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Ali MacGraw y Ryan O'Neal se juntan 45 años después

Los protagonistas de Love Story vuelven juntos.

Los protagonistas de Love Story vuelven juntos.
Ali MacGray y Ryan O'Neal, en tiempos de Love Story | Cordon Press

Una de las películas más taquilleras del cine, auténtico folletín, fue Love Story, estrenada en 1970, que catapultó a la popularidad mundial a sus dos jóvenes protagonistas: Ali MacGraw y Ryan O'Neal. La historia procedía de una novela romántica, de esas de bolsillo, escrita por Arthur Hiller que, al llevarse a la pantalla se convertía en uno de los filmes más lacrimógenos que se recuerdan.

Una linda muchachita de procedencia humilde se casaba con un guapo estudiante de familia millonaria y al poco de la boda ella moría, víctima de una enfermedad incurable. La gente salía de los cines a moco tendido, con el pañuelo entre las manos.

Ahora, cuarenta y cinco años después de aquel éxito la pareja ha vuelto a reunirse para representar en varias ciudades norteamericanas la obra teatral Love letters (Cartas de amor", cuyo libreto, afortunadamente dada ya la edad de sus protagonistas, les exime de memorizar un farragoso y almibarado texto, pues tratándose de epístolas sentimentales ambos actores se limitar a leer su papel.

Imagen del 2010 | The Oprah Winfrey Show

¿Estuvieron enamorados en su día? Puede que sintieran sentimientos compartidos, pero Ali, por entonces, estaba casada en segundas nupcias con el productor Robert Evans, con quien tuvo su único hijo, en tanto Ryan se hallaba felizmente unido a Leigh Taylor Young. En el aspecto cinematográfico, después de Love Story, Ali Mac Graw no tuvo igual fortuna en otras cintas de menor interés. En cambio Ryan O´Neal gozó de mayor acierto como protagonista de ¿Qué me pasa, doctor?, El ladrón que vino a cenar y Luna de papel, donde su hija, la muy díscola Tatum O´Neal encontró el trampolín perfecto para despegar en las pantallas.

En los últimos tiempos tanto Ali como Ryan están muy apartados de la actividad cinematográfica. Este reencuentro en los escenarios, cuando ella cuenta setenta y seis años y él dos menos, tiene sin duda para ambos un significado especial, un mundo de recuerdos sentimentales y nostálgicos, que los publicitarios de su función teatral van a aprovechar al máximo para situarlos en las páginas de los periódicos y los espacios televisivos del espectáculo nuevamente de actualidad.

Ali ya tiene los cabellos cenicientos y Ryan los simula rubios, como en su juventud. Conocí a Ali MacGraw cuando tenía cuarenta años. Me recibió en la "suite" de un hotel madrileño de cinco estrellas. Alta, muy estilizada, con clase. Me llamaron la atención sus alargadísimas uñas. Sabía posar con naturalidad y estilo, no en vano había sido modelo, colaboradora de Vogue y asistente de fotografía para la revista de modas Harper´s Bazaar. Me dijo que la gente la seguía recordando por Love Story, lo que resultaba completamente lógico. "Pero no me gusta el encasillamiento, puesto que he rodado películas bien distintas".

De Love Story me comentó que no le gustó nada el eslogan publicitario con que se lanzó la película: "Amor significa no tener que decir nunca lo siento". La segunda parte de Love Story (sin ella, claro, pues había "muerto" en la primera), que se tituló "Oliver Story" ya no fue igual en taquilla. Le pregunté si había ido a verla: "No. Porque pienso que segundas partes nunca fueron buenas".

De los tres matrimonios que tuvo Ali MacGraw el tercero fue el más problemático: con el afamado y tristemente desparecido ídolo Steve McQueen. Cinco años duró su relación. Se enamoraron tórridamente cuando rodaban La huída, en 1972, divorciándose en 1978. Al citarle el nombre de su ex marido, Ali únicamente me respondió esto: "Nosotros tuvimos nuestros buenos y malos ratos".

Me encantó conocer a aquella mujer por su elegancia en todos los sentidos. Lucía una sonrisa cautivadora. La revista "People" la eligió "una de las cincuenta mujeres más bellas del mundo". Con todos sus bellos atributos, con su popularidad, llegó el día en que cayó en una sima de muy difícil salida, aunque con esfuerzo lo consiguiera. Y acabaría contándolo en un libro de memorias: había podido superar tras unos años de lucha consigo misma sus dependencias al alcohol y al sexo masculino.

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