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Crítica: 'Archivo 81', la serie de terror que arrasa en Netflix

Archivo 81 es la serie de terror de Netflix de la que todo el mundo habla.

Archivo 81 es la serie de terror de Netflix de la que todo el mundo habla.
Archivo 81 | Netflix

Olvídense del Super 8. En el mundo del streaming, el VHS es ya historia antigua, "lo nuevo viejo". Lo demuestra Archivo 81, una serie de terror estrenada hace unos días en Netflix y que ha ido trepando, trepando hasta los primeros puestos de "lo más visto" de la plataforma pese a su nula campaña promocional.

Archivo 81 se ha convertido en el último éxito sorpresa de Netflix, y eso es por algo. Se trata de una serie de terror que explota lugares comunes del género pero los hila de una manera inquietante, efectiva, gracias a una buena ambientación y un buen uso de los diferentes formatos para "desenrollar" una historia desarrollada en varias épocas. Todo el mundo habla de El proyecto de la Bruja de Blair y es por algo: en efecto, la serie producida por James Wan (Expediente Warren) e ideada por Rebecca Sonnenshine (The Boys, Crónicas Vampíricas) impulsa el miedo a través del "found footage" o material encontrado.

En la serie, el investigador y coleccionista Dan (Mamoudou Athie) es contratado para restaurar las cintas de vídeo recuperadas en el incendio de un bloque de apartamentos de Nueva York, el Visser, y filmadas por una estudiante, Melody Pendras (Dana Shihabi). Naturalmente, lo que encuentra en ellas va más allá de la fascinación o el horror, en tanto Melody y lo ocurrido en el Visser parece relacionarse con su propio pasado.

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Una imagen de Archivo 81 | Netflix

Esta manera de visualizar el horror descubierta en la ya famosa película de los olvidados Daniel Myrick y Eduardo Sánchez tuvo su buena dosis de éxito durante las dos pasadas décadas, combustible suficiente para un buen puñado de películas más o menos eficaces o relevantes hasta que el propio James Wan dio su personal puñetazo sobre la mesa. Y Archivo 81 sabe cómo justificar su uso a través de una trama que, al menos antes de sus compases finales, resulta sólida e inquietante.

En efecto, decimos antes de sus compases finales. La necesidad de sentar las bases de una segunda temporada y la acumulación de causalidades del guión pasan factura. En algún momento, cuando la puesta en escena de la serie, hasta ese momento sobria y eficaz, necesita de "algo más", esa pompa adicional nunca se presenta. Pero culpar a una serie de televisión de ser una serie de televisión también es un tanto vago, ¿no creen?

Porque hasta que eso ocurre Archivo 81 ha conseguido bastante bien decorar su colección de motivos e inspiraciones, que van desde la inevitable La semilla del Diablo a la citada Bruja de Blair, pero también los misterios japoneses de The Ring, otros otros títulos del propio James Wan o incluso Candyman, por el evidente extracto social del bloque de viviendas representado. La manera de presentar los hechos resulta apasionante, pasando de las grabaciones que presencia Dan a los hechos "reales" vividos por Melody en los noventa de una manera natural, viva, necesaria. El artificio está al servicio de la narración y la tensión es constante, e incluso las actuaciones inicialmente insípidas de Mamoudou Athie y Dina Shihabi cobran vida.

Si algo se agradece también en Archivo 81, aparte del excelente diseño de sonido y la fantasmal banda sonora, responsable de casi todo el empaque del producto, es la ausencia de golpes de efecto y su escasa dependencia del susto o "jump-scare" (salvo en dos notables ocasiones). Nada en contra de ninguno de esos recursos, por supuesto, pero cabe señalar que Sonnenshine se la juega con el escenario, explotando la galería de corredores y sótanos oscuros comunitarios del bloque y el aspecto depauperado de los apartamentos. Pura atmósfera y sensación de amenaza.

A partir de ahí la serie sabe hallar espacios fantásticos y surrealistas e incluso derivar en una extraña y fascinante versión de La casa del lago, aquella película romántica de Keanu Reeves y Sandra Bullock, solo que servida a través de la fascinación de los documentos visuales "desenterrados" por Dan, al final otro espectador de los acontecimientos igual que nosotros. La serie disimula muy bien que la mitad de sus capítulos consisten en un tío mirando un monitor, y aquí entra también el tratamiento de la nostalgia, que brilla por su ausencia... y para bien, porque permite presentar un pasado nada ideal como una obsesión, lo añejo como resorte de múltiples peligros. Una subversión sumamente inteligente a lo aplicado por la plataforma que creó Stranger Things.

Pero lo mejor es cuando toca adentrarse en las texturas de la imagen, las texturas del terror. Aquí Archivo 81 toca techo y, pese a sus mediocres efectos por ordenador, extrae hasta la última gota de poesía terrorífica de sus deprimidas imágenes grabadas, a la inestabilidad de la cámara y la amplia galería de defectos de imagen de los ya viejos sistemas de vídeo doméstico.

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