Se abre el telón y el escenario se convierte en altar. "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", dice el cura de esta peculiar iglesia. Y tan creíble resulta, que a una hasta le entran ganas de santiguarse, aunque le alivia comprobar que no es la única.
A sus 85 años, Arturo Fernández, ahora convertido en sacerdote, vuelve a ganarse al público en Enfrentados, una obra escrita por el norteamericano Bill C. Davis en 1980, que ha sabido envejecer sin perder ni una pizca de actualidad. Aun así, el asturiano, que tenía los derechos de la misma desde hace tiempo, ha sabido encontrar el momento adecuado para estrenarla en nuestro país.
El papa Francisco ha situado la renovación de la Iglesia en el centro del debate y sobre esto precisamente versa esta historia, un auténtico duelo interpretativo entre un cura católico de gran carisma y un seminarista rebelde que defiende el matrimonio homosexual y que no deja de preguntarse por qué las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes.
El padre José María, brillantemente interpretado por el galán más famoso de nuestro país, tiene muy claro que la Iglesia es "un club con unas normas", pero, tras casi dos horas de batalla dialéctica con el joven Tomás de la Casa (David Boceta), reconoce que la institución "también está empezando a tener sus achaques, su vista cansada y su colesterol".
El final es lo de menos. El valor de Enfrentados es demostrar que, desde el más profundo respeto por el asunto que se trata, es posible hacer reflexionar y reír a carcajada limpia al mismo tiempo. A todo ello ayuda cada detalle, incluida una escenografía impecable que convierte el teatro en una iglesia que nada tiene que envidiar a muchas parroquias reales. Pero lo mejor, sin lugar a dudas, es el talento de sus dos únicos protagonistas sobre las tablas y, en especial, el de Arturo Fernández, un actor que, a pesar de su larga trayectoria como galán, ha sabido cambiar el traje por la sotana y dejarnos a todos con la boca abierta.