Clear History se emite en exclusiva en CANAL+ el próximo lunes 21 de octubre a las 22:00h
Es difícil calcular el impacto en la cultura americana de Larry David. La mente pensante detrás de Seinfeld y la revolución humorística que supuso su propia serie, El show de Larry David, sigue vigenteaños después de finalizar la primera y continuar la emisión de la segunda. Y no estoy seguro de que Clear History le aclare las razones al espectador español medio. Su humor, basado en la humillación personal de su protagonista (siempre un trasunto del propio David, una especie de “Larry David paralelo”) se conforma en base a anécdotas de la vida cotidiana llevadas siempre hasta la catástrofe personal por culpa del propio protagonista, un verdadero tocapelotas protestón, ávaro y conflictivo. Sus telecomedias, en las que éste crea de la nada un problema irrelevante, han sido denominadas como aquellas en las que en realidad “no pasa nada”, un humor inteligente que -dejando de lado ínfulas intelectualoides, que también influyen en la valoración de muchos- desde luego se aleja mucho de la “chispa” que se cultiva en las telecomedias de nuestro país.
Ni que decir que esto no es así, por mucho que en Clear History no nos encontremos con una de sus mejores obras.
El actor no se da vida a una versión de mismo, como suele ser habitual, aunque tanto da. David interpreta en esta ocasión a Nathan, un barbudo ingeniero que más que vivir, subsiste en el mismo sinvivir que sus otros avatares. Debido a una discusión menos que anecdótica con su jefe, interpretado nada menos que por Jon Hamm, decide dejar la empresa de automóviles eléctricos que él mismo ha ayudado a fundar y levantar de la nada. Grave error: el cochecito de marras, más feo que un iPod con ruedas, da un pelotazo comercial que cambia la cultura americana para siempre, trasformando a quien fue su socio en una suerte de nuevo Steve Jobs de la automoción.
Nathan sólo encuentra una vía: desaparecer. La acción de Clear History salta entonces varios años al futuro y se sitúa en los preciosos exteriores (preciosos) de Martha’s Vineyard, donde pasan sus vacaciones las clases más acomodadas del país, y en la que Larry David (perdón, Nathan) ocupa su tiempo viendo crecer la hierba… aunque ni que decir tiene que no tardará en demostrar que no ha aprendido nada de nada.
Pese a lo que pudiera parecer, Clear History no es una sátira empresarial. La película para televisión que ha dirigido Greg Mottola, autor de varios capítulos de The Newsroom y de comedias tan válidas como Adventureland o Supersalidos (odien su título, vean la película) no tarda ni diez minutos en convertirse en una prolongación de la labor de David en su serie de televisión, es decir, una nueva muestra dela egomanía y el humor autodestructivo de David, así como de su método de interpretación improvisatorio. Algo que reporta a la vez sus mejores y peores momentos.
Decíamos arriba que el humor de David sigue siendo difícil de encajar en el imaginario español, por mucho que hayan pasado veinte años desde el inicio de Seinfeld. En el fondo, de lo que se trata aquí es de subrayar la paranoia social y ansiedad de su autor, capaz de extraer un humor incómodo de todas sus autogeneradas tragedias. Lo de David es carne de psicólogo, la profecía autocumplida y la encarnación de los temores de todo buen oligofrénico, canalizado todo en forma de humor incómodo basado en una sólida base de vergüenza ajena. En el universo de David, cualquier momento de placer o promesa de un futuro positivo es susceptible de arruinarse: un comentario desafortunado, la aparición inesperada de tu némesis malvada (sí, todo el mundo tiene una), los celos profesionales o sentimentales… Algo que suena extraño pero a la vez fastidiosamente cercano.
Aunque lamentablemente, Clear History no resulta igual de compacta que sus mejores trabajos. La película empieza bien, luego empeora y no se recupera hasta el final. Lo que funciona en episodios de veinte minutos no tiene por qué hacerlo en cien, y menos cuando la novedad brilla por su ausencia. Tras su planteamiento, el interés por la historia se desmorona y no se recupera hasta que David (perdón, Nathan) se afana en quitarle la mujer a su jefe, lo que permite a Kate Hudson pasearse ante la cámara con una seguridad y belleza que nos era desconocida en ella (por una vez, su personaje y ella misma no son insoportables).
Al final, lo mejor es el desfile de estrellas en papeles secundarios, como un irreconocible Michael Keaton, interpretando a un remedo del célebre personaje de Robert Shaw en Tiburón (no por casualidad, la película de Spielberg también se rodó en Martha’s Vineyard) o Liev Schreiber, aquí haciendo de contrabandista checheno. No obstante, cunde la impresión de que ninguno de ellos está bien aprovechado, y que todo está al servicio de esa brillante inversión de papeles de David, que en el fondo y al fin y al cabo, es el villano de la historia, un solitario y rencoroso rácano con el que todos podemos identificarnos… aunque mejor en un capítulos más cortos.