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Carmen Maura vuelve al teatro después de 16 años

Tras su imagen de mujer divertida se esconden episodios duros que han marcado su existencia.

Carmen Maura | Archivo

Carmen Maura retorna a las tablas. Los muy jóvenes es más que probable que sólo tengan de ella la imagen de sus películas, sobre todo las de Pedro Almodóvar (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, en la que puso dinero, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Matador, La ley del deseo y desde luego Mujeres al borde de un ataque de nervios). Pero ella se inició en el teatro, durante su época estudiantil en la Facultad de Filosofía y Letras y en el TEU. Y tiene una biografía notable en los escenarios, a los que se subió por última vez en 1997, cuando representó en Buenos Aires la comedia de Neil Simon Bienvenida a casa. Ahora será la protagonista de Carlota, el próximo 13 de diciembre en el madrileño teatro María Guerrero. Se trata de una reposición. La divertida e intrigante comedia fue estrenada en 1957 en el teatro Infanta Isabel por la compañía de Isabel Garcés (propietaria entonces del coliseo, junto a su esposo, Arturo Serrano). Su acción la situó su autor, Miguel Mihura, en un Londres nebuloso de 1910 y se inicia con el asesinato de la protagonista de la historia. Carmen Maura confiesa, con el desenfado que la caracteriza: "Estoy muerta de miedo". Siempre la incertidumbre, ese "miedo escénico" de actrices tan responsables como ella, en vísperas de que se alce el telón.

Carmen García Maura es madrileña, nacida en 1945. Su apellido la emparenta con quien fue Presidente del Consejo de Ministros en el reinado de Alfonso XIII, Antonio Maura. Hija del oftalmólogo Salvador García, quien le reprochaba dedicarse "al artisteo", se ennovió con el director de uno de los grupos de teatro que frecuentaba, Francisco Forteza Pujol. Ella tenía sólo veinte años cuando se casó. Tuvieron dos hijos, Carmen y Pablo. De acuerdo con su marido, montó una galería de arte. Entre parto y parto se convirtió en actriz profesional. Y a los cinco años de aquella boda, ¡zas, la separación! Justo, el mismo día, estrenaba la comedia Julieta tiene un desliz. Carmen, con la prole a su cargo, sin un duro, tuvo que convertirse en pluriempleada: traducciones de francés, doblajes, "extra" de cine, y hacia 1974, que es cuando la conocí, actuaba diariamente en la discoteca madrileña "Long-Play" como protagonista de una función de café-teatro, El último tango de Rodolfo Valentino y Marilyn Monroe. Estuvo representándola algo más de un año. Con espectadores a dos metros de distancia de la pista. Ahí se fraguó "la Carmen Maura desenvuelta y ocurrente".

Duros, amargos años en los que vivió una cruel experiencia: la de ser apartada de sus hijos, quienes quedaron por decisión judicial a cargo del padre pues Carmen sería acusada injustamente por su exmarido de abandono de hogar y de llevar una vida poco edificante. Y así, entre humillantes vejaciones, iba perfeccionándose como actriz en diferentes series de televisión. Pilar Miró le dio un afortunado empujón eligiéndola protagonista de Eugenia Grandet, en 1977. En esos años de la transición, Fernando Colomo la dirigió en la película Tigres de papel. Después, vino su colaboración con Almodóvar, de quien a día de hoy no quiere saber nada. Dos fuertes personalidades enfrentadas. En 1981 presentó el programa Buenas noches, en TVE, donde encantó a la numerosa audiencia con su desparpajo. El director y guionista, Fernando García Tola, ya fallecido, le repetía una muletilla que hizo fortuna: "¡Nena, tú vales mucho…!" Tal era la popularidad de Carmen Maura que una agencia de publicidad le pagó nueve millones de pesetas por anunciar la marca de un café instantáneo.

Después de sus filmes almodovarianos, en 1989 le vino otro éxito cinematográfico, ¡Ay, Carmela!, junto a Andrés Pajares. Tiempo en el que convivía con un empresario, divorciado, padre de varios hijos, de nombre Antonio Moreno Rubio, quien la estafó, después de trece años de relaciones. Ella le otorgó poderes universales. Y el tipo la dejó casi en la calle, despojándola de ciento setenta millones de pesetas (un millón de euros). Episodio que obligó a la actriz a subastar dos casas de su propiedad y hacer frente a numerosas deudas contraídas por aquel sujeto. ¡Hasta le cortaron el teléfono por falta de pago! Y ella, con la sonrisa puesta cuando la entrevistaba el periodista de turno. Y haciendo de tripas corazón si actuaba en el teatro o rodaba una película, guardándose para sí sus penas, sus diatribas contra los bancos, su íntimo dolor al verse tan miserablemente engañada. En Francia vivió momentos felices, gracias a que hablaba la lengua de Moliére desde muy niña, y pudo integrarse en el cine galo, donde es muy querida y respetada.

Y ahora, tras estrenar su última película hace un par de meses, Las brujas de Zugarramurdi y recibir el premio Donostia, está de nuevo en sus Madriles. Con su faz risueña, soportando esa vida entre el drama y la comedia que sustenta su biografía. Admirable mujer, fenomenal actriz. Esperando que se alce para ella de nuevo el telón dentro de un par de semanas…

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