alguien acertó a llamarla "Nuestra señora de los buenos muslos".

Vida de amor apasianado

Tuvo Celia Gámez una vida apasionante, aunque no fortuna en el amor. Se casó con un dentista donostiarra, José Manuel Goenaga, en 1944, siendo padrino el general Millás Astray, fundador de la Legión (que había sido su amante). Pero se separaron pronto. Tuvo relaciones con el matador de toros Juan Belmonte (hijo), que no fructificaron tampoco. Y ninguno de los hombres que se sucedieron después la hicieron feliz, el último un conocido periodista, director del diario "Informaciones", Francisco Lucientes, que estaba exiliado en París y ella lo acompañó allí voluntariamente. "Hubiera querido ser madre… pero no lo conseguí", me confesó un día, amargamente. En la última etapa hizo teatro de comedia.

Y la última vez que pisó un escenario fue en 1984, en el espectáculo Nostalgia, en el madrileño teatro de la Latina, contratada por Sara Montiel. Luego vino desde Buenos Aires a presentar en Madrid sus memorias, por las que le pagó ocho millones de pesetas la revista "Semana". Y se volvió a la capital argentina. Víctima del mal de Alzhéimer urgía a sus sobrinas a que la ayudaran a vestirse para salir a escena. "Se me hace tarde, daos prisa…". Y así, entre brumas, sin resquicios en la memoria de su glorioso ayer, se fue de este mundo el 10 de diciembre de 1992.

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