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Verónica Forqué vuelve al teatro con 'buena gente'

Tuvo que ponerse en manos de un psicoanalista aquejada de una crisis depresiva.

Tuvo que ponerse en manos de un psicoanalista aquejada de una crisis depresiva.
Verónica Forqué, actriz española. | EFE

Este miércoles, Verónica Forqué tuvo cita importante en su vida artística: su reaparición teatral en Madrid con una comedia dramática Buena gente, original del premio Pulitzer David Lindsay-Abaire.

Aplaudida en los escenarios de Broadway, el director de cine David Serrano, ahora dedicado al teatro, contempló la obra en Argentina, volvió a España y se la ofreció a Verónica Forqué, quien tras leer el libreto adaptado por el propio Serrano, aceptó entusiasmada.

Su personaje, Margarita, es el de una mujer corriente, madre de una hija discapacitada, que nunca ha tenido suerte en su existencia. Tiene una vida anodina, que sólo rompe los fines de semana para irse con sus amigas a jugar al bingo. El único momento en el que se distrae un poco. Cuando ya se ha adaptado a ese monótono devenir de los días, la echan del trabajo, se desespera... Pero a veces, el destino nos puede cambiar el discurrir del tiempo, y de la noche a la mañana esa desgraciada Margarita se reencuentra con un antiguo amor de sus años adolescentes, que es un médico de prestigio. La faz entristecida de esa pobre mujer, da un vuelco. Y sonríe, porque puede que su futuro se trastoque felizmente.

Verónica Forqué retorna a la escena madrileña convencida de que con esta obra puede obtener de nuevo el favor del público, como sucedió en 2011 con Shirley Valentine. Desde entonces sólo había interpretado, con muy discreto éxito, Así es, si así fue. Buena gente ya la han estrenado días atrás, en Avilés, y el respetable la acogió con agrado y prolongadas ovaciones. "Tuvimos que saludar al final... ¡cinco veces!".

Últimamente, la actriz madrileña ha venido dedicándose más intensamente al teatro, cuando en pasadas décadas, los años 70 y 80, era una de las actrices imprescindibles en cualquier reparto de postín. Y, por lo común, como protagonista.

Con esa voz tan peculiar, entre acento ingenuo y pícaro, la sonrisa con visos de sorna y mucha naturalidad ante la cámara. Pero es que, en la actualidad, la llaman poco o nada los del cine. No hay papeles para quien como ella, a pesar de su brillante ejecutoria profesional, ha traspasado hace tiempo el medio siglo de vida: cumplió el pasado diciembre cincuenta y nueve tacos de almanaque. "Las actrices tenemos en el cine un tiempo de caducidad", comenta, sincera y realista.

Admiradora, por ejemplo, de Katherine Hepburn, confiesa que hoy en día se dan pocas oportunidades para hacer papeles de mujeres maduras, como interpretaba aquella maravillosa dama. Y, encima, prosigue Verónica "los guionistas y directores son hombres y escriben y tienen proyectos pensando sólo en lo que a ellos les gusta, las jovencitas de dieciocho años. Para ellas sí hay papeles".

Las dos últimas películas que hizo Verónica Forqué están fechadas en 2008, Enloquecidas, y 2012, Ali, que pasaron sin pena ni gloria por nuestras pantallas.

Ganadora de varios premios Goya, con una filmografía muy interesante en la que descuellan títulos como ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Sé infiel y no mires con quién, El año de las luces, Moros y cristianos, Matador, Kika..., por no ceñirnos también a su faceta televisiva con series de éxito como Pepa y Pepe y colaboraciones en Lo que se avecina y Hospital Central.

Una actriz de raigambre familiar relacionada con el cine y la literatura: su padre, el director José María Forqué; su madre, la novelista Carmen Vázquez-Vigo. La vida no le ha sido muy afortunada en los últimos tiempos. Se separó de su marido, el guionista y director cinematográfico Manuel Iborra, con quien llevaba unida desde 1981. Tienen una hija, María. Y en diciembre pasado sufrió la pérdida de su hermano Álvaro, Álvaro Forqué, celebrado guionista y realizador de cine, fallecido con sesenta y un años. Todo ello, unido a su crisis profesional cuando no era reclamada para ningún trabajo llevó a Verónica Forqué a una situación límite, que resolvió acudiendo a la consulta de un psicoanalista. Al fin y al cabo, ella cursó estudios de Psicología y creyó adecuado ponerse en manos de un acreditado colega. Siendo practicante del budismo, ha procurado siempre tomarse las cosas con la mayor tranquilidad posible, esperando mejores tiempos. En eso está ahora, muy ilusionada otra vez al pisar un escenario.

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