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Lolita cambia su nombre artístico: ahora es Lolita Flores

Añade el apellido materno en su inmediata función teatral.

Añade el apellido materno en su inmediata función teatral.
Una imagen de Lolita en los estudios de esRadio

Durante casi ya cuarenta años –desde su debut musical con "Amor, amor" en 1975- se la ha conocido artísticamente como Lolita. No había dudas cuando se hablaba de ella. Y eso que no es fácil destacar en el mundo de la farándula anunciándose sólo con el nombre de pila, por otra parte tan común. Ella lo consiguió. Por eso nos ha sorprendido, a las puertas de este otoño, que se la publicite en las carteleras del madrileño teatro Español con su nombre y el añadido de su apellido materno; esto es, Lolita Flores. ¿Mera estrategia comercial para separar su faceta de cantante de esta otra suya como actriz, menos conocida? Obsérvese que no utiliza su primer apellido, González. Es obvio que "la marca Flores" tiene más atractivo en taquilla. Sirve para recordar a La Faraona, por otra parte mito intemporal del folclore en la memoria colectiva de millones de españoles. Nunca ha querido Lolita parecerse a ella: tiene acreditada su personalidad en los escenarios y eso la honra. Curiosamente, en los primeros tiempos de su madre, ésta se dio a conocer en Jerez de la Frontera y pueblos limítrofes también como Lolita Flores. Incluso (dato para sus admiradores más curiosos) existe una copla así titulada, que ella estrenó con música del celebrado maestro Juan Solano.

La novedad de la actual Lolita Flores viene a cuento por su inmediata función teatral en la sala pequeña del Teatro Español de Madrid, donde estará desde este próximo 24 de septiembre hasta el 23 de noviembre. Dos meses representando una nueva adaptación de la conocida novela de Mercé Rodoreda La plaza del Diamante. Ya se llevó a la gran pantalla en 1981 y asimismo a la televisión, protagonizada espléndidamente por Silvia Munt, por entonces sólo conocida en el área catalana, que le sirvió a la joven actriz para darse a conocer en toda España. Pero ahora el relato de la escritora barcelonesa se convierte en monólogo. El de la heroína de una historia entre tierna y sórdida ambientada durante los días previos a la guerra civil, los tres años de la contienda y los de la inmediata postguerra. Todo ello vivido por La Colometa, el personaje que ha de interpretar Lolita Flores. Que la obligará, por un lado a mostrar sus más encendidos registros dramáticos, y por otro a aparecer en escena visiblemente avejentada por la tragedia de aquel tiempo, el drama familiar, la penuria económica, sufriendo por sus hijos, a quienes difícilmente podía darles de comer. Veremos a una Lolita con profundas ojeras y arrugas, sometida al inevitable maquillaje.

A sus cincuenta y seis años, Lolita también sabe lo que es a veces "pasarlas canutas" cuando vienen mal dadas: su caso en época reciente, cuando fracasó su negocio de ropa y accesorios, que le ha dejado un serio agujero en su economía, asediada por sus acreedores, a los que desde un primer momento anunció que les pagaría poco a poco, conforme pudiera salir de ese atolladero. Ni el reclamo del nombre de su tienda llamada "Lolita Flores", ni su propia presencia en el local para atender personalmente a la clientela, ni la firma propia de sus diseños la salvaron del naufragio económico. Como anécdota, vendía camisetas con esta leyenda grabada: "Si me queréis… ¡irse!", frase harto repetida que dijo su madre en la primera boda de Lolita en 1983 ante la avalancha de curiosos que atestaron el templo. Malos tiempos para la lírica, que decía el poeta. No tiene casa de discos desde 2010, tampoco le llegan contratos para cantar, y ya las exclusivas periodísticas de las que se beneficiaba se han quedado para ella como recuerdo. Yo mismo pasé por el trance de pagarle ¡ochocientas mil pesetas!, mediados los años 80, comisionado por la revista en la que prestaba mis servicios, a cambio de que nos mostrara a su hija, Elena Furiase, entonces un bebé, y accediera a que la fotografiaran a su lado. En las circunstancias difíciles que viene atravesando puso su vivienda a la venta hace pocos meses. Y espera que con sus funciones teatrales vaya saliendo lentamente del bache en el que se encuentra. Si en el cine ya destapó su notable vena de actriz no le son ajenas las tablas. Precisamente en su debut en 2005 con la obra Ana en el trópico se enamoró de su compañero de reparto, el cubano Pablo Durán, con quien contrajo matrimonio civil el 14 de mayo de 2010. Su segunda boda, ya saben. Y entre 2012 y 2013 también representó las comedias Sofocos y Más sofocos. La plaza del Diamante puede servirle en la actualidad para poner en orden su economía familiar y desde luego para demostrar que no sólo sabe cantar, sino que es toda una respetable y sincera actriz.

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