Jonathan Ames, que así se llama el susodicho, está interpretado por Jason Schwartzman, el narigudo fetiche del director Wes Anderson (Los Tenenbaum, Retorno a Darjeeling), que también canta la introducción de la serie, y con el que he logrado congraciarme a raíz de su aparición aquí. Schwartzman está acompañado del orondo barbudo Zach Galifianakis (Resacón en Las Vegas), que interpreta a Ted, un alelado pero sensible dibujante de cómics obsesionado con su pareja y el sexo en general, y George (un entrañable Ted Danson), el acaudalado jefe de Jonathan y editor de la prestigiosa (y ficticia) revista Edition, y que como los anteriores, también vive obsesionado, pero por fumar marihuana y acostarse con cualquier mujer que le pase por delante. El trío maravillas acabará implicándose en los casos de Jonathan y formando un equipo bastante incompetente, aunque dada la nula dificultad de los casos que se le presentan a Ames (que oscilan entre recuperar un monopatín o un guión de Jim Jarmusch (¡!), hacerse una limpieza de colon o rescatar un chucho) acaba resultando altamente eficaz en su cometido.
No debe extrañarnos que el héroe de la función adopte el nombre del propio creador de
Ejemplo de ello podría ser el sutil intercambio entre realidad y ficción que se produce a medida que profundizamos en la persona dramática de Jonathan Ames. A modo de ejemplo, citar el momento en el que éste descubre que el crítico literario y sociópata Hodgman, que se presenta como el archienemigo del protagonista, acaba escribiendo para su disgusto un relato sobre él –y por tanto, ficcionalizando un personaje que ya era en sí mismo una versión del Ames real-, adelantándose a la intención del propio Jonathan de escribir sobre sus aventuras detectivescas…. O por no ser tan complicado, las referencias a la decadencia del sector de la literatura y la prensa en papel, que provocan el imparable declive de la revista de George. Es más, los protagonistas de la serie, todos ellos escritores fracasados, acaban la primera temporada enfrentándose en un combate de boxeo con sus respectivos críticos, retratados como si fueran sus némesis diabólicas y sensacionalistas. Ames parece tremendamente familiarizado con ese mundo y encuentra un enorme placer en desubicar al estereotipo del intelectual pretencioso y ubicarlo en todo tipo situaciones peligrosas y arriesgadas, típicas de un héroe de acción, para mostrar sus reacciones. También –por supuesto, dado el aprensivo círculo intelectual en el que nos manejamos- está la constante amenaza de la muerte, que se manifiesta en las múltiples referencias al cáncer presentes en la serie, y que nos recuerdan a ese otro intelectual de Brooklyn que responde al nombre de Woody Allen…
Ames, en definitiva, nos engancha a la serie gracias a sus depresivos personajes. Como decía arriba, he logrado congraciarme con Jason Schwartzman, un actor al que habitualmente no soportaba pero que parece pertenecer, literalmente, al mundo retratado en Bored to death (“nunca he montado a caballo. Soy judío”). Zach Galifianakis, con sus eternas ojeras (“me han pintado los ojos en negro”), realiza su mejor papel cómico y consigue convertir su personaje de Resacón en Las Vegas en un individuo de carne y hueso. Y Ted Danson está sencillamente magistral como el aristócrata George (“me declaro fiscalmente responsable y sexualmente fuera de control”). Desconozco el plan de grabación de la serie, pero el que fue protagonista de Cheers debió compaginar su grabación con el papel protagonista que ostenta ahora en CSI: Las Vegas. Ver al respecto como afronta su personaje cuando a éste le diagnostican el cáncer de próstata (“no puedo morir, aún no he comprendido nada”), o ese breve instante en el que ayuda a Jonathan Ames a desprenderse de un traje de cuero tras huir de una sesión de bondage (¡!), que dan dan la medida de la inesperada ternura que despierta la serie, y que personalmente he encontrando donde menos esperaba.