'Fuenteovejuna' vuelve con violencia a las corralas
El clásico de Lope de Vega regresa a las corralas dieciochescas de Aranjuez, en un montaje de AlmaViva Teatro.
Fuenteovejuna, Fuente Ovejuna, Fuente Obejuna o Fuenteobejuna: cuatro formas para escribirlo e infinitas para representarla. Y la que ha alumbrado la compañía AlmaViva no es la más agradable, ni la más digerible, ni la más sencilla. La reinterpretación de César Barló de este clásico del siglo XVII es un torpedo directo a las entrañas; que nos vacía primero de ornamentos para dejarnos expuestos y desnudos después ante la angustia real, física y descarnada del texto imperecedero de Lope de Vega. Ensayo desde la violencia es su subtítulo, y el arranque mucho más que una declaración: "Esta obra es un prólogo. No es el prólogo de otra obra, es el prólogo de lo que ustedes mismos han hecho", alerta.
Tomar asiento significa tomar conciencia de que presenciamos uno de esos extraños montajes que sobrepasan esa difusa línea en la que los actores no interpretan, sino que absorben y viven. Frente a nosotros, con respiración entrecortada. En el vientre de un patio dieciochesco la obra del Siglo de Oro vuelve a sus orígenes, para regresar convertida en la esencia, en lo que ocurre cuando el poder se degrada y arrasa como apisonadora contra quienes han de obedecer. Cinco intérpretes que respiran, desfallecen, luchan, se derrumban y nos arrastran a hacerlo, mecidos por la reverberación de sus palabras. Una experiencia de una violencia emocional a punta de verso, ante la que resulta imposible sentir como ajeno lo ocurrido en la villa cordobesa cuatro siglos atrás.
Y este podría ser, si quieren, el mayor éxito de este montaje que jamás buscó confortar al espectador: que no hace falta hablar de actualizaciones. En cada estilizado movimiento de Frondoso (Sergio Torres), cada mueca contenida de Pascuala o Jacinta (Iria Márquez) o cada gesto de derrota de Mengo o Esteban (Juan Carlos Arráez) hay una pulsión genuina que nos dice que no navegamos por las aguas del pasado, sino por las del hoy. Y que es pertinente hacerlo. Por las de los Comendadores de este tiempo, de sus desmanes y nuestra apatía, de la comprensible y estomagante cobardía de quienes sufren esperando la derrota intrínseca del que reza para no ser el siguiente.
"¿Vosotros sois hombres nobles? ¿Vosotros padres y deudos?", retruena la voz de Laurencia, en su devastador monólogo. La copa que lleva el nombre de Luna Paredes es la más amarga, pero también la mejor. Porque aquí es donde definitivamente, Fuenteovejuna termina de implosionar en el estómago de un espectador que necesariamente habrá quemado los estribos que le impidan sollozar un basta. El destino es la rabia incontenida, y el conductor del viaje un incomensurable Comendador (Alberto Gómez) que saborea la injusticia con una intensidad escalofriante.
Además de un ensayo desde la violencia, Fuenteovejuna es un revulsivo para el hoy. Para rescatar del brillo de un Siglo y deslumbrarnos con él en tiempos de bronce, abandonando la corrala con la duda martilleando entre las sienes. ¿Ovejas somos? Lo dice de Fuenteovejuna el nombre.
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Fuenteovejuna, ensayo desde la violencia se representa el sábado 26 de abril en la Corrala Montesinos de Aranjuez. En Madrid puede encontrarse en Nave 73.
Dramaturgia: Antonio Sansano y César Barló
Dirección: César Barló
Intérpretes: Juan Carlos Arráez, Alberto Gómez, Iria Márquez, Luna Paredes y Sergio Torres.
Espacio: Daniel Ruiz y Jacobo García.
Vestuario: Juan Antonio Bello.
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